❌Está historia participa en los Premios Gemas Perdidas❌
Trilogía Tempestades
-Lo siento, Cory, pero esto es todo- Me había dicho esa noche fría y oscura, sin importarle verme llorar y suplicarle que no me dejara.
Dejándome ahí, tan desolada y desdic...
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OMNISCIENTE 10 DE ENERO DEL 2021
MANSION HALE.
En el complejo entramado de la vida, el amor, para Ithiel se presenta como un compromiso entre dos almas audaces. Sin egoísmo y desinterés se comprometen a apoyarse mutuamente a lo largo de la vida, enfrentandose a los desafíos que se les presenten con valentía.
Para él, incluso el amor también es un negocio, un contrato tácito que les promete una reciprocidad floreciente entre los dos.
Amar implica compartir sueños, prescindiendo de la opinión ajena, anhelando la felicidad del ser amado no por los regalos materiales, sino por la dulce melodía de su presencia.
El amor se erige como un faro, iluminando los recovecos más oscuros, convirtiéndose en el aire, los ojos y la luz que guía sus pasos.
El amor se convierte en una paradoja lógica para el corazón y una rebeldía ilógica desde la perspectiva biológica. Es un éxtasis que desafía toda razón aparente, un flujo de emociones que oscilan entre la muerte y la resurrección. Vivir y morir por el otro se convierte en una danza en la que se entregan a un sentimiento que escapa a cualquier análisis racional. Este torrente emocional emana desde lo más profundo de sus seres, desbordándolos en una espiral de pasión y devoción, donde la única medida es la intensidad del propio sentir.
Ithiel estaba enamorado, después de tres, casi cuatro años con Cory, había vuelto a enamorarse por completo de una mujer increíble y sus palabras y pensamientos no alcanzaban, siquiera a ser un ápice de lo que su ser sentía. Para él, era difícil expresar en gran magnitud sus sentimientos, prefería dejar el resto a la imaginación y en la comprensión que sienten aquellos que también están, o estuvieron enamorados.
La noche anterior Ithiel había estado pensando en lo difícil que sería separarse de Cory, desde que aprendieron a vivir juntos en una misma casa, él esperaba no volver a separarse ni un solo segundo de ella, pero las circunstancias los llevaron a hacerlo. Ithiel, siendo un hombre que solo había aprendido a expresar su enojo ante los demás, se encontraba emocionado, releyendo una y otra vez los mensajes que había estado enviandose con ella.
Y no era para menos, sus vidas cambiarían por completo una vez que anunciaran al mundo entero que estaban esperando un hijo y que se casarían en menos de dos meses.
La mañana siguiente, tras una noche corta, sus ojos se apretaron ante la inminente molestia de los rayos de sol entrando por su ventana. Se giró hacía la derecha, esperando poder descansar un poco más, sin embargo, había recordado qué día era y que debía hablar con sus padres para hacer un par de cambios en la gala. Abrió sus ojos y lo primero que estos miraron fueron el retrato de Melissa. Cada recuerdo a su lado se reprodució en bucle y tomó el retrato entre sus manos, colocándose boca arriba, dispuesto a detallarlo con añoranza.
Melissa siempre había sido una chica tan hermosa a sus ojos, incluso, a pesar de ser un poco rebelde. Había sido una parte importante de su vida, le había dejado huella y el recuerdo de ella persistió con constancia tras su muerte, sin embargo, él mismo aceptó que ya había pasado suficiente tiempo siendo atormentado por alguien que ya había dejado de existir hace algunos años.
