XII. STOP

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Dos semanas después.

El director Brown canceló las clases estas semanas sin razón alguna o eso aparenta, envió mails a todos los estudiantes para cancelar las clases, hoy nuevamente nos volvemos a ingresar. Lo que hice estos días fue estar con mis amigas e ir un par de días de paseo con mi familia a Monterrey, me encantó la ciudad además que en el hotel que nos quedamos es bellísimo, tenía dos piscinas y un jacuzzi, disfruté mucho ir. Ayer llegamos y hoy le contaré todo a las chicas sobre cómo la pasé.

—¿Liz? —Entró mi madre a mi habitación —¿Por qué no estas lista? Faltan treinta minutos para comenzar las clases —dice al verme en pijama aún.

—Mamá, lo siento, me costó levantarme. Me vestiré rápido, en quince minutos bajo.

—Está bien, no te vayas sin desayunar.

Como le dije a mi madre, en 15 minutos ya estaba lista. Terminando de arreglar mi mochila mi celular sonó.

Anthony: ¿Lista?

¿Qué?, pronuncié en voz alta.

Yo: ¿Hola? Creo que te equivocaste.

Anthony: No es cierto. Estoy en la esquina de tu casa, vamos a clases.

Yo: ¿Estás bien?

Tony A.: Quiero que vayamos juntos al colegio ¿Quieres que te lleve?

Yo: Bueno, bueno, ya voy.

Anthony: Acá te espero.

Guardé el celular en mi mochila y la pasé por mis hombros.

—Adiós mamá, adiós papá. Los quiero.

—Liz ¿no comerás acá? —dijo mi madre.

—No mamá, guardé el sándwich en la mochila, se me va a hacer tarde además me llevarán.

—¿Quién?

—Anthony —Ella hace una expresión tratando de recordar de quién le hablo —. Es el chico con el que salí a terminar un proyecto hace unas semanas.

—Ah —Me mira como si lo que le acababa de decir no tuviera sentido— que te vaya muy bien, ve con cuidado.

Abrí la puerta, voy a salir, pero mi padre me detiene.

—Liz, una pregunta rápida ¿Cuál es el apellido de ese chico?

—Adams ¿Por qué?

Él frunce el ceño, —Anda con cuidado.

No le tomé mucha importancia y salí de la casa asintiendo.

Vi el auto de Anthony donde dijo que estaría, me subí y me quedé mirándolo. Tenía unos lentes oscuros que se quitó al subirme y ahora lo tiene en la mano.

Sonrió. Y analicé toda su cara, comencé por su linda sonrisa que me alegra cada momento, seguí con sus mejillas que ruborizabas se encontraban y sus ojos, tan dulces como la miel. Oh Dios, jamás me cansaré de describirlo. Sé que no lo conozco tanto aún, pero el tiempo que le llevo conociendo me hace pensar que es un chico ideal, pero también sé que eso realmente no existe, lo ideal es diferente para para uno.

Le devolví la sonrisa.

—Buenos días. —Enciende el auto.

—Buenos días —Que cortesía—. ¿Cómo estás?

—Fantástico —dice sin mirarme y presiona el acelerador, pues ya está conduciendo y debe mirar al camino —Y a ti ¿Cómo te fue en Wisconsin?

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