49. Sin Miramientos

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Nada había resultado como esperaba; al contrario, todo había terminado mucho peor. Hubiera querido poder hacer algo más pero solo lograba recordar esas últimas palabras "ya no cuento contigo". El significado de esa corta frase encerraba demasiado en sí, y al final, cuando se levantó del suelo; comenzó a darse cuenta de lo que sin duda acaba de perder.

Con la intención de no pensar más en ello, tomó su ropa, se vistió y salió de aquel lugar que comenzaba sofocarle.

Caminando aún sin rumbo llegó a una cafetería pero necesitaba seguir adelante; todo a su paso estaba cerrado, llegó hasta la estación de trenes donde entro y se resguardo en una banca cercana a la taquilla. Por un momento pensó en quedarse ahí el resto del día, pero un nuevo impulso le obligó a regresar sobre sus pasos que cada vez eran más lentos.

Nuevamente en el departamento dio un profundo suspiro y se recostó en su sofá, sin poder conciliar el sueño.

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Para Candy no era tan distinto; ella habría querido admitir que esperaba algo diferente. Al cerrar la puerta creía que en cualquier momento comenzaría a llorar pero simplemente las lágrimas se rehusaban a aparecer. Solo daba vueltas en la cama esperando a que el sueño le hiciera olvidar, aunque sólo fuera por un instante, lo que había pasado.

Hubo un momento en el que no pudo resistir más; se levantó y abrió la puerta de su alcoba esperando que estuviera en el sofá y que al menos dijera que lo iba a pensar; pero él se había ido. Con frustración regreso a su cama e intento no pensar en nada, pero le resultó imposible. Solo le restaba esperar y quizá dormir mientras lo hacía, a pesar de que ya había amanecido.

•••

Aún aturdido y fastidiado por su propia indecisión, Terry se levantó, intento no hacer un solo ruido, muy despacio abrió la puerta e ingresó a la recamara, miró a su pecosa quien al fin y a pesar del murmullo de la gente que había comenzado con su vida cotidiana, dormía.

Pensó varias veces en lo que estaba a punto de hacer y dudo, llegó a creer que ella despertaría y lo rechazaría; pero a pesar de ello actuó. Con sutiles movimientos se acomodó entre las cobijas, su cuerpo frio le agradeció al sentir la temperatura cálida que emanaba de aquella joven y queriendo no despertarla, la abrazo con sumo cuidado y lentitud. Así permaneció hasta que se quedó dormido.

Pasando del medio día la sensación acalorada le despertó; tardo un par de minutos en reaccionar y darse cuenta de que Terry estaba abrazándola, tal y como no había hecho en días. Tuvo el impulso de voltear, despertarlo y excusar su actitud; pero afortunada o quizá desafortunadamente lo suprimió. Se levantó y vistió con cautela pero con prisa, sabiéndose débil y suponiendo que en cualquier momento regresaría a sus brazos; tomó su bolso y salió con la firme intención de actuar antes de que él lo hiciera.

Por qué molestar a Stear con sus problemas?

No, no tenía derecho a irrumpir en su vida. Debía arreglárselas por otros medios, por si misma, y conseguir un nuevo lugar donde volver a empezar.

Llego al hospital. Desde ahí iniciaría su búsqueda.

Peter tenía turno ese día, pero solo había salido a tomar un poco de aire fresco, pues se sentía estresado y asfixiado de aquel olor típico de hospital, medicina y enfermos. No esperaba verla ahí y mucho menos esperaba verla así; ojerosa, desaliñada, notablemente cansada y con el rostro inexpresivo.

-Vas a trabajar hoy? -pregunto cuando fue obvio que ella lo había visto acercarse.

-No. Aunque quizá eso me ayudaría; no creo estar en buenas condiciones.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora