Capítulo 15

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Escuché pasos de tacones supuse que Susan ya estaba lista, llegó a la sala muy hermosa, con un vestido corto rojo sin escotes, los tacones medían como 5 pulgadas finos. Caminaba muy sensual, mostrando su figura detallada femenina.

—Vamos estoy lista —dijo sonriendo mientras se aproximaba a mí.

—Vamos —repetí parándome del sofá.

—Vine en mi auto, nos vamos y te traigo en el —saqué la llave de los bolsillos de mis jeans.

Salimos de la casa, nos montamos en mi auto cuando entré la llave tuve una interrogante, pausé y rodée mi cabeza hacia Susan luego retorné hacía adelante.

—Susan, estoy sencilla y tú muy elegante —recalqué mirando hacia la calle—. ¿A dónde vamos?

—A tomar —me respondió —. ¿Acaso no recuerdas qué querías tomar?

—Sí, no sé... —pausé—. Estoy algo distraída.

—Arranca y vámonos en el camino pensaremos —musitó.

Arranqué el auto y decidimos ir a un club. Dejé el móvil en el auto.

Los hombres miraban a Susan con lascivia, de hecho estaba muy guapa. Pedimos whisky, de pronto se acercaron unos chicos a nosotras, tomaron asiento sin nuestro permiso.

—Disculpen chicas —pronunció uno de ellos —. ¿Podemos quedarnos aquí?

Susan estaba a mí lado, por lo tanto los chicos estaban al frente de nosotras.

—Sí —afirmé.

—Sí —repitió Susan.

—Somos hermanos mi nombre es Berlin —presentándose —.  Y él es mi hermano Beto.

—Es un placer —dijo Beto.

—Gracias igualmente —respondí.

—Mucho gusto chicos —contestó Susan.

Continuamos conversando con los chicos a medida que pasaba la hora nos parecía interesante. Los chicos estaban emocionados, nos invitaron a bailar pero yo me negué, Susan no se resistió quedando yo sola en ese momento con Beto.

Beto me griñó un ojo, yo en cambio le devolví una sonrisa. Ya tenía el alcohol en mi casa. Se movió a sentarse a mi lado, di un trago y sin darme cuenta sentí su boca junto a la mía. Estábamos ardidos y continuamos tomando. Al rato llegaron Susan y Berlín, se sentaron al frente de nosotros dándose besos en frente de nosotros, Beto y yo echamos carcajadas estábamos tomados.
Tomamos y tomamos hasta que cerraron el lugar.

Susan, Beto, Berlin y yo nos fuimos a la casa de Susan, nos quedamos ahí, Beto conmigo y Berlin con Susan.

Al día siguiente...

Desperté, abrí los ojos con dificultad, pude ver que alguien estaba a mi lado, percibí que no tenía ropa, abrí mis ojos. Rodée mi cabeza y vi a Beto. Me pegué un susto, lo que el alcohol me había provocado. Puse mi mano derecha en mi pecho.

Me levanté de la cama, fui hacia la dirección de Susan cuando abrí la puerta de su habitación la ví con Berlín. Cerré la puerta proseguí a retornar. Abrí la puerta lentamente de la habitación donde había dormido con Beto, tomé una ducha, me puse mi ropa y me marché. Cuando encendí el auto tuve un dilema en mí, de cuál sería mi dirección. Tenía que decidir si ir hacía mi apartamento o hacia el apartamento de Alexis. Tomé una decisión, decidí ir a donde vivía con Alexis. Entré sin ganas la resaca me estaba matando, fui a mi habitación a buscar una pastilla, vi la habitación ordenada. Tomé el jarrón y un vaso de agua, la tomé y me tumbé a dormir.

Desperté como en eso de las once de la mañana, mi estómago crujía de hambre, preparé la suficiente comida para volver a repetir, me tumbé en el mueble quedando dormida otra vez. Cuando abrí mis ojos ya Alexis se encontraba sentado en el otro lado del sofá. Me compuse para quedar sentada. Alexis se dio cuenta que yo estaba despierta y detuvo su mirada en mí.

—No me dijiste que venías hoy —comentó.

—No viene hoy, fue ayer lo que pasó es que me quedé con Susan salimos, tomamos y estaba muy borracha —le expliqué. Alexis se quedó perplejo le tomó por sorpresa mi llegada.

—¿Cómo que no viniste hoy? ¿Susan y tú...? —respiró —. Ustedes son grandiosas sí que sí.

Me aproximé a él, hizo que su cuerpo cayera en el mueble quedando su cabeza en mis piernas, le acaricié su rostro y le di un beso en la mejilla.

—Mi amor sabes cómo soy —le recordé —. Soy impredecible, extrañé Madrid y su gente. ¿Me comprendes?

—Te juro que cuando vine me pegué un susto, no me esperaba que tú venías, cualquiera podría asustarse, si estás sola en un lugar, no esperas a que nadie esté —aclaró.

—Cobarde —reí.

—No te burles de mí —reprochó —. Mala.

—Me dices mala pero no me dejas —le recordé —. Soy tu bandida.

Alexis se sonrojó, dejó ver su rostro enamorado, esos ojos verdes tan neutrales, que aveces cambiaban a amarillo, marrón, etc.

—Pareces un chiquillo —murmuré acariciándole el pelo. Le sonreí.

—Lo soy —susurró —. Soy tu bebé.

—¿Ah sí? Y... —memoricé algo —. ¿Qué fue eso que me escribiste hace días?

—¿Qué? ¿Acaso tiene algo de malo? —demandó —. Tú tienes 20 años y... y en dentro de 2 años 22, ya habrás terminado la universidad, tendrás un buen trabajo. ¿O acaso tendrás miedo?

—Alexis vamos con calma—respondí —. Despacio, tenemos que vivir poco a poco, disfrutar de la edad y después sí, podríamos pensar en casarnos por la ley tener un hijo.

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