54. No Basta

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Candy despertó cansada a pesar de haber dormido toda la noche; a su lado, medio cubierto por las cobijas y con la ropa puesta, Terry aún dormía. Bien sabía que esos eran los últimos instantes que pasaría a su lado; ya no había nada más que hacer, solo sanar heridas, aprender de los errores e intentar reiniciar sus vidas.

El insistente llamado a la puerta no logro despertar al castaño, pero si obligo a la rubia a levantarse.

Al abrir, la enfermera sonrió por la presencia del pelirrojo, que a pesar de la hora, le había llevado los medicamentos y un té caliente.

—Hola primor —la saludo-. Veo que ya estas mejor.

—Sí. De no ser por tu ayuda...

—Tu galán hizo casi todo el trabajo —debía ser honesto.

—En serio?

—Lo dudas?

—No —volvió a sonreír—. Ahora está durmiendo. Aunque pasará un camión sobre él, no creo que despierte —hizo reír al cirujano.

—Al menos ya solucionaron sus diferencias —comento con doble intención.

—Verás... —no quería ser demasiado clara—. Sí. Aún tenemos roces, pero ya encontramos una solución.

—Por supuesto —decepcionado, no encontraba palabras con que continuar—. Me tengo que ir. Se me hace tarde y el hospital espera...

—Lo sé. Gracias Pet.

—Fue un placer —exhaló y se marchó; no tenía nada más que hacer ahí, y la resolución y la decepción de saber que había vuelto a perder la oportunidad de conquistarla, le acompañó el resto del día.

Por su parte, la ojiverde regreso a la comodidad de su cama, abrazo a su acompañante y pronto volvió a quedarse dormida.

Afuera la vida continuaba; la gente se ocupaba de sus propios asuntos sin darse cuenta de ellos, de sus vidas, sus problemas o la forma en que pretendían resolverlos; a nadie le afectaría su separación y al final, nadie haría nada por evitarla.

Quizá por eso fue que se quedaron ahí, cubiertos por las mantas, en un muy prolongado abrazo de despedida; sabiendo que una vez rompieran el silencio, solo sería para decir adiós. Pero ya era tarde, el cuerpo comenzaba a reclamar algún movimiento y no podían permanecer eternamente así.

Candy fue la primera en levantarse y arreglo un poco su vestido antes de ponérselo. Terry la siguió en silencio, mirando por la ventana, pensando en cómo aletargar ese inevitable momento.

—Quieres que te ayude a hacer tu maleta? —preguntó la rubia.

—No has comido nada desde ayer —seguía preocupado.

—Preparare algo —aun se sentía débil, pero de todas formas salió.

Eso era todo; esas eran las palabras con que trataban de ocultar sus destinos.

La vio desaparecer tras la puerta y escuchaba el movimiento que hacía con los trastos. El busco su maleta y comenzó a llenarla con su ropa y algunas otras de sus pertenencias

—Qué harás hoy? —volteo al escucharla.

—Solo asistir al ensayo —intento sonreír—. Howard debe estar molesto conmigo —suspiró—. Y tú?

—Yo... —ni siquiera lo había pensado—. Tal vez visité a Stear y las chicas.

—Imagino que después de esto no querrán volver a saber de mí... —debía admitirlo, él estaba solo y si bien ellos eran sus amigos, estaban más ligados a ella; ahora solo le quedaba su trabajo y Scott, el único verdadero amigo que había logrado hacer en aquella ciudad.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora