Capítulo 31

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Berlín y Susan se habían tardado ya un buen rato. Lo que se me había ocurrido era de que sería posible de que estuvieran cogiendo por ahí. El alcohol ya había consumido mi cerebro al igual que el de Beto.

—Ya son las once de la noche y no aparecen —pronuncié.

Beto aún se encontraba a mi lado.

—¿Te digo la verdad? Ni me acordaba de ellos —comentó Beto.

Continuamos tomando y conversando, pero ya la hora de cerrar la discoteca se estaba aproximando.

—Beto buscaré a Berlín y a Susan. Quédate aquí por si vienen.

—¿Y si se les olvidó a ellos de que vinieron con nosotras?

—Yo trataré de recordárselo.

Me moví de donde estaba sentada, caminaba por el área buscando con mis ojos a los demás, bajé del VIP hacia la posts de baile, y no los vi. Caminé toda el área de la discoteca y nada de verlos.

Al final decidí regresar y acompañar a Beto. No tuvimos noticias de ellos, cuando íbamos saliendo de la discoteca un seguridad nos llamó. Beto y yo nos mirábamos extrañados, ninguno conocíamos a ese sujeto. Lentamente nos aproximamos a aquel hombre.

—¿Qué quiere usted con nosotros? —le preguntó Beto.

—¿Usted es Beto y su acompañante es Juliet? —cuestionó el seguridad.

Me sorprendí por su pregunta y sentí un poco de temor.

—Así es —le respondió Beto.

—Susan y Berlín les dejaron dicho de que no lo esperen. Se retiraron a algún lado.

—¿Qué? No, no, pero... —pausó Beto y se giró hacia mí incrédulo.

Ambos no podíamos creerlo. Susan nunca había hecho eso y me sorprendía su actitud.

—Beto vámonos, no hacemos nada aquí parado.

—Cierto —se metió las manos en los bolsillos —. Vamos a mi casa.

—Sí Beto vamos.

Nos movimos hacía dónde el auto de Beto estaba parqueado, y nos trasladamos hacia su casa. Como siempre la casa de Beto lucía impecable. Con mi mirada detallaba todo el lugar, mientras Beto caminaba quitándose la correa de los pantalones. Se giró y me invitó a que lo acompañara.

Emprendí mis pasos y con Beto llegué a su habitación, todo me daba vueltas, veía la casa dándome vueltas. El alcohol haciendo de estragos. Cuando llegamos a la habitación Beto me tomó por la cintura de espalda y me apretó junto a él.

Pegó sus labios a mi cuello y me besaba dándome mordidas, mientras con sus manos me acariciaba los muslos, y suavemente me iba subiendo el vestido hasta que lo logró.

Me aparté para quedar frente a él, y le desabroché los pantalones, y procedimos a quitarnos todo lo que teníamos puesto. Después me recosté en la cama y Beto se acomodó encima de mí. Nuestros labios volvieron a unirse hasta que las ganas no se aguantaron y Beto se movió para embestirme, entraba y salía de mí suavemente, mientras el eco de nuestros gemidos se escuchaban en la habitación.

Esa noche dormí allá y dejé mi móvil apagado en el carro de Beto.

Al siguiente día cuando me desperté Beto no se encontraba a mi lado, me movilicé a tomar una ducha y a cepillarme los dientes. Pero pensé de que no me sentiría cómoda regresando con el vestido que Susan me había prestado. Me coloqué un albornoz y me desplacé hacía abajo, cuando pisé el último escalón llamé a Beto.

—Estoy en la cocina —me contestó.

Pero no recordaba donde específicamente se encontraba la cocina, doblé a mi izquierda y en la última puerta pude ver a Beto.

—Uf, abrí tres puertas de esta casa con la duda de no recordar donde se encontraba la cocina —pronuncié mientras caminaba hacia adentro.

Beto me sonrió.

—¿Será por qué cada vez que vienes a mi casa vienes ebria?

—Puede ser Beto, puede ser —respiré y me senté en el desayunador.

—Aquí tengo algo para ti —colocó un plato con macarrones con queso a mi frente —. Quiero que te lo comas.

—Justo a tiempo —sonreí —. ¿Qué hay para tomar?

Se giró hacia la nevera y sacó una lata.

—Ah, aquí tengo una malta —la colocó frente a mi plato —. Vengo dentro de un rato Juliet, voy a hacer una llamada.

Deboré lo que tenía al frente de mí e incluso me bebí la lata de malta que Beto me había dejado. Yo no pensaba en nadie y no en nadie, pues yo era una mujer libre. Observa el reloj de la cocina neutral en lo que Beto aparecía.

Beto apareció en la cocina como en eso de 20 minutos de haberme dejado sola y se sentó en la silla que estaba a mi izquierda.

—¿Qué harás hoy Juliet?

—Buscar mi auto en la casa de Susan y regresar a mi apartamento.

—Te acompaño.

—No Beto. Tengo un huésped muy ruidoso en mi apartamento.

—¿Quién es tu huésped?

Esa pregunta me dejó pensativa. Que quién era mi huésped. No sabía ni por donde empezar.

—¿Juliet? ¿Me estás escuchando?

En seguida reaccioné y salí de mi burbuja.

—Sí, te escucho. Disculpa, es que me detuve a pensar.

—Te pregunté; qué quién es tu huésped.

—Ah, es una persona de la cual en este preciso momento no quiero hablar.

—Bien, vamos a ver escuchar Juliet.

Beto se movió del asiento y yo lo seguí, escuchamos música por algunas horas, luego Beto ordenó pizza y continuamos escuchando música y conversando mientras pasaba el resto del día.

En la noche Beto me llevó hacia la casa de Susan, y se quedó como dos horas conversando con nosotras. Cuando se había retirado, vi la gloria porque al fin podía conversar con Susan a solas.

—Susan, ¿te ha llamado Jeremy?

—No sé Juliet. Yo vine hace poco que ustedes vinieran y no he revisado mi móvil.

—Ni yo he revisado mi móvil. En verdad no lo pensé, pero debí de decirle a Jeremy de este yo no iba a dormir allá, podría estar preocupado.

—Ay Juliet, en verdad no te entiendo amiga. Ve para tu apartamento.

—¿Me estás votando Susan?

—Sí, te estoy votando. Hablaremos luego.

Achiquée los ojos y me movilicé de la casa de Susan.

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