Capítulo 47

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Nos ubicamos cómodamente en la arena, y alquilamos una mesa y demás cosas para pasarla en la playa. Durante casi dos horas permanecimos sentados, hasta que decidimos llegar hacia el agua salada. Yo tenía mucho tiempo que no nadaba y me costó un poco recordar. Sin esperarlo de un momento a otro Jeremy me detuvo y me colocó frente a él, cuando giró su cabeza hacia la izquierda lo vi riéndose.

—¿Qué te sucede?

Se detuvo y se giró hacia mí.

—Quiero hacer algo —volvió a reírse—. Pero me aguantaré.

—Estás loco.

Volvió a girar su cabeza y yo volví a hacer lo mismo.

—¿Qué es lo que tienes pensado, Jeremy?

—Nada malo Juliet —me respondió sin mirarme, se encontraba mirando fijamente a Tamara y a Maximiliano besándose—. ¡Oigan, qué asco! —vociferó y volvió a reírse.

Pero Tamara solía no tener paciencia y al escuchar a Jeremy se apartó de su novio y le puso atención a este.

—¿Ni siquiera en este momento me podrías dejar en paz? —cuestionó Tamara y rodó los ojos.

—Tú sabes que es porque te quiero —sonrió Jeremy—. El día de que yo lo deje de hacer debiera de preocuparte.

Ambos dejaron de mirarse y tomé a Jeremy por el brazo llevándomelo un poco más lejos de ellos.

—Camina rápido aguas fiestas —le dije mientras íbamos hacia otra dirección.

—¿Eso crees mami? Tamara es muy dramática, me gusta molestarla. Ojalá que algún día ella deje de ser como es —se expresó Jeremy.

—Aveces ustedes se pasan, pero son cuestiones de ustedes obviamente.

—Claro. Uy. Tengo ganas de hacer el amor mami.

—Nunca se te quitan las ganas, Jeremy.

—¿A ti no Juliet?

—Reconoce que por lo menos te he sacado del mundo de la depravación en el cual estabas sumergida.

—¿Depravación? ¿Vivir libremente sin reglas? De verdad que eres ridículo. Sueles ser muy moralista entre veces.

—Tú me conoces y aunque yo sea un hombre sabes de que no estoy de acuerdo con muchas cosas en la vida como por ejemplo lo que solías hacer y lo que hacen tus amigas.

—Verdaderamente eres muy raro Jeremy. Muy raro.

Suspiré.

Me detuvo y se colocó frente a mí, rodó sus manos alrededor de mi cintura 

—Pero tú no eres tan santo de mi devoción —le aclaré mientras yo hacía lo mismo que él.

Me sonrió.

—¿Qué tiene de malo ser un poco serio? —cuestionó Jeremy.

Respiré profundamente.

—Es que tú quieres que algunas cosas sean como tú lo piensas. Prefiero ser inmoral que vivir en una vida llena de hipocresía y fingir todo el tiempo. Prefiero expresarme como lo que soy.

—Ya no, Juliet. No voy a permitir que estés de boca en boca como antes.

Sonreí.

—¿Y eso por qué? ¿Acaso...? —hice una mueca—. ¿Me amas?

—¿Lo quieres saber? —se quedó pensativo por unos segundos, luego continuó hablando—. La verdad es que no me había dado cuenta de que entre tú y yo habían cambiado muchas cosas. Reconozco que me volví loco por Mery y me frustré de una manera tal que me olvidé de vivir. Realmente prefiero no hablar de Mery, sólo hablemos de tú y yo —sonrió.

Me quedé pensativa en ese preciso momento, verdaderamente él había cambiado en varios aspectos de la vida.

—No me has dicho nada, Jeremy.

Se inclinó más hacia mí y me dio un beso en la boca, luego recostó su cabeza sobre mi hombro derecho.

Respiró hondo.

—Claro que te quiero Juliet.

Permanecimos así durante un buen rato hasta que sentí sus manos bajar alrededor de mi cintura. Apartó su cabeza de mi hombro y continuó hasta más abajo, y me quitó parte del viquini.

—Ven, acércate más a mí —pronunció.

Coloqué mis dos piernas alrededor de si cintura, y empezó la acción, por el momento nos olvidamos de todo a nuestro alrededor y cuando terminamos observé que atrás de Jeremy había un señor que nos  estaba mirando y me sonrió.

—Nos olvidamos de la gente, Jeremy —le comenté a voz baja.

—No me importa.

—¡A ti no, pero a mí sí! —exclamé, luego bajé la voz—. Nos estaban viendo.

Se rio.

—¿Te importa eso? La ridícula eres tú ahora.

—Ese señor que está detrás de ti se emocionó con todo el show que tuvimos aquí.

Me miró extrañado. Luego se giró. Y el señor le sonrió.

—Felicidades —pronunció el señor.

—Muchas gracias, señor —le contestó Jeremy—. ¿Verdad que somos buenos?

El señor afirmó.

Después Jeremy se giró hacia mí.

—Vamos hacia a aquellos ridículos —pronunció señalando a Tamara y a su novio.

Nos desplazamos en el agua y llegamos hacia nuestros amigos. Por el momento sólo estaban abrazados.

—¡Qué vergüenza! —grité cuando llegamos hacia ellos.

Tamara y su novio me miraban extrañados.

—¿Qué pasó? —me preguntó Tamara.

—Un señor se quedó observando mientras Jeremy y yo hacíamos el amor —le respondí, Tamara se rio.

—Cállate, ridícula. Ese señor lo disfrutó, de seguro utilizó a Manuela —se expresó Jeremy.

—Me imagino el espectáculo de ustedes —comentó Tamara.

Más tarde volvimos hacia la arena donde comimos y nos quedamos por un buen rato hasta que llegó la hora y partimos hacia mi apartamento.

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