23. Persecución

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Candy observaba con atención los reflejos que las luces del alba producían en la recamara, yacía cómodamente, rodeada desde la espalda por los brazos de Terry, sentía su respiración pausada cerca de la sien; sabía que un dormía y esa era la razón por la que no hacía ningún movimiento, para permitirle descansar. Solo estaba ahí, sin poder evitar los aciagos pensamientos, tratando de ser fuerte, luchando contra esa tristeza y frustración que sentía, y a las cuales no siempre era posible derrotar. Pronto las lágrimas amenazaban con su aparición a pesar de la resistencia que intentaba poner.

Quizá el amanecer apareció demasiado rápido, sorprendiéndola cuando más destrozada se sentía, cuando comenzaba a sentirse sola; fue entonces que de manera inconsciente, Terry la aferro con una ligera pero mayor fuerza y rescatándola de su agonía, un somnoliento murmullo, con eso la rescato de sí misma.

—Buen día señorita pecas... —murmuro cerca de su oído— dormiste bien?

—Bien... —le respondió, abandonando su ensimismamiento— y tu?

—Igual... —se acomodó boca arriba intentando estirarse, siendo imitado por la rubia que a pesar de ello volvió a acurrucase entre el brazo y el pecho del joven.

—Que vamos a hacer hoy? —pregunto con fingida inocencia mientras sobre su pecho dibujaba alguna figura sin sentido

—No se... —respondió abrazándola con el brazo sobre el que estaba y con el que tenía libre detuvo aquella inquietante caricia— que te gustaría hacer?

—Me gustaría salir a caminar —no dudo en responder— ayer cuando veníamos vi un parque, estoy segura de que no está lejos...

—Cómo te sientes? —aún estaba preocupado, pero no pudo reprimir la ansiedad de darle un casto beso, el cual, gracias a un movimiento de la pecosa, fue peligrosamente ubicado en la comisura de sus labios.

—Mucho mejor! —afirmo, ocultando su desilusión y sin atreverse a ser ella quien lo besara

—Está bien, iremos, pero tenemos que esperar a que traigan tu ropa

—Ya que... —exhaló con resignación

Esa misma mañana, Annie envió la maletade la enfermera, aprovecho el instante justo en que vio retirarse a los custodios que le habían impuesto. Gracias a esto Candy pudo cambiarse para poder ir a desayunar y aprovechando la salida, dar una vuelta por el parquecillo. Su joven acompañante no podía evitar percatarse de la tristeza oculta en su mirada, a pesar de las sonrisas que de vez en cuando le regalaba.

—Sé que eres fuerte —seguía pensando el actor— tarde o temprano volverás a sonreír con sinceridad.

—Terry? —Pregunto de repente— me llevaras a Cleveland, verdad?

—Por supuesto... esta misma noche estaremos en Jacksonville, ya te lo había dicho; nos quedaremos ah días y luego te llevare a casa...

—Sí, entonces te volverás a ir...

—Ya sé que no quieres separarte de mí —bromeo— pero debo hacerlo —siguió sintiendo esa tristeza mutua— es mi trabajo, pero te escribiré todo el tiempo, sin importar donde este.

—Está bien... —se forzó a sonreír y él se sintió culpable al notar que después de sus palabras, la tristeza de la rubia se había incrementado.

—Si pudiera, me quedaría a tu lado hasta que te hartaras de mí... o te llevaría conmigo hasta terminar la gira. Pero no puedo pecosa, tú debes descansar y yo debo trabajar, terminar el tour, es algo que necesito para lograr mi objetivo... ya después estaremos juntos...

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora