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-¿HwanWoong? Responde por favor. ¿En dónde te escondiste?

Sus ánimos  comenzaban a caer. De la misma manera en que su corazón comenzaba a later rápidamente. Sin tener motivo alguno. (al menos así lo pensaba él).

Rendido se tiró sobre su cama exhausto de un largo día y de aquella búsqueda.
La noche se había hecho pero no se rendiría en buscar a aquel sujeto que anteriormente se encontraba en su habitación.

Tomó una vela y salió de su habitación, comenzando con la búsqueda, susurraba el nombre del chico que buscaba, sabía que era demasiado peligroso para él que alguien lo encontrara, por lo que tuvo que ser extremadamente silencioso.

Cada vez que veía a algún empleado se ocultaba para que no le miraran y no lo mandaran a cama.
Había sido demasiado difícil. Sobretodo al gigantesco castillo en donde vivía.
Jamás había jugado al escondite. Por lo que le fue complicada la búsqueda.

-Joven Kim. ¿Qué hace despierto? Debería estar en cama.

-No.-Siendo tan cortante y sincero se dirigió lejos de ahí. Buscando en cada sitio del castillo en silencio.

Comenzando a rendirse se dejó ir a aquella habitación que tanto le gustaba para dibujar y pintar, soltó un suspiro cayendo dormido en aquel sitio.

Por supuesto había dormido incómodo, estaba acostumbrado a una suave cama esponjosa. No a dormir en una silla de madera.

Despertó sintiendo un terrible dolor en su nuca por lo que en cuanto abrió los ojos, se llevó su mano hacia esa dirección y darse unos pequeños masajeos.
Hasta que un ruido le llamó la atención eran unas latas de aluminio cayendo al suelo, giró su cabeza rápidamente hacia los objetos caídos.

No tenía temor alguno, pero sí le llamaba la atención, pues ese era su lugar secreto y no muchos lo conocían así que tomó una de las latas (que en su interior tenía pintura) y la volvió a colocar en aquella repisa de madera.
Al tomar la segunda lata, observó como algo se movía a un lado.

Eso sí le había aterrado y debido al susto, la lata que estaba en su mano se cayó al suelo abriendo el contenido. Donde un líquido azul rey comenzó a expandirse.

YoungJo tomó una de las navajas con las cuales le sacaba punta a sus lápices, tomándolo como arma y acercándose a aquel objeto que se movió.

Su mano temblaba, por lo que prefirió mover su pie y mover unas cuantas mantas que usaba como trapos (para la limpieza de sus materiales, y de su propia ropa) observando un inofenso conejo blanco temblando de miedo al ver aquel filo amenazante.

-¿HwanWoong, eres tú?

El conejito tenía sus ojos cerrados, no aceptaba la idea de ver, quien le tenía tan aterrorizado pero al escuchar la voz, no quiso confiar y solamente permaneció en su sitio.

YoungJo dejó de lado aquella navaja, y tomó entre sus manos a la pequeña criatura, la acercó hacia su rostro, para poderlo observar mejor.

-No hay duda. Eres HwanWoong.-El conejito abrió sus ojos y le miró. Jamás había visto al príncipe tan de cerca, tenía un hermoso rostro, bien perfilado y definido.-Escucha, acerca de lo que ocurrió ayer... Asesiné a inofensos como tu, por estrés. Enfurecimiento, no supe como controlarme. Pero, a ti no te haría nada y no lo digo por tu tipo de especie, simplemente porque eres...

YoungJo se detuvo al hablar, pues sentía demasiado calor y una energía recorrer por todo su cuerpo, de la misma vez, en que su corazón palpitaba demasiado rápido. Lo extraño era, que no sabía a qué se debían todos esos efectos secundarios que estaba teniendo pero realmente le molestaban.
Por lo que decidió tomar asiento, sobre aquellas telas y abrazar al conejito teniendo cuidado de no apretarlo fuerte.

-Espero que me disculpes.

