64. Sin Un Adios

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La vida no podía ser tan buena con ella; Candy radiaba felicidad, amor y seguridad por cada uno de sus poros. Esas dos noches con Terry y la calidez de su amor eran razones suficientes para creer que no podía ser más dichosa; al menos por el momento.

Inicio sus labores con mayor entusiasmo que en días precederos; todo marchaba sobre ruedas, hasta que alrededor de las 2:45 pm distinguió la figura de Stear acercándose al establecimiento.

—Kenya; necesito un par de minutos —pidió a su compañera, al ver que el de anteojos no cruzaba la puerta.

—Date prisa —advirtió la mesera.

Un extraño presentimiento, además de la inhibición le lleno por completo, el semblante del moreno era serio, extraño y molesto. Segura de que solo había ido a reclamarle su estadía con Terry, salió del local.

—Ve por tus cosas —le ordenó en cuanto la tuvo enfrente—. Vendrás conmigo.

—Pero estoy a mitad de mi turno —reprochó.

—Candy; no es una sugerencia. Entraras, darás las gracias y dirás que no podrás volver.

—Pero no llevo ni una semana trabajando aquí —no daba crédito a lo que oía—. Si esto es por lo de anoche...

—Si anoche hubieras ido a casa, no habría tenido que venir a buscarte. Si anoche hubieras estado en casa, habrías tenido el tiempo necesario para avisarle a tu jefe. Así que deja ya de dar escusas y haz lo que te pido.

—Pero Stear; qué esta...?

—Hazlo y después hablamos —la pecosa se limitó a menear despacio la cabeza, en seña de afirmación forzada—. Diles que es un asunto familiar, y date prisa; te estaré esperando aquí.

Sin más remedio que obedecer, hizo lo indicado y en menos de diez minutos ya estaba afuera, caminando en silencio, al lado del inventor. Sabía que no se merecía un trato así y estaba convencida de que estaba dejando su trabajo solo por haber pasado un par de noches con Terry. Eso era demasiado.

En el lugar de siempre ya los esperaba el Sr. Dawson, subieron al carro y se dirigieron a la residencia. Pero sin poder soportarlo más, Candy exigió una explicación.

—Esta tarde partiremos a Chicago —dijo con seriedad—. Tienes el tiempo justo para...

—Por qué? —preocupación y confusión brotaron en su voz.

—Debemos estar ahí, no sé por cuanto tiempo; pero es un asunto de suma importancia.

—Archie y Albert están bien? Les paso algo?

—Es... —no sabía cómo explicarle y no tenía ni idea de cómo podría tomárselo; después de todo, la anciana siempre había guardado distancia con ella, eso sin contar los problemas que indirectamente se habían causado.

—La tía abuela? —se le adelantó.

—Sí —balbuceó—. Está muy enferma y quiere vernos.

Un profundo silencio acalló cualquier palabra que quisiera decir. A esas alturas todo estaba en el pasado; todo, excepto su deplorable salud.

En la residencia ya los esperaban, todos tenían las maletas listas y solo faltaba el equipaje de Candy; el cual preparo de inmediato, dejando todo lo demás en segundo plano.

El cuarteto comió en silencio y se encaminaron a la estación. Llegaron al lugar a las 7:00 pm y una hora después el tren partió. Pero para Candy ya era demasiado tarde; tarde para regresar y avisar a Terry de lo ocurrido, tarde para despedirse y prometer su regreso, tarde para que él no confundiera las cosas y muy probablemente tarde para volver a verlo.

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⏰ Última actualización: Jun 12 ⏰

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