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En tierras desconocidas pero muy lejanas, hubo una época desconocida que se encontraba en guerra.
Era una batalla entre dos seres, los humanos y los antherios. Ambos son seres con características muy similares, sin embargo, tenían algo que los diferenciaba y es que, los antherios son criaturas que poseen la cualidad de la transformación. Estos logran cambiar de cuerpo al de una bestia y al de un humano.

Podrían camuflajearse entre los seres humanos, que habitaban en sus pueblos. Sin embargo, estas bestias no siempre actuaban como hombres y muchas veces perdían el control de sus comportamientos, cambiándolos a los de un animal.

Los humanos se cansaron de la tolerancia. Que comenzaron a sustraerlos de sus tierras. A ellos nos les pareció buena la idea, por lo cual comenzaron a revelarse. Creando una batalla. Para nada linda.

En aquel momento, el reino humano tendría la llegada de un príncipe. El príncipe Kim YoungJo.
Gracias a ello, la preocupación del rey  no tenía límite, pensaba en que su hijo estaba en peligro, por nacer en tiempos de guerra, por lo cual, cansado, realizó un tratado de paz.

Las tierras se dividieron en dos, el territorio humano y el de los antherios. La regla era. Si uno cruzaba los límites, se le daría el castigo que la otra nación quisiera. Es decir, si cruzaba un humano con los antherios, estos harían con el hombre cualquier tipo de castigo. Que más crean conveniente. Incluso la muerte.

Al territorio antherio le había parecido buena la idea, por lo que accedió a firmar y con ello, finalizó la guerra.

Cinco años habían pasado, desde ese momento. El pequeño Kim se encontraba encerrado en su habitación. Pues no se le permitía salir del castillo. Solamente podía permanecer dentro, a lo mucho que llegaba era al enorme patio (siendo aquel su lugar de juegos exterior).

-Señor Ahn. ¿Qué hay detrás de esa barda?.

-Joven Kim. Me temo que es imposible darle una respuesta. Considero que es mejor ignorar aquello y comenzar con la enseñanza.

-Señor Ahn, me aburre.

-Es normal que a un niño de tu edad le aburran las enseñanzas. Ahora guarda silencio y comencemos con la lección. ¿Qué tipo de ciencia te gustaría ver primero?

El príncipe estaba aburrido de ser educado en casa. Realmente no podía salir de aquel castillo, por lo cual su interés acerca de lo que hay detrás de la barda aumentaba cada vez más y más.

-Señor Ahn. ¿Podría traerme algún bocadillo? Comienzo a tener hambre. ¡NO!, mejor prefiero un vaso de agua tibia por favor.

-De acuerdo joven Kim. En un momento volveré con bocadillos y bebidas.

Dicho aquello el adulto se colocó de pie y comenzó a caminar rumbo al castillo. Dejando al niño sólo.
Por lo cual aquel sonrió para sí mismo y caminó a aquel muro divisor. Era demasiado alto para su estatura, sin embargo, observó que había un arbusto por lo cual decidió remover algunas ramas y buscar por donde observar.
De casualidad. Logró ver un orificio por donde acercó su ojo.

Encontró algo verde que salía de la tierra. Césped. También había árboles. Sin embargo, no sabía distinguir de qué tipo.
Continuó en su observación logrando ver un fuerte y feroz lobo. Era negro como la oscuridad. Unos ojos fulminantes, y profundos.
YoungJo comenzó a tener miedo. Por lo cual rápidamente se apartó de aquel sitio.

Escuchó el caminar de alguien detrás suyo, por lo cual su temor aumentó. Una mano se colocó en su hombro provocando que  girara su mirada de  lado contrario al cual veía.

-Señor Ahn... Yo...

-Apártate del muro.

-¿por qué?.

-Soy tu educador. Solo obedece. El único quien puede decirte lo que hay detrás del muro es el rey Kim.

-¿Mi padre?.

-Sí y a tu edad, dudo mucho que quiera decírtelo.

