Capítulo 16

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—Tú decides —sentenció —. Hay muchas mujeres que les gustaría casarse conmigo.

—¿Me estás amenazando? —cuestioné sorprendida —. ¿O no?

—Vamos a nuestra habitación ¿sí? —griñó un ojo —. Tenemos varios días sin sexo.

—No me cambies de tema Alexis —me rehusé. Dejé de acariciarle el pelo.

—Tú no me cambies de tema —recalcó. Indicándome con su dedo índice.

Gruñí, crucé los brazos y achiquée mis ojos. Alexis se levantó tomándome del brazo luego llevándome a la habitación.

Me tumbó en la cama, en ese momento me vino los recuerdos de cuando Jeremy hacía lo mismo en Suiza, me tumbaba a la cama, recordé como me acariciaba, mis pelos de mi piel se erizaron, recordar a Jeremy era algo que me transportaba a otro mundo, desperté de mis recuerdos cuando Alexis se subió encima de mí.

—¿En qué piensas? —me preguntó acariciándome la cara.

—Cosas sin sentido —le respondí.

Sonreí.

Alexis me quitó la ropa luego abrió mis piernas colocándose en medio de ellas, inclinó su cuerpo hacia mi cuerpo quedando encima de mí completamente, nos besamos arduamente sintiendo calor entre nuestras piernas, de pronto sentí su pene entrar en mi lentamente, tomó mis manos y las enlazó con las de él, apretándolas con fuerza, colocó su cabeza al lado de mi cabeza mientras embestía su pene en mi vagina, sentía su respiración entrecortada, mis gemidos y mis gritos de placer, lo volvían loco haciendo acelerar su velocidad hasta que llegamos al orgasmo donde se intensificó nuestros gemidos uniéndose en un orgasmo magnífico.

—Te extrañé mucho mi vida —susurró.

—Yo también —contesté.

Volteó su cuerpo quedando separado de mí, quedando ambos desnudos y dormidos.

Al día siguiente...

En la hora de la tarde Alexis se encontraba viendo la televisión el partido de football. El teléfono sonó, Alexis se levantó sin ganas a tomar el teléfono, yo me quedé en la cocina leyendo revistas.

—Amor, te llama Susan, quiere hablar contigo —me dijo pasándome el teléfono.

Lo dejó en la mesa del comedor de la cocina, me levanté a tomarlo.

—Susan ¿qué tal?
—Bien, digo muy bien, oye te llamo porque quiero que vengas hoy pero que sea sin Alexis.
—¿Qué quieres?
—Ven y lo sabrás.
—Está bien, iré.
—Te espero.

Colgué, dejé el teléfono en su lugar, luego le comuniqué a Alexis que yo iba a salir, sólo me dijo un «sí» por estar viendo la televisión. Me cambié de ropa y salí a casa de Susan.

Cuando me estacioné pude ver un auto al frente de la casa de Susan. Me preguntaba «quién rayos estaría ahí». Salí de mi auto decidida a entrar. Susan me recibió y caminamos hacia la sala pero no vi a nadie, hablamos un rato y no mencionó nada de que había alguien más o más personas.

—Susan cuando vine ví un auto afuera justo al frente de la entrada —pronuncié con curiosidad —. ¿Sabes de quién es?

—Sí —afirmó —. ¿Quieres saber quién es?

Sonrió.

—Obvio —demandé.

—Espérame aquí, vuelvo enseguida —se levantó y salió de la sala.

Al rato Susan entró muy sonriente y detrás venía Jeremy con una hermosa sonrisa. Caminó hacia mí. Mis pensamientos se iban lejos recordaba sus manos sobre mi piel, sus embestidas salvaje, sus besos que me hicieron enloquecer en Suiza y me llené de calor. «Ufff». A la vez mi corazón latía como loco y desvaneciéndome de amor. Se paró justo al frente de mí.

—Vaya, antes de ayer me dijiste que venías en un rato y ya son dos días, me dejaste sólo en tu apartamento —reprochó mirándome—. ¿Dónde estuviste?

Respiré.

—Estuve bien lejos de ti —le respondí tajante.

Volteó hacia Susan y habló señalándome.

—Ves Susan como me trata tu amiga —espetó.

Asintió.

—Entiéndela Jeremy —respondió Susan.

—Ni modo —mencionó sentándose a mi lado.

Susan se sentó en frente de nosotros.

—¿Llevaste tus cosas a tu casa Jeremy? —le pregunté mirando a Susan.

—No —negó mirándome —. No te lo había dicho pero me encanta tu apartamento si quieres te lo compro. ¿Qué dices?

Fruncí el ceño.

—No, mi apartamento es mío y sólo mío —me negué.

—Podemos compartirlo si quieres —comentó Jeremy.

Jeremy retornó a inclinarse a mí.

—No sé qué te sucede pero sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras —me susurró al oído. Esas palabras me calentaron aún más, un torbellino se revolteaba en mi barriga.

Se inclinó aún más, quedando muy cerca de mí, podía sentir su respiración. Después me mordió el lóbulo de la oreja. Y mis ojos se cerraron por aquel roce, dilatado mis pupilas. No podía oler, escuchar, ver y ni hablar. Abrí mis ojos cuando pude componerme y vi a Susan observándonos.

—¿Te parece justo lo que me haces? —le cuestioné dándole un golpe con mi codo a su estómago.

—Injusto sería que te dejara con las ganas —me respondió.

Lo miré frente a frente, no me pude resistir a sus palabras, mordí mis labios, pegué su boca a la mía uniéndonos a un beso eterno.

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