Capítulo 13

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Dormí como por casi 3 horas. Estrujé mis ojos, ladée mi cabeza, puse mis pies en marcha. Caminé hacia el pasillo sin saber mi rumbo, bajé las escaleras desde allí olfatié un rico olor, obviamente proveniente de la cocina.

—Ummm que rico olor —murmuré.

Llegué allí, Jeremy estaba preparando una deliciosa salsa de tomate y otra bechamel, a la vez horneaba una lasaña en el horno, pude observar pescados fritos, y unos camarones salcochados.

—Jeremy todo muy rico pero... —pausé —. ¿Dónde está el postre?

—En el otro horno tengo horneando brownies —me respondió moviendo la cacerola con la salsa bechamel.

—Mmmmm rico —pronuncié —. De bebida supongo que pondrás a la mesa un vino.

—No —negó con la cabeza —. Beberemos champán.

—Rico, todo muy rico —le dije con una sonrisa.

—Añade uvas verde y fresas por favor —comenté sentándome en una silla.

Tomé mi móvil y lo teclée en lo que Jeremy terminaba de preparar la cena. Cuando estuvo lista Jeremy arregló la mesa y nos movimos al comedor principal de la casa. Todo estuvo perfecto.
Nos habíamos pasado un poco de copas, decidí no beber más. Le quité la copa a Jeremy, la puse encima de la mesa a una distancia que no pudiera alcanzarla.

—Ya no tomaremos más —indiqué con mi dedo índice hacia arriba —. Vamos.

Se sonrojó.

—Dame un beso —susurró acercando su cara hacia a mí.

Colocó sus dos manos sobre mi cara, hizo presión acercándome a él y me besó. Me aparté de él, agarré su mano, levanté mi trasero de la silla, intenté moverlo para que viniera conmigo y lo llevé a mi habitación.

Me agarró por mi cintura de espalda, apretándola con sus manos, jaló mi cuerpo hacia atrás chocando nuestros cuerpos, pude sentir su erección, lo tenía duro listo para atacar. Pasó su lengua sobre mi cuello de abajo hacia arriba, luego dio una mordida en mi cuello esas caricias preliminares me llenaron de excitación. 

Me empujaba con presión para que caminara, dando pasos y empujándome. Me tumbó en la cama, yo lo miraba irreconocible. «Ese no era el Jeremy que yo conocía» se puso de rodillas en la cama avanzando a mi lentamente por mi alrededor quedando yo en el medio de sus piernas, se quitó la camiseta tirándola luego al piso, procedió desabrochándose el pantalón, se inclinó hacia a mí apoyándose sobre la cama hasta quedar encima de mí, el contacto de su cuerpo con el mío, provocó que saliera de mí un leve gemido.

Colocó sus labios sobre los míos, haciéndolos abrir con su lengua, un corrientazo recorrió todo mi cuerpo, sentía un torbellino en mi varriga, enamorándome más y más de él. Mientras nos besábamos con pasión, me quitaba la ropa con furia después se deshizo de sus jeans y su boxer. Abrió sus piernas y se colocó en medio de mis piernas .

Con su pene intentó abrir los labios menores de mi vulva, e introdujo su pene con fuerza haciéndome retorcer de placer y gemir, entraba y salía de mí con fuerza. Podía escuchar los gemidos de Jeremy que entre veces se cortaban por su respiración agitada.

Al día siguiente...

Ya en la tarde yo estaba en el área de ver televisión, Carmen se acercó a mí con el teléfono en mano, me imaginé que tenía una llamada en espera.

—Juliet tu amiga Susan está en el teléfono —me informó caminando hacia mí.

Me entregó el teléfono y hablé con ella como por una hora. Al rato entró Jeremy y se acomodó en el mueble.

—Juliet —mencionó.

—Dime —contesté.

—¿Cuándo vamos a ir a España? —me preguntó. Rodée mi cabeza para mirarlo.

—¿Cómo qué cuándo Jeremy? —inquirí —. Yo no vine contigo.

—¿Ah sí? ¿En serio? —echó una carcajada.

Lo miré perpleja «¿Será que él se atrevió a venir en el mismo avión qué yo?»

—Aja —. Asintió —. Yo vine contigo.

—Tú... Tú... —titubié. Se rió de nuevo.

—Ya deja esa cara, no es para tanto es que... —pausó. Quería darte una sorpresa y hablar contigo.

—No creo que es justo que me estés utilizando —aseguré. Me miró incrédulo a lo que dije.

—No te estoy utilizando —contestó —. De verdad.

Desvíe mi mirada por unos segundos.

—¿Qué sucedió con tu apartamento ya y
no vives ahí? —preguntó.

—Es que... —pausé —. Me mudé a otro lado.

Enarqueó una ceja.

—¿Por?

—No quería vivir allí y punto —respondí —. No me parece justo que me estés seduciendo sabiendo que tú nunca me vas a corresponder.

—En algún tiempo lo fue —pronunció. Lo miré extrañada.

—¿Qué?

Bajó su cabeza.

—Cuando éramos niños, yo sentía algo por ti pero desde que empecé a conocer a Mery, ya no era lo mismo, yo me enamoré de ella justo aquí en esta casa cuando yo tenía 16 años —confesó.

Esas palabras me paralizaron, no pude pronunciar ni una sola palabra, no valía la pena.

—Ah mira que bien siempre haz sido un cobarde, en cambio a mí nunca me dijiste nada —mencioné seriamente. Por dentro estaba enojada.

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