Dicho aquello, aquel pequeño niño corrió adentrándose al castillo. Con extrama curiosidad y energía, buscaba en cada sitio en donde su padre podría ubicarse.

Su hogar de vivienda era demasiado gigantesca. Ni él mismo la conocía por completo (a pesar de que sea un fisgón. Había puertas que eran prohibidas para abrir.

-¿Está usted seguro?.

-Koh. Eres mi consejero real. No creo que sea prudente mandar la tropa.

-Opino lo mismo. Piense en su hijo. Aún es pequeño.

-Correcto. Él debe estar preparado. ¡Koh!. Cuando YoungJo cumpla  los once años de edad, búscame los mejores cazadores, arqueros, esgrimistas, y deportistas. Le enseñaremos el arte de dominar un territorio, y sobretodo a defenderse drásticamente, le diremos que es solo un juego de  jugger.

-Así será mi Rey.

-¡ah! Y por favor. Dile al señor Ahn que se adelante en la enseñanza del niño. No quiero que le enseñe estupideces.-Aquel que le asistía simplemente asintió. Y se dedicó en abrir la puerta, en cuanto un niño gritando apareció.

-¡Papá!.-El chico al verlo, se apresuró en ir hacia él y para su suerte, no sólo estaba su padre, sino que también su madre. Y unos cuantos trabajadores.

-Young... ¿Qué te he dicho te interrumpir?.

-Que eso no se hace.-Hablaba sin preocupación y sin ningún sentimiento de arrepentimiento. Pues de verdad era un chico juguetón y bastante energético. Por lo cual, había corrido por todo el castillo en búsqueda de su padre. Así que ahora, aún se encontraba tratando de recuperar su respiración.

El rey no le pareció correcto su comportamiento, por lo que permitió que se fueran sus trabajadores y solo la familia quedara reunida.

-Cariño. Antes de entrar a algún sitio, pide permiso.-La Reina muy amable se dispuso a acomodar los cabellos de su hijo.

-papá. ¿Qué hay detrás del muro?

La mujer se sorprendió ante tal cuestión, pues ni ella misma se lo imaginó que su hijo fuera a preguntar aquello, sin embargo permaneció en silencio.
Pues, la única materia escolar que tenía prohibida era historia. Todo para no tomar el hecho de la guerra. Pues su padre había sido el causante de todo.

-Nada.

-Y si no hay nada, ¿por qué no puedo ir?.

-Repite la regla número uno.

-No salir del castillo.

-Correcto. Por ese motivo no irás al muro, ni te acercarás.

-¿Pero por qué?.

-Cariño, basta de preguntas.-La mujer de verdad se sentía incómoda, sin saber que decir. Para continuar con la inocencia de su hijo.

-Cuando cumplas los once años. Te lo diré. Por ahora obedece. Jura que no irás al muro.

-Señor Ahn dice que es malo jurar.

-¡Te lo estoy diciendo yo, que soy el rey! ¡El dueño de todo!.-Aquel hombre comenzaba a perder los estribos, por culpa de tanta entrevista que le hizo su propio hijo.

-¿Eres dueño de lo que hay detrás del muro, papá?.

-¡KIM YOUNGJO! ¡A TU HABITACIÓN EN ESTE INSTANTE!. Y NO SALDRÁS DE AHÍ EN UNA SEMANA. ¿Oíste?.

El niño se asustó al escuchar a su padre gritarle de tal manera. Por lo cual no soportó el llanto y con lágrimas comenzó a interpretar su sentimiento.

La mujer quería consentirlo, sin embargo el hombre de corona se interpuso.

-YoungJo. Te dí una orden.

El menor no se movía. Pues además de ser energético, era aferrado. Y si él quería una respuesta no se movería de su sitio.

El rey cansado caminó a la puerta y tocó una campana (que se encontraba a lado de la puerta). Gracias a el sonido de esta dorada.
El señor Ahn había llegado. Le pidieron que alejara al llorón de ellos y así fue cumplida la petición del rey.

El Príncipe Y El Anhterio (RAVNWOONG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora