Después de aquella extraña visita, Albert había tomado una decisión; esa misma tarde regreso a la mansión de las rosas para hacer su maleta y comunicarse con George. Al siguiente día partiría a Chicago, donde atendería los asuntos de la empresa, y quizá, con el tiempo, regresaría a New York, cuando el actor se hubiese vuelto a sentir confiado, y así, convertirse en su sombra.
-ya no importa –se repetía una y otra vez- Candy, solo quiero que no te alejes por completo.
Los siguientes dos días pasaron tranquilos para la pareja de enamorados; ambos se divertían en la granja y jugando con los niños del hogar. Sin embargo y aunque lo omitía, el ojiazul aun sentía curiosidad respecto al encuentro con el rubio; pues hubo algo en su actitud que no le daba buena espina, aunque admitía que quizá solo eran alucinaciones suyas.
A la siguiente mañana y luego de arreglar su maleta, Candy se despedía; su visita al hogar de Pony había sido corta y casi todo el tiempo lo paso en el rancho Stevens; cosa que a sus madres no les importo demasiado, al verla tan feliz, pues conocían a la razón de su algarabía, el mismo se los había hecho saber en una curiosa conversación, con la que sutilmente les pidió la mano de su prometida.
A medio día los castaños llegaron por ella y al término de un fuerte abrazo y una común despedida, finalmente se marcho. La nostalgia la invadió al recordar aquella vez en que había llegado buscando a Terry, y se fue justo como ahora lo hacía, en busca de un sueño, pero entonces el sueño era ser enfermera; años después se marcho con la ilusión de estar al lado de Albert, el hombre que entonces amaba. Y ahora la historia se repetía, se marchaba con la ilusión que este viejo y a la vez, nuevo y mucho más maduro amor, le provocaba; esta vez se marchaba no con la promesa de una vida juntos, esta vez se marchaba del brazo de su futuro esposo.
-cuando menos lo esperes, regresaremos –Terry prometió, creyendo que su melancolía era por su partida, sin imaginar todo aquello que pasaba por la mente de la rubia.
Al llegar a la estación, Tom se despidió de inmediato; pues ese día había demasiado trabajo en la granja y puesto que aun faltaba mucho para que el tren saliera, no quiso perder tanto tiempo a pesar de su deseo por esperar junto a ellos y despedirlos.
Durante el resto del día la pareja viajo en silencio; haciendo alguna pregunta de vez en cuando y por la noche, solo fueron al vagón del comedor, a cenar algo ligero, para luego regresar a sus asientos y dormir un poco.
Por la mañana Candy yacía aun recostada, observando la paz en las facciones de su novio. Se veía tan relajado mientras aun dormía, que no pudo evitar el rememorar como fue que llegaron a ese punto en su relación; cómo, si el año pasado estaba tan enamorada de Albert? Como, si había estado segura de que se casaría con él? pero ya todo era parte del pasado y ahora, en su corazón solo habitaba el hombre frente a ella.
Poco a poco, el encantador actor fue despertando y al abrir los ojos solo pudo suspirar ante la mirada esmeralda en la que ahora se reflejaba.
-buen día –dijo estirándose y sin esperar respuesta- ya sé que soy atractivo, pero al menos podrías disimular.
-tonto –le lanzo su cojín
-tienes hambre?
-un poco; y tú?
-más o menos –bostezo y se sentó- cuando regresas a trabajar?
-tengo el resto de la semana libre.
-no trates de fingir, sé que lo único que deseas es pasar tiempo conmigo. Debes lamentar que solo sean dos días.
Candy no respondió, solo respiro hondo ocultando una sonrisa; quería parecer molesta, aunque no tardo en levantarse, darle un casto beso y arreglarse un poco.
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Que Sople el Viento
FanfictionEn ocasiones el amor no es suficiente y algunos cambios en nuestra verdadera identidad nos hacen perder lo más importante.¿Qué sucede cuando este cambio nos hace débiles ante nuestros propios sentimientos? ¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor...