40. Te Extrañe

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–Que haces aquí, preciosa? –pregunto Peter al verla entrar al cubículo donde atendía uno de los heridos– supuse que ya estarías en cirugía con el doctor Adams

–Me corrió... –admitió con una mueca de hastío– dijo que estaba muy cansada y que me fuera a dormir o en su defecto, que realizara alguna tarea en la que no sea tan peligrosa –su voz denotaba la molestia, al suponer que dicho cirujano concluyo eso, gracias a que básicamente se subió sobre el paciente que llevaba al quirófano.

–Ya veo... –la observo por breves instantes– luces cansada –afirmo– lo mejor será que vayas a tomar un café y enseguida regreses a ayudarme –a pesar de todo, sabia que en ese momento se necesitaba de todos y además, no quería hacer sentir mal

–Ya lo hice –mostro una media sonrisa– por eso estoy aquí...

–Entonces limpia la herida que sufrió en la pierna –señalo, y mientras la rubia comenzaba con su nueva tarea, dejo escapar un bostezo– cuando terminemos con las personas que aun faltan, te invitare un trago –aseguro, sabiendo que ella le rechazaría

–No es necesario. Además, terminare demasiado cansada que solo querré dormir

–Olvidas que mañana es tu primer fin de semana libre? –insistió– podrás dormir todo el día, si eso deseas. Un trago no nos tomara más de veinte minutos.

–Pero solo uno –aclaro, la verdad es que esa noche estaba segura de necesitarlo más que nunca

–Los que quieras, preciosa. –lo admitía para sus adentros; le hacia sentirse linda cada vez que la llamaba así.

A las 3:30 am ya estaba sentada en la sala de espera, después de finalmente terminar esa ardua jornada. El pelirrojo aun no aparecía y ella comenzaba a cabecear; estaba a punto de irse a dormir, cuando el doctor la detuvo sujetándola del brazo, justo en la puerta que llevaba a la recepción.

–Preciosa; perdona la tardanza. Ya sabes como es esto; uno de los pacientes tuvo una complicación. Nos vamos? –pregunto, consiente de la mirada somnolienta de la enfermera.

–Sí... –exhalo cansada pero entusiasmada

–Seria un atrevimiento de mi parte si pregunto; que te tiene tan dispersa? Has estado así desde hace rato–pronuncio ya en el bar.

–Se me nota tanto? –alarmada, quiso saber.

–Luces pálida y asustada –dio un trago a su vaso– sé que no tiene nada que ver con los heridos, de lo contrario no serias enfermera; además, por la tarde no estabas así

–Te reirás de mí –sorbió su vaso

–Confía en mi; no lo hare.

–Es que, creo que vi un fantasma...

–Cariño; no me digas que crees en fantasmas?

–Bueno... nunca he visto uno... –encogió un hombro– lo que pasa es que vi a alguien muy parecido a... –dudo, al recordar la mirada y sonrisa de aquel joven del hospital

–A quien?

–A él... –suspiro, bajando la mirada

–Y quien es "él"? –presiono con algo de celos en su voz

–Alguien que hace unos meses murió... –le confió con tristeza, volviendo a ocultar la mirada

–Discúlpame... no debí...

–No te preocupes. Él fue muy importante para mí, pero...

–Por eso viniste aquí, a Seattle? Para olvidar? –indago con voz baja

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora