XXIX. Una historia jamás contada

34 12 3
                                    

Mark Anderson.

Para empezar mi nombre real no es Mark Williams Anderson.

Me llamo Justin Pierce.

Y sí, asesiné a mi propio padre.

Todo lo que hice no fue por simple diversión.

Idóneos son mis motivos.

Asesiné a Reuben Pierce ya que por su culpa mi madre se suicidó cuando yo no tenía más de doce años. Ese hombre la maltrataba a diario y yo siempre tenía que escuchar sus discusiones, gritos y llantos. La agredía no solo físicamente, también psicológicamente. Después de las peleas mi madre se quedaba en su habitación sola, la escuchaba llorar y cuando iba a acompañarle a veces me abrazaba y otras me decía que me fuera. Cuando me dejaba abrazarla solo tenía moraduras por sus piernas y brazos, pero cuando me sacaba de la habitación es porque la había golpeado en el rostro.

«No sirves para nada, mujer idiota, mátate, así me haces un favor». Le decía.

El 13 de julio del 2013 llegué a casa de la primaria, lo que siempre hacía al llegar era ir a la habitación de mi mamá a saludarla, mi papá en las tardes jamás estaba, él trabajaba. La única parte de mi día en la que me sentía satisfecho con ella eran esos instantes.

Esa tarde al subir a su habitación, ella estaba acostada en su cama, cuando la fui a destaparla ella... Ya no estaba ahí, solo había un cuerpo sin alma.

Al lado de su cuerpo se encontraba un envase de pastillas vació y una nota que decía:

«Perdóname Justin, te amo».

Hoy en día aún la mantengo conmigo.

Ese día me prometí a mí mismo que haría justicia por ella.

Mi madre me enseñó todo lo bueno de esta vida y mi padre me dio el ejemplo de algo a lo que no asemejarse.

Él lo arruinó todo demostrándome algo que jamás seguiría y juré una y mil veces que no maltrataría a alguien que se supone que en algún momento amé.

A los 15 mi padre de obligó a viajar con él desde Texas hasta San Francisco, no soportaba la idea de tener que irme de la ciudad que había vivido toda mi vida, en la misma que mi madre se mató. Nunca supe —ni sabré — la verdadera razón por la cual nos mudamos, pero en cuanto llegamos me fui de la casa, le dije que me iría y a él como nunca, le importó una mierda. Ese mismo año conocí a Joe y cuando nos hicimos amigos con él me mudé, era un año menor que yo. Su madre jamás estaba en casa, incluso le pareció excelente idea que viviéramos juntos, ella siempre fue tan apática al respecto de su hijo, ni siquiera sabía que nos conocimos en una pelea callejera, ni tampoco sabía que mi padre vivía porque sí, mentí acerca de eso. Le dije que no quería ir a un orfanato donde los niños mayores de 13 no son adoptados y deben quedarse ahí como en una cárcel hasta cumplir la mayoría de edad.

Al año siguiente Joe entró a la preparatoria, ahí mismo conoció a Andrew y a Rachel, eran los únicos del salón que le hablaban, Joe en ese año era muy callado, parecía un santo, pero tenía pensamientos realmente terroríficos. Un día después de clases, Joe me presentó a estos dos y desde ese momento comenzamos a hablar y a ser amigos.

A los 18 cambié mi nombre, me compré un arma y cambié el color de mi cabello, al natural es pelirrojo como el de mi madre.

Cuando ya había hecho lo anterior localicé a Reuben. Vivía bastante lejos de donde lo hacía yo. Casi llegando al centro. Él no sabía que intentaba acércamele, incluso no sabía que seguía en la ciudad, puesto que desde los 15 corté cualquier lazo con para a los 18 volver.

A PruebaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora