La aeromoza me pide salga del avión una vez que aterrizamos. Soy el último en bajar y no porque no quise hacerlo, sino porque me quedé dormido. Regresar a casa supone mucho sentimentalismo por parte de mi madre y demasiadas preguntas por parte de papá, besos y abrazos atosigantes de mi hermana pequeña y muchas explicaciones sin sentido que tendré que dar para que no terminen por acuchillarme apenas me vea.
La brisa caliente de Los Ángeles me golpea el rostro. El olor a humedad, a tierra mojada, el aroma del mar y el brillante sol sobre mí se sienten de maravilla luego de pasar más de un año alejado de mi familia en Afganistán.
Me enlisté a temprana edad. Mientras mis compañeros de preparatoria llenaban solicitudes para universidades, en casa yo trataba de que mis padres firmaran la autorización para entrar al ejército. No hay que decir que fue una lucha terrible porque mamá se negó durante meses completos, papá solo hace lo que ella diga y mi hermana pequeña, quien jamás durmió conmigo, comenzó a escabullirse en mi habitación y dormir en mi cama cuando pensaba que estaba durmiendo.
No fue una decisión fácil para mí. El enlistarme me costó algo demasiado preciado, algo muy personal que de haberme quedado habría hecho hasta lo imposible porque funcionara, sin embargo tenía en la cabeza que eso me correspondía.
Fuimos bendecidos, mi familia y yo fuimos bendecidos con una vida extraordinariamente buena. Jamás tuvimos problemas de dinero, ni siquiera pensamos en los gastos o en limitarnos con nuestra vida. Tuve lo que quise, desde niño tuve cada juguete, cada porquería innecesaria, la tuve sin mediar palabra alguna. Mis hermanos igual, y mis primos mucho peor.
Esa vida llena de lujos, de comodidades y poder me hizo entender que debía aportar algo a la sociedad. A los demás. Así que no dudé en enlistarme al ejército.
Finalmente mis padres firmaron el papel con la condición de que sólo sería por un año. Mi madre me hizo jurar que escribiría siempre que tuviese un tiempo libre, papá dijo que me asesinaría si me asesinaban cumpliendo mi deber y Kailan solo lloró durante mucho tiempo antes de mi partida. Ella es la luz de mis ojos, es mi pequeñita y el dejarla fue una de las peores cosas que tuve que hacer. Quién apenas comprendió que me marchaba, fue mi hermano pequeño Bradley.
Pero el año se ha cumplido y como le prometí a mamá, regresé a casa. No fue nada sencillo regresarme a sabiendas de la situación que se vive en Afganistán. Tuve que dejar a mis compañeros y de mi tropa solo sobrevivimos diez personas pues nos tocó estar al frente del fuego enemigo, así que cumplido el año, lo pensé bastante. Perdí a muchos compañeros en batalla, muchas vidas se pierden a diario en ese lugar y estamos lejos de acabar con la guerra. Lo mejor hubiera sido quedarme y luchar, sin embargo el no querer decepcionar a mi madre o preocuparla, es lo que me decidió a volver.
Recojo mi maleta junto a las personas que vinieron conmigo en el vuelo, y antes de bajar por las escaleras eléctricas, escucho el grito agudo y sonoro de mi madre. Frunzo los labios para no reír como un estúpido al mirarla correr hacia mí.
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Entre Tus Brazos (AQS #4- libro I y II)
RomanceHayden lo tiene todo. Dinero, poder, belleza, talento. Cuatro cualidades que ponen el mundo a temblar cuando de Hayden McMurray se trata. Acostumbrada a una vida de lujos y riquezas, rodeada siempre de todo lo que ha querido, siendo la más consenti...