39. Una Extraña Visión

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La lluvia había concluido, pero el aire frio mecía su rubia melena mientras aquel joven medico de cabello café casi rojizo y castaño mirar, le mostraba la fachada del imponente edificio. Ella observaba al hospital que le parecía enorme, comparado con el de Cleveland, y más aun, si lo comparaba con la Santa Juana.

–Que te parece? –pregunto Peter– es como lo imaginabas?

–No... –respondió anonadada– es descomunal...

–Es una lastima que sea tan tarde. A esta hora, recursos humanos no te recibirá. Tienes en donde quedarte? –la vio negar con timidez– un par de calles adelante hay un hotel...

–Gracias... pero, sabes si hay dormitorios para las enfermeras?

–Tengo entendido que si, pero son temporales. Harías bien si comenzaras a buscar vivienda.

–Gracias –repitió

Gentilmente el pelirrojo la acompaño hasta el hotel del que le había hablado, donde enseguida se dio un baño y durmió hasta el día siguiente. A las ocho se encontraba una vez más frente a las puertas del hospital; donde el licenciado encargado del reclutamiento de enfermeras le atendió un par de horas más tarde. La entrevista fue un poco larga, hablo sobre todo del entrenamiento que tenia y los lugares en donde había trabajado con anterioridad. Aquel hombre le pregunto el porque había tardado tan poco en su ultimo empleo y ella respondió sin dudarlo.

–Fue por algunos problemas personales. Me vi en la necesidad de cambiar de residencia...

Satisfecho con la vida laboral de la joven, la acepto; siendo asignada al área de urgencias y cuando fuese necesaria, en quirófano. También había sido autorizada su estadía temporal en los dormitorios.

Finalmente, a partir del día siguiente tendría trabajo y un lugar en donde dormir.

Feliz, salió dispuesta a almorzar y se detuvo un poco, solo mientras decidía a cual de todos los merenderos que ahí había, entraría.

•••

–Parto en 3 días –informo Terry a los LeLudec, mientras cenaban– tendré que ir a Toledo, de ahí a Iowa y finalmente a Seattle.

–Son demasiadas paradas... –menciono Stear

–Sí; pero es porque desde aquí no hay salidas a Washington... además en cierto modo no importa, siempre y cuando la encuentre; y por supuesto, lo hare. Lo que me recuerda; has pensado en la propuesta de Candy?

–Suena bien; pero tendríamos que deshacernos de todas nuestras cosas.

–Podemos intentar venderlas –repuso Margueritte

–Piénsalo bien Stear. Una nueva vida en la que podrías dejar de ser un LeLudec y volver a ser un Andrew.

–Eso podría funcionar... –dijo, viendo como la francesa sonreía

–Si estas de acuerdo, incluso puedo llevarme algunas de sus cosas... –presiono

•••

El trabajo era agotador, atender pacientes con diferentes malestares; desde quienes solo tenían fiebre hasta quienes necesitaban algún procedimiento quirúrgico urgente, también atendía fracturas, personas accidentadas e incluso había quienes juraban estar muy graves aunque en realidad no tenían nada

Se llevaba bien con sus compañeros, sobre todo y quizá porque lo conoció fuera del policlínico, con Peter, además de que, al ser cirujano, solía pasar bastante tiempo entre el quirófano y la sala de urgencias. Y con Jennifer, una chica de 24 años, morena, de origen hispano y que se desempeñaba en el área de maternidad, con quien compartía el dormitorio.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora