XX. Lo que siguió

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Pensé que mi día sería mejor hoy, mejor dicho, la semana. La situación empeora cada día más. He recopilado las notas que la persona me envía. Quisiera contarle a alguien, pero tengo miedo, tengo miedo de contar lo que pasa y que le sucedan cosas malas. No quiero poner a nadie en riesgo por mis cosas. Tendré que solucionar todo sola.

Hoy es viernes de nuevo y les contaré lo que sucedió desde la semana pasada.

El viernes al salir de clases —Y el resto del día— pareció ir normal, pasé mi examen con un 9.0 y fui de inmediato a mi casa. Pensé que luego de esas dos notas anteriores no iba a recibir más. Sin embargo, fui muy ingenua al deducir aquello.

Cada día una nota nueva me llegaba.

El sábado, cuando salí de la ducha y vestirme, quería leer. Por lo tanto, me concentré en ello, leí algunos capítulos de uno, y luego cuando cambié al otro, a el niño con el pijama de rayas noté una severa apertura en donde se encontraba el marca-libros. Abrí el libro y como se deben imaginar, era otra nota de esta extraña persona. Ni en mi propia casa podía dejarme en paz. La abrí, claro que tenía curiosidad de que fue aquello que escribió.

«Así te ves más bonita, en casa. Aunque le darás tiempo al responsable para encontrar otra víctima, sin que le estés distrayendo.
P.D. Ni siquiera pienses en llamarlo».

Evidentemente, mis ganas de leer se detuvieron. Así que me embutí en mis sabanas e hice una video llamada con mis amigas. Estaba sola en casa. En caso de que me pasara algo, podían ver o al menos oír algo. Pero al final no pasó nada, mis padres llegaron al rato y tuvimos una deliciosa cena familiar.

Salí con mis padres el domingo por la tarde. Cuando llegamos a casa alrededor de las seis de la tarde mi madre revisó el correo y me dijo que uno era para mí. Tomé el sobre y era otra nota. Al instante pensé en ver el sello postal del remitente y así ver de dónde me lo enviaban. Fue ineficaz, no había ninguna, fue arrancada. Esa nota decía:

«Me gusta que me hagas caso. No lo llamaste y todo va bien»

En ese momento mil preguntas pasaron por mi cabeza que las acompañaban dudas sobre qué es lo que estaba sucediendo y como se supone que esta persona sabía cada movimiento que hacía o, mejor dicho, sabía que no le hablé a Anthony.

¿Y si es Anthony quien escribe todo esto?

Esa fue la pregunta que tuve en mi cabeza toda la noche y la mañana del lunes.

Junto con un par más:

¿Cómo se supone que sabe que no me he contactado con Anthony?

¿Cuál es la posibilidad que la misma persona que escribe esto es el mismo que asesinó a Rachel e intentó matar a Andrew? Si es así, hablaríamos de Tony, ¿o no? No tengo pruebas. No tenía pruebas, ni una sola —ahora tampoco—.

Hablando de él, me estuvo llamando y dejando mensajes todo el fin de semana.
Por miedo a que haría el sujeto de las notas no le respondí, pero sí los escuché y leí todos.

Los que me envió fueron:

«¿Cómo estás? Te noté extraña en el campo y quería saber si estabas mejor».

«Rayos, te fuiste temprano, quería decirte algo».

«Hey, ¿por qué no me contestas?».

«Buenas noches. Descansa».

«Niña por favor responde no sé si te pasó algo o solo me estas evadiendo».

«Iría a tu casa si no fuera porque estoy ocupado».

«¿Hola?».

«¿Quieres ir a Rosie?».

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