IV. Charla

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—Esto es incomprensible —dije en voz alta, agitada.

Lo que pasó fue lo siguiente:

Abrí el cajón que creí que me había señalado. Mi nariz se había comenzado a hinchar, necesitaba cuanto antes algo para limpiarme y para aliviar el dolor, y sin contar que debería estar en clases. En ese cajón fotografías de órganos envasados y sueltos se encontraba, al lado unos vasos, envueltos con algún tipo de papel y lo últimos que logré ver antes de que mi mente asimilara todo y gritar sin pensar fue dinero, mucho.

Pero no entiendo que quiso decir la mujer al decirme que me sucedería lo mismo... ¿Ella se refirió a los órganos? ¿Eran de personas o animales?... Siento que esto es un mal sueño. Esa caja se veía común y corriente, como cualquier otra, desearía nunca haber visto sus pertenencias.

Llegué al baño. Me lavé el rostro y limpié la herida, todavía no he dejado de llorar y mientras mi corazón esté casi saliéndose del pecho no podré calmarme. Me quedé el resto de la hora en el baño, a la siguiente clase debo entrar, pero antes haré algo.

Aunque esté totalmente aterrada debo hacer algo, es injusto que esa señora me haga esto y me amenace con quedarme callada.

En dos minutos sonará el timbre de cambio de clases, que es un pequeño receso de cinco minutos para ir al baño y buscar tus cuadernos. Estos minutos tengo que aprovecharlos y ya sé cómo.

Buscaré a alguien que, si bien no me va a querer ayudar sí tendrá curiosidad sobre el hecho.

Salí del baño y tocaron el timbre. Comencé a buscarlo, entre tantos estudiantes no logro visualizarlo. Se me están pasando los minutos y debo encontrarlo antes de que comience la siguiente clase. Pregunté por él a un par de personas hasta que una me dijo por dónde salió.

Y lo encontré.

Está al otro lado del pasillo, justo al lado de las escaleras con su celular en manos viéndolo. Está solo y me parece extraño, es decir, siempre que lo veo está con sus amigos y esta ha sido la excepción. Es mejor, lo que le voy a decir necesito que lo escuche exclusivamente él.

Al verlo comencé a llorar de nuevo inconscientemente y mi corazón se aceleró otra vez, no sé por qué y me enoja, no quisiera que me viera así.

—Anthony —digo alcanzándolo —, debo decirte algo.

Él apagó la pantalla de su celular.

—Ya te he digo... —Me mira dejando de hablar por un momento, la expresión de Anthony se relajó al verme llorando con mi mano presionando mi nariz —¿Qué te pasó? ¿por qué lloras? ¿te han golpeado?

—Sí... más o menos. Tony, ¿podemos ir a algún lugar privado?

—¿Por qué me llamas así? Me llamo Anthony y ¿por qué recurres a mí? Ve a hablarle a tus amigas con apodos y esas cosas, yo no— Lo interrumpí.

—No, no eres mi amigo. Decidí llamarte así para crear un vínculo más cercano, aunque sea por un momento, porque así te llaman tus amigos, ¿cierto? Y por ahora solo te puedo decir que estoy segurísima de que lo que te necesito contar lo entenderás.

—No lo haré. Vete.

—¡Anthony! —le hablé fuerte, molesta— ¿Puedes dejar tu inmadurez solo por un maldito segundo? Esto es realmente serio y si recurro a ti no es por preferencia, porque tengo a mis amigas, pero ellas no comentaron lo mismo que tú. Así que, ¿vamos a algún lugar donde no nos escuchen?

—Vaya, vaya —dice riendo burlescamente— ¿Quién iba a pensar que la niña santita dice vulgaridades? —Lo interrumpo nuevamente.

—Te hice una pregunta.

Anthony es un idiota.

—Siempre hay un salón vacío, podemos entrar ahí. Pero la verdad no sé cómo pudiera ayudarte —Rodó los ojos con disimulo— Vamos.

Caminé tras de él. Llegamos al salón de que me comentó.

Se dio la vuelta para mirarme la cara, cruzó los brazos; —Ahora dime que sucede antes de que me arrepienta de estar aquí —dijo. Y la que se está comenzando a arrepentir soy yo. Dejé de mirarlo y no hablé por unos segundos — ¿Hablarás?

Él no me trata por mi nombre... Como si no se lo supiera.

—Tengo mucho miedo —confesé respirando profundo.

—Todo mundano ha sentido miedo en su existencia. Necesito que me expliques por qué seré yo quien te entienda.

Me gusta su forma de hablar.

—Yo haré las preguntas —Lo miro.

—Prosigue.

—Lo entenderás porque lo dijiste.

—¿Qué dije? —Levantó sus cejas.

Tragué antes de responderle.

—«Preferiría estar en cualquier otro colegio, menos en este, este que tiene cosas tan extrañas. Ojalá alguna vez salgan todas a la luz» ¿Cierto que fue lo que dijiste cuando el director te llamó mi primer día de clase? Oh, claro que lo fue —hice una pausa—. Tenías razón.

—¿Disculpa? Creo que no te estoy entendiendo. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué tu nariz sangra? ¿Por qué me buscaste y dices todo esto?

—Después respondo tus preguntas, primero responde las mías —Se comenzó a acercar sin quitarme la mirada de encima—. Si sabías eso ¿por qué no te dignaste a mostrarle esas partes del colegio a la nueva?

—No creí que fuera necesario —respondió abrumado.

—Claro que lo era. Entonces, Anthony, necesito de tu ayuda y no tomes todo esto como un favor, después te lo recompensaré.

—No, quiero que me digas y deja de rodeos.

—Yo...

Los minutos se habían acabado, el timbre había sonado. Maldición, no pude decirle nada. No quería dejarlo, pero no me dio de otra.

—Debo ir a clases —dije— Adiós.

—Ey, no. Espera —refutó, pero yo ya había salido del salón y eso fue lo último que le escuché.

¿Lo irónico? Un minuto después nos encontrábamosen la misma clase.

A PruebaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora