52. Orgullo de Caballero

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Nuestro carácter nos hace meternos en problemas, pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos.

Esopo

Al salir del hospital fue a su nueva pieza, se cambió de ropa y termino de ordenar todo lo que había llevado consigo; abrió su álbum fotográfico y se detuvo en la foto de Terry. Seguía sin saber cómo actuar ahora, pero conociendo los horarios del muchacho no le quedaba más remedio que ir a esperarlo a la buhardilla.

Al filo de las 6:00 pm recorría el no largo camino, deteniéndose solo para comprar algo de comida. A la entrada del edificio saludo al dueño de este y una vez dentro hizo limpieza, preparo la cena, ordeno la ropa de Terry y aburrida, también limpio el baño.

Los minutos seguían pasando, estos se transformaron en horas; en desesperantes horas, en un alargado momento sin nada más que hacer, solo esperar. Ya era demasiado tarde y él aun no llegaba. Apago las luces y se tumbó en el sofá, estaba a la expectativa; pero con una inútil ensoñación a la que se resistía. Pronto la venció el sueño y Terry nunca llego.

Lo que ella no supo fue que él si había ido. Alrededor de las diez caminando por el otro lado de la acera, vio las luces encendidas. Quién más podía ser sino su pecosa?

Pero lo último que quería hacer era enfrentarla a esa hora. Estaba cansado, aún asqueado de tantos ensayos, o mejor dicho, de tener que compartir el escenario con Kate. Estaba seguro de que el resultado de entrar sería una nueva pelea y fue gracias a ello que prefirió regresar al departamento de Scott.

Durante el trayecto; su mente no descansaba, repasaba una y otra vez cada palabra, cada acción, cada insulto o evasión; pero aquello que más recordaba eran las pocas frases de Anne Marie; esas dos en particular, tan cargadas de verdad.

No; no todo era su culpa. De no ser porque ella fue la primera en estar ausente, en rechazarlo, evadirlo, esquivarlo y hasta molestarse con su presencia o con una simple caricia. No; de no haber sido por ello, él tampoco la habría traicionado.

Por otra parte. Sí; ambos habían huido antes y aún lo hacían. Pero que no fue él, quien se retractó? Se retractó y solo para darse cuenta de que Candy le había hecho exactamente lo mismo que a Albert. Huyo de él, evadió los problemas quizá creyendo que la buscaría y todo estaría resuelto como por arte de magia.

—Pero no —pensó con determinación, fuera del departamento al que acababa de llegar—. Yo no haré lo mismo. Albert te busco como desesperado, igual que yo, y terminaste aún más lejos de él. Yo no haré lo mismo. Conmigo ya no jugaras a tu antojo.

Una vez en su recamara se daba cuenta de todo lo que había hecho por ella. Empezó dejando el colegio, embarcándose a una vida incierta, esperando algún día triunfar y con suerte poder ofrecerle la vida que merecía. Sí; tiempo después se interpuso Susana, pero una vez que murió volvió a estar en su camino. La apoyo para salir de Chicago, estaba dispuesto a casarse con ella y estaba feliz con la idea de ser el padre de su hijo, ese que desgraciadamente perdió; pero qué acaso no estuvo también con ella entonces? Sí; y a pesar de todo aún quería casarse con ella.

Después vino su accidente, pero ya desde antes había decidido dejarlo todo; y lo hizo. Una vez se recuperó se enfrasco en aquella clase de persecución que termino llevándole hasta Seattle. Por ella recorrió el país de un extremo a otro. Y todo para qué? Solo para merecerse su abandono?

No, no y mil veces no. El ya no correría a su lado como antes había hecho; ya no permitiría que siguiera ejerciendo ese poder sobre él. Y si era necesario; prefería regresar a New York y no volverla a ver nunca más en su vida, aunque fuera lo último que hiciera, aunque no pudiera soportar su ausencia.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora