07. Celos Bestiales

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5 horas antes

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5 horas antes


Ithiel Halle.

Cerré los ojos recostándome en aquel sofá reclinable, mientras le hablaba a ella sobre lo ocurrido con mi novia.

Cory...

  Era en lo único que pensaba día y noche, en sus ojos miel, en sus dulces y tiernos ojos que me imploraban por amor. Estaba tan perdida pensando que podría amarla, una persona como yo jamás podría amar a alguien porque, como le dije a ella; amar es debilidad y solo daña a las personas.

  Me sorprendí lo fácil que era para Cory hacer que explotara o terminara rogando para que no me dejara. Habían pasado dos años sin necesidad de reproches o peleas absurdas como las que últimamente hemos tenido. Dos años sin problemas, pero algo cambio.

  Me reía de ella por ingenua, por tonta. Muy en el fondo creía que podría cambiar mi pensar sobre el amor, pero le hacía falta comprender que cuando no se quiere, no se puede y yo no quería amarla.

  Porque amarla sería aferrarme a alguien que solo me dañaba. Esos ojos llenos de lágrimas volvieron a mi memoria y yo intenté disipar la imagen de estos, cerrando los míos. Su aroma, sus labios, su maldita e insoportable mirada llena de ilusiones rotas, de dolor, de decepción... estaban ahí, presentes.

  No la podía amar...

Ithiel

  Su voz, su dulce voz era un eco en mi cabeza que me desestabilizaba y activaba mi ansiedad, mi inestabilidad volátil.

Ithiel

  Volví a escucharla, perdiéndome completamente, preguntándome ¿Cuándo parará?

  —¡Ithiel!

  Pero, entonces, llegaba ese momento exacto en el que abría mis ojos y despertaba de la fantasía que creaba al cerrarlos. Ella estaba frente a mí luciendo sus gafas de pasta gruesa, maquillada ligeramente y con su típica coleta alta, lisa y tan roja como la sangre. Llevaba un bolígrafo en su mano izquierda —era surda— y el cuadernillo en el que apuntaba notas importantes sobre mí en su mano derecha. No era una mujer adulta como mi madre o vieja como mi difunta abuela, era, más bien, una mujer de veintiséis años de edad. Muy joven, hermosa y con cuerpo curvilíneo. Ella se encargaba de hablar conmigo, de hacer liberar todo lo que nadie —a excepción de mis padres— sabían.

  —No tengo nada, hoy no.— Dije escrutándola con mi mejor mirada gélida.

  Mérida alzó una ceja, siempre empezábamos así; yo le decía que no tenía nada para contar y ella lograba hacer que hablara casi mágicamente. Se había matriculado en psicología general en Cambridge y desde hace tres años me trataba a mí.

  —La otra vez me contaste que te alejaste de Cory, pero ¿Por qué?— Cory nunca dejaba de estar detrás de mis sesiones terapéuticas y cada que escuchaba su nombre mientras yo estaba sentado o acostado en ese sofá, me frustraba, incrementaba mi enojo con la vida.

Corazones Tempestuosos (AQM I) (PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora