XVIII. De vuelta

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—Te advertí sobre ese muchacho. Te dije que tuvieras cuidado y no me hiciste caso, ahora mira lo que sucedió.

Vamos en el auto en camino a casa, mi madre se quedó allá, mi papá fue quien vino a recogerme en la estación policial.

Me está regañando, piensa que Tony es el responsable de lo que ha sucedido. Él ha hablado con un oficial y como su hija es otra sospechosa le dijeron sin peros la mayoría de la información acerca del caso. Quisiera saber qué tiene en contra de él porque ni siquiera lo conoce. En todo este rato solo lo he estado escuchando—es lo preferible en mi caso—. De todas formas, en casa me espera otro interrogatorio, junto con un gran sermón.

Ese interrogatorio estuvo realmente tenso. No puedo creer lo que pasó, Andrew no tenía que haber sido. La verdad nadie debe pasar por algo así.

Y eso que dijo... ¿Qué habrá querido decir?

Realmente me asusté.

¿Como qué el siguiente es Tony y a mí no pretende hacerme daño? ¿De quién hablaba?

Lo que no entiendo es por qué no pudo pronunciar su nombre, o al menos su inicial.

Ahora no sé qué hacer. Estoy exhausta y enojada por toda esta situación.

No le quise decir nada al oficial Ramírez, no tengo idea si Tony le habrá dicho, espero que sí. Aparte que él me intimida demasiado, su mirada tan intensa me da miedo.

—¿Me estás escuchando, Elizabeth?

—Papá... sí, lo siento.

Esto se está convirtiendo en una película de terror y no quiero ser una de las víctimas del depredador.



Sentada en el sofá de mi casa, con mis padres en frente me encuentro. Sintiéndome intimidada por ambos.

—¿Por qué mejor no me cambian de instituto? —cuestioné ante mis padres.

—¿Y crees que eso es fácil, Elizabeth? Estamos casi a final de año. Ya para este año no se puede —respondió mi madre.

En lo que estaba por responder mi padre interrumpió: —Dinos toda la verdad, Elizabeth ¿Qué hacías en ese salón junto a Anthony? No tenías clase ahí. Necesito que nos expliques.

—Yo solo... Íbamos hablar con Andrew... ¿Ustedes —Mis ojos se cristalizados — confían en mí?

—Ay mi niña, por supuesto que sí —aseguró mi mamá —. No hay pruebas de que hayas hecho algo malo, además sabemos que no eres así. Aquí el que tiene la culpa es ese muchacho.

—No... —Procuré defenderlo, pero me detuve. No tengo argumentos válidos para demostrar que no es él. Y a pensar que yo sé que él no tiene nada de culpa, no tengo pruebas —. No se sabe nada, los oficiales no lo dejaron arrestado, lo vi salir — Fue lo único que se ocurrió decir para no dejar la oración en el aire.

—No estés confiando en ese muchacho más bien —habló mi padre —. No sabes nada sobre él, y si lo descubres podría hacerte daño.

—Está bien, papá. —Sé suficientes cosas sobre Tony como para decir que no es él y decirles el porqué, pero no me gusta contestarles, así que preferí darles la razón.

—Espero esta vez sí nos hagas caso y te juntes solo con tus amigas —Terminó la conversación mi madre y me ordenó irme a bañar.

Subí a mi habitación, le obedecí. Me duché y me acosté en mi cama, boca arriba mirando detalladamente el techo de madera.

Hoy ha sido un día largo.

Sin darme cuenta me dormí.

Pero no fue por mucho, la vibración de mi celular me ha despertado. Lo miré.

Ay no puede ser.

¡Sí fue por mucho, son las 6:56 de la mañana, se supone que debería estar en el instituto a las siete!

Me levanté tan rápido como flash, fui al baño a lavarme los dientes y la cara. Me vestí lo más rápido que pude. Doy gracias al cielo de que tenemos uniforme y no he tenido que perder más tiempo pensando que ponerme. Me hice una coleta rápidamente, tomé mi mochila y bajé corriendo las escaleras.

Me di cuenta que ninguno de mis padres estaba, no es normal de ellos salir tan temprano, casi nunca los hacen, pero ya es segunda vez.

Llegué casi corriendo al campus, mal a mi suerte, no me dejaron entrar a la clase. El profesor Jonhson no me dejó pasar, ahora me he quedado sola en el pasillo. No tengo otra alternativa que salir al campo.

Mientras iba saqué mi celular de la mochila. Mire mis notificaciones y tenía un mensaje.

«Necesito verte».

Es Tony, pero no puedo responderle. Debo obedecer a mis padres, no me gusta hacer lo contrario.

Le he dejado en visto.

Coloqué mi lista de reproducción y comencé a caminar por todo el campo. No hay nadie en deporte así que aprovecho de también sentarme a mitad del campo.

Mi música a todo volumen, sin escuchar al mundo y la brisa acariciando mi rostro.
¿Podría estar así para siempre?

El universo conspiró en mi contra y su respuesta fue un rotundo: No.

Alguien, en medio de mi libertinaje, ha tocado mi hombro. Haciéndome saltar del susto.

Hice una sonrisa de lado al ver quien fue quien interrumpió mi momento.

—Hey —Me dio una gran sonrisa dejándome ver sus brackets —Te envié un mensaje, ¿Lo recibiste?

—Ho-Hola Tony —dije por lo bajo —. Sí vi tu mensaje.

—¿Pasa algo?

—¿No deberías estar en clases? —Evadí su pregunta.

—He llegado tarde. Al igual que tú.

—Sí... me desperté tarde.

—Ya veo. Ni te peinaste.

Él se comenzó a reír, —No estoy para tus juegos ahora —Arrugue las cejas.

—Ay la niña amaneció refunfuñona.

—Sabes que Tony, me voy. Adiós.

—Espera, espera. Necesitaba verte ¿Y así me pagas? No nos veíamos desde ayer, desde... lo que pasó. Ahora no sé qué es lo que sucede... ¿Acaso dudas de mí?

—Por supuesto que no, solo que... Quiero estar sola en estos momentos —mentí.

Después de terminar aquella oración Tony solo se quedó mirándome, como si me examinara y tratara de adivinar lo que pienso.

Metí mis manos en los bolsillos de mi suéter, al hacerlo, en uno de ellos sentí un pedazo de papel. Hice un gesto de confusión y saqué ese trozo de papel. Es la nota que me dejaron ayer en el locker, recuerdo que la dejé para después ya que debía ir hacía el salón de física, que ya saben que sucedió. Abrí y leí la nota.

«Cómo puedes llegar a ser tan patética.El responsable está frente a ti».

¿Qué?

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