39. Sorpresas inesperadas p3

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A pesar de aferrarme a una tenue esperanza de que en algún punto regresaría, de que podría ver su sonrisa de nuevo, Bradley llegó a mí para alejarme de su cuerpo, sin embargo, logré liberarme de su agarre y me acerqué a Sebastián una vez más, abra...

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A pesar de aferrarme a una tenue esperanza de que en algún punto regresaría, de que podría ver su sonrisa de nuevo, Bradley llegó a mí para alejarme de su cuerpo, sin embargo, logré liberarme de su agarre y me acerqué a Sebastián una vez más, abrazándolo, mientras mis lágrimas se derramaban por todo mi rostro, como un diluvio incesante.

—Señorita, es necesario llevarla a casa— artículo mi guardaespaldas, sus palabras resonando, pero pasando inadvertidas ante mi obstinación. —Vamos, Cory, deja que su familia se haga cargo.

Bradley volvió a sostenerme por los hombros y me condujo hacia el auto en contra de mi voluntad. Luché por liberarme, pero el esfuerzo resultó en vano. Finalmente, me encontré sentada en el asiento, con el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Observé con desesperación cómo me encerraba en el auto y activaba el seguro de niños para que no me escapara. Golpeé la puerta frenéticamente, las lágrimas ardiendo en mis ojos, suplicando que me permitiera quedarme con él, pero no obtuve respuesta.

La situación me resultaba confusa, desesperante. Anhelaba respuestas: ¿Por qué? ¿Cómo había ocurrido todo? Sebastián tenía una vida por delante, luchaba por recuperarse, por mantener su salud mental. Merecía más que marcharse con el peso del dolor en su corazón. Merecía la oportunidad de encontrar el amor, curarse y sanar las heridas que habían marcado su vida.

La amarga verdad que se imponía en mi mente me hizo comprender que el destino era un cruel verdugo, al que no le importaba arrasar contra personas inocentes y de buen corazón, pues se ensaña y hace sufrir a aquellos que solo anhelaban poder ver el amanecer de una larga y penumbrosa noche.

Me recosté contra la ventana, contemplando el camino. Las lágrimas caían en silencio, mi corazón latía con una intensidad abrumadora y mi respiración se descontrolaba. Había imaginado cómo sería perder a alguien de esta manera, no simplemente alejándose, sino dejando este mundo. Pero la realidad superaba con creces cualquier imagen mental. Vivirlo era como si una parte de mí también muriera, como si mi propia vida se desvaneciera con esa persona.

Al llegar a casa, salí del auto y me dirigí apresuradamente hacia la puerta. Mi único deseo era refugiarme en mi habitación, sumergirme en el sueño para escapar temporalmente de la agónica opresión en mi pecho. Sin embargo, mi madre me interceptó en el camino. No pude resistir la necesidad de un abrazo, un abrazo que me transmitiera consuelo. Me acurruqué en su pecho, ocultando mi rostro mientras el llanto fluía descontrolado.

—¿Qué ocurre, cariño?— preguntó con voz preocupada. Alcé mi rostro, mis labios temblando, incapaces de emitir una palabra.

Las manos de mi madre acariciaron mi rostro, secando mis lágrimas con ternura. Sus ojos reflejaban comprensión, y eso me reconfortó.

—Todo estará bien, princesa, lo prometo— dijo con suavidad.

Sacudí la cabeza entre sollozos.

—No, mamá, no será así.— Suspiré, tratando de controlar mi voz quebrada. —No pude salvarlo, no pude hacer nada para ayudarlo...

Corazones Tempestuosos (AQM I) (PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora