50. Solos

162 25 18
                                    

No podía dormir; su mente no descansaba. Había mentido al decir esas palabras; a pesar de todo lo amaba y sí, claro que quería hacer el amor con él, pero no así, no en esas circunstancias.

A mitad de la noche se levantó por un poco de agua; no tenía sed pero aun así bebió rápidamente. Cuando regreso al lado del castaño, lo observo, froto sus manos para que no estuvieran frías y con una de estas delineo su rostro, recorrió su nariz y la curvatura de sus labios, y sin retrasarse más, lo besó. El no respondía, dormía profundamente aunque lucia un largo rato lo observo una vez más y le dio otro beso; después se acurrucó entre sus brazos hasta que se durmió.

•••

La mañana era fría pero para Terry no importaba, le consolaba tenerla entre sus brazos y poderle brindar ese calor que gracias al clima, necesitaba. En la ventana comenzaron a escucharse los tenues golpeteos de una llovizna que amenazaba con ser más que eso, y en medio de su abrazo sentía el movimiento natural de alguien que recién despierta.

-Buen día, princesa pecas -murmuró sin deshacer su abrazo.

-Este es el qué? El veinteavo apodo con que me bautizas? -sonaron sus palabras contra aquel pecho.

-Te va perfecto -busco una posición más cómoda sin separarla de su cuerpo y la abrigo un poco más-. Para mi eres una princesa y aún tienes muchas pecas.

Por varios minutos no hubo más palabras, solo el placer de sentir la mutua compañía. No había cabida para nada; las peleas, los rencores, las verdades no dichas y las descubiertas, no tenían lugar en ese instante. Tenían hambre, tenían frío; pero quizá más importante que todo, tenían un poco de tranquilidad.

Terry besó la rubia cabellera y fue hasta entonces que ella levanto la vista, le sonrió y buscando otro beso, se estiró un poco hasta obtenerlo. Después volvió a refugiarse y a dibujar extrañas formas en aquel pecho.

-Tengo frio -admitió.

-Es porque no vestiste tu camisón. Si quieres puedo buscar otra frazada.

-No. Estoy muy cómoda así.

Nuevamente el silencio; aquella calma precedente a la tormenta. Mientras en sus mentes había cosas tan distintas. El moreno pensaba en quedarse a su lado y la rubia en que pronto se iría.

-Aún me amas? -pregunto de repente, cuando la lluvia arreciaba.

-Te amaré siempre y lucharé por, ti cada día -era sincero al asegurárselo.

-Aunque estemos separados? -era consciente de que volvía mentirse a si misma.

-No me iré. Me quedaré aquí; a tu lado.

-Pero es lo que querías hacer.

-Sí. Lo quería. Pero ya no.

Cortas conversaciones eran las que tenían; por algunos momentos ninguno sabía que decir o como decirlo, y cuando se les ocurría algo solo cruzaban unas cuantas palabras antes de volver a perderse en esa ligera ausencia.

-Qué hora es?

-Casi las 10:00 -sobre la repisa, Terry lo confirmó.

-Tengo hambre -sonrió.

-Yo también.

-Salgamos a desayunar.

-Pero está lloviendo.

-No importa. Salgamos -queria disfrutar junto a él, antes de que se marchara a la que sería su nueva dirección.

-A dónde quieres ir?

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora