(27 DE SEPTIEMBRE DEL 2011)
Villaverde, Madrid, España.En una casa pequeña con apenas dos habitaciones, una cocina situada a un costado de la entrada y una sala con un sillón desparpajado y viejo, se encontraba un joven Jace Michael con apenas dieciséis años de edad. Angustiado, observaba a su madre agonizar en esa dura y vieja cama.
Los planes de ella nunca fueron dejar a sus hijos siendo sólo unos críos. Sarah solo quería tener las fuerzas suficientes para levantarse y darles todo lo que se merecían, quería mostrarles las maravillas de la vida aun sin tener un solo peso en mano, pero la vida había sido cruel con ella, le arrebató la oportunidad de ver crecer a sus queridos hijos, y ahora ellos debían seguir adelante y vencer los obstáculos que se interpongan en su camino.
Lexi, la más pequeña, lloraba abrazada a su regazo, había estado así durante los últimos dos días, no podía procesar el hecho de que pronto se quedaría sola, sin su madre, y menos era capaz de entender por qué la vida se había ensañado tanto con ellos, por qué tenía que ver a su madre morir por una enfermedad que solo infectada su sangre.
¿Por qué ella? ¿Por qué no yo?
Se preguntaba una y otra vez, mientras abrazaba a su madre sin parar de llorar, en cambio Sarah solo acariciaba su melena rubia, asegurándole que aunque no esté físicamente, siempre estaría ahí para ella, en las flores, en el aire, en cada pequeño detalle que ella en algún momento le regaló a su mamá.
—Todo estará bien, mi niña— Había dicho la mujer en agonía a su pequeña hija.
Pero no le creía ¿Cómo sería posible eso después de su partida? A la pequeña Lexi se le hacía difícil creer que saldría adelante después de una pérdida como tal.
—¡No, mamá! Te vas a ir ¿Y qué va a ser de mí?— Vociferó levantando su rostro empapado de lágrimas en dirección de ella, a Sarah le dolía el corazón al verla tan desahuciada, era apenas una niña de diez años, no tenía porque sufrir todavía, ella debía crecer a su tiempo, no a base de golpes y pérdidas, pero desgraciadamente, ni Sarah, ni sus hijos podían cambiar el destino de sus vidas. —¡No me dejes sola, mami!
—Lex— Murmuró su hermano, tomándola de los hombros para separarla de la mujer en cama. Jace se colocó en cuclillas y abrazó a su pequeña hermana, aun sabiendo que ni por más abrazos de oso que le diera, calmaría el dolor que escocía en su corazón. Un minuto después, se separó de ella unos cuantos centímetros y apartó las hebras de cabello que caían sobre sus ojos grandes y expresivos. —Ey, escúchame mamá necesita descansar y tú, pequeña abejita, necesitas dormir para ir al colegio mañana.
La niña negó indispuesta a hacerlo, no quería irse y descubrir que su madre se había ido sin poder despedirse de ella, no quería aceptar que la vida se le estaba yendo. Ella lo que quería era poder tenerla en cada fase de su vida, poder contarle sobre sus metas y sueños, los amores que tendría o los logros que obtendría para que se sintiera orgullosa de ella, pero la vida era injusta, se llevaba a quienes no merecían irse, solo porque así se declaró que sería.
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Corazones Tempestuosos (AQM I) (PGP2024)
Teen Fiction❌Está historia participa en los Premios Gemas Perdidas❌ Trilogía Tempestades -Lo siento, Cory, pero esto es todo- Me había dicho esa noche fría y oscura, sin importarle verme llorar y suplicarle que no me dejara. Dejándome ahí, tan desolada y desdic...