Capítulo 34

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El resto de las semanas que Sebastian y yo pasamos en Inglaterra, la pasamos conociendo la ciudad y un poco de nosotros. Pudimos a distancia seleccionar las asignaturas de la universidad.  Jeremy nunca me había escrito y ni yo a él.

Nos limitamos a tener un contacto que siempre habíamos tenido. Según Sebastian era mejor así.

Una semana antes de regresar a la universidad decidimos volver a Madrid. Una vez de vuelta nos despedimos y cada quien regresó a su morada. Cuando llegué a mi apartamento encontré a Jeremy acostado boca arriba sobre el mueble grande con los ojos cerrados, entre junto con las maletas y no se había movido, lentamente caminé hacia mi habitación y vi botellas de alcohol vacía.

—De seguro debe de estar borracho.

Dejé mis maletas hacia un lado mientras observaba que todo estaba en orden.

—Bien por Jeremy.

Me recosté sobre mi cama suspirando y meditando que de  verdad me hacía falta estar en mi apartamento, pero sobre todo cerca de Jeremy, las cosas entre él y yo era más que una costumbre. Durante unos minutos permanecí ahí tranquila, luego tomé mi móvil y ordené una pizza, más tarde me movilicé hacia la sala y visualicé a Jeremy en el mismo lugar que lo vi, pero especialmente estaba con los ojos abiertos.

—Idiota —pronuncié mientras me aproximaba a él.

Inmediatamente se movió y se quedó mirándome fijamente sorprendido.

—¿Juliet? ¿Cuándo llegaste?

—Hace minutos, ordené una pizza.

—¿Quién te dijo que yo quiero pizza?

—Mal agradecido —mascullé enojada.

Jeremy apartó su mirada de mí. Y me senté en frente de él sin apartar mi mirada de él ni un segundo.

—¿Estás enojado conmigo?

Por unos segundos largos no me contestó y esperé a que él me pudiera contestar aunque sea un poco. De un momento a otro colocó su mirada en mí.

—¿Te parece justo que ni siquiera un hola de ti recibí?

—Lo siento, Jeremy. Pensé que no te interesaría.

—Claro como para ti es más importante pasar el tiempo con Sebastian que conmigo.

Ignoré por completo lo que había dicho porque sabía que no iba a salir bien nuestra charla, ninguno de los dos volvimos a pronunciar nada. En un rato mi orden había llegado, y comencé a devorar la pizza. Jeremy no se movilizó a tomar un pedazo y permaneció pensativo observando hacia el piso. Cuando me sacié el estómago, tomé refresco y me recosté satisfecha en el sofá.

—Jeremy, lo siento, ¿sí? Deja tu cara de amargado, verdaderamente no la pasé como yo esperaba. Sebastian es extraño.

Se rio.

—¿Por qué no regresaste antes?

—Porque estaba conociendo Inglaterra y de tanto pasear se nos olvidó vivir un poco más.

—¿O sea que...?

—Es un país aburrido definitivamente —determiné —. Pero es atractivo.

—¿Por qué no se movieron hacia otro lugar?

—Porque Sebastian tiene familia allá y él estaba compartiendo. Pero me parece que a él no le gusta mucho estar allá. Lo sentía como extraño y de verdad no era él.

—¿En las próximas vacaciones vendrías conmigo a Suiza?

Suiza era uno de mis destinos favoritos, nunca le diría que no a Jeremy.

—Claro, mis abuelos nos esperan. Y tú Jeremy tienes muchas cosas que contarme.

Jeremy me miró extrañado.

—¿Yo? ¿Estás loca? ¿Qué tengo yo que contarte?

—Tu viaje improvisado hacia Suiza.

—Ya te conté todo. ¿Qué más quieres que te diga?

—Tú también estás envuelto en misterio Jeremy. Pero nada dejemos esto así como está.

Jeremy me miraba con una ceja alzada.

—¿Cuánto tienes sin sexo?

—No me digas que desde que te fuiste no tuviste sexo —se rio.

—La pregunta fue para ti, no para mí.

Se quedó callado mirándome sin decir nada. Me sentí incómoda y me movilicé hacia mi habitación, desde allí tomé mi móvil y le marqué a Susan.

—¡Juliet! ¿Qué te cuentas?
—¿Qué haces?
—Nada, aquí en mi casa aburrida.
—¿Por qué será que siempre me dices lo mismo?
—Pero Juliet. Oye, ¿podrías venir a mi casa hoy?
—Susan, hoy vine de viaje. Y Jeremy está furioso, lo que menos quiero es discunción. ¿Podrías tú venir?
—Bueno, está bien. Ya que tú insistes.
—Te espero Susan, a ver si lograr a ablandar el corazón de Jeremy.
—Nos vemos luego.

Cuando Susan colgó, dejé mi móvil hacia un lado, hasta que Susan había llegado a mi casa. Salí de mi habitación y llegué a la sala, visualicé a Jeremy en el mueble boca arriba sobre el mueble.

—Susan está en la puerta, Jeremy.

—¿Por qué diablos la llamaste? —masculló.

—Hola quiso venir por si sola.

Continué caminando hasta que abrí la puerta, Susan entró muy sonriente mientras yo cerraba la puerta.

—¡Hola! —gritó Susan.

—No somos locos Susan —reprochó Jeremy.

Me aproximé hacia el mueble frente a Jeremy y vi que Susan se sentó al lado de él, le dio un beso en la mejilla y Jeremy se quedó igual con una cara hecho furia.

—Sonríe Jeremy —dijo Susan.

—¿Para qué? —cuestionó Jeremy —. No estoy de humor Susan.

—Pesado —pronunció Susan —. Menos mal que vine. Jeremy hace tiempo que nos damos una rumba.

—Con lo pesado y odioso que está —ironicé.

Me eché a reír y Jeremy me fulminaba con la mirada.

—Jeremy está falta de una mamada —alegó Susan.

Jeremy rodó los ojos.

—No, eso no le quitaría el mal humor Susan, está mañana me ofrecí para sexo y se negó.

—Mentirosa, eso no es verdad —protestó Jeremy.

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