HwanWoong comenzó a moverse, logrando safarse de aquel que le sostenía y después brincó hasta unos lienzos, en donde se logró escuchar su voz, sonaba entre cortaba y muy tímida.

-¿Podrías prestarme tu ropa?

-¿Qué?

-Tu ropa, ya sabes, al obtener  la forma humana no tengo nada puesto.

-¡oh! Cierto.-Se colocó de pie y tomó algunas de las mantas para entregárselas al chico, dándole también una soga para que pudiera sostener las telas a su cuerpo. Como si se tratara de ropas del antigua Grecia.

El antherio al estar listo, salió de su escondite  aún tímido y sin levantar su mirada, se lanzó hacia los brazos del príncipe Ocultando su rostro sobre el pecho del chico más alto.

Al realizarse aquella acción, se sumó un silencio, un silencio para nada incómodo, era satisfactorio, comfortable, pacifico. Había emociones cálidas, emociones que llenan a uno de gozo y alegría. Sin embargo, ambos chicos no sabían por lo que estaban pasando, lo único que les dejaba tranquilos era el tenerse uno al otro, el escuchar y sentir el palpitar del corazón contrario, les daba tanto orgullo. No querían alejarse de aquel abrazo, mucho menos uno con el otro.

-¿YoungJo?.-Susurró para no alterar el ambiente en el cual estaban disfrutando estar.

-¿Si?

-¿Qué... Qué es esto?, ¿qué es lo que siento?.-Preguntó confuso y a la vez curioso, mientras colocaba su mano en el corazón. Al parecer aquel órgano estaba demasiado alterado (cosa que jamás en su vida, le había ocurrido).

YoungJo de la misma manera se sentía desconcertado, ya que él tampoco había sentido algo como eso.

-N...no lo sé. Pero, creo que yo también lo siento.

HwanWoong al escuchar aquello, levantó rápidamente su mirada, observando al chico que tenía frente a frente.
Ambos se quedaron en silencio mirándose uno al otro observando con detalle las facciones del contrario.
De la misma manera en la que, no era necesario tener ruido en la sala. Ninguna palabra salía de la boca de ambos, si alguien abría decía algo, podría arruinar aquel bello momento. Por lo tanto, debían de disfrutar su estadía de aquella forma.

No supieron, cuánto tiempo permanecieron así. Pero el estómago del mayor había sonado, anunciando que tenía hambre. Aquello, provocó que ambos rieran.

-Hay que salir de aquí.

-¿Pero cómo? Nadie puede verme vestido de esta forma.

-Exacto, nadie puede verte. Deberás quedarte aquí. Yo vendré a visitarte y te traeré comida.-El chico permaneció preocupado, mirando el lugar en el que se encontraba.-Traeré unas mantas, las noches son frías aquí.

Mencionó, mientras caminaba hacia la puerta para poder salir de ahí. Pero antes de girar la perilla, se regresó hacia Hwan y susurrar le en su oído.

-Nadie, absolutamente nadie viene a este sitio. Es mi lugar secreto, estarás bien aquí. Mi más grande secreto.

Dicho aquello sonrió, para después salir del sitio, asegurándose de que nadie lo viera.
Caminaba hacia su habitación, en donde se dio una breve ducha y se dirigió hacia la cocina.

-Joven Kim. En un instante le llevaré su desayuno. Espere por favor.

-Quiero dos porciones. Muero de hambre.-Habló, para después irse a la mesa. A pesar de que guardaría platillo para aquel intruso que tenía en su taller de artes.

De nuevo, tenía demasiadas sillas libres. Había muchos lugares disponibles para sentarse.
Se sentía totalmente sólo ahí. Sus padres no eran como otros, en los cuales se disfrutaba de un desayuno en familia.

Tomó una de las cucharas de plata y observó su rostro en el objeto.
Dándose cuenta de su verdadera emoción que expresaba. Melancolía.

El Príncipe Y El Anhterio (RAVNWOONG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora