30. En los Bosques

158 22 7
                                    

Su corazón se detuvo al escuchar esa voz, por instinto volteo al lugar en que se encontraba Terry, con la alerta reflejada en sus facciones, al igual que en las de ella misma. Cada uno parecía haberse petrificado en su lugar; la ojiverde no supo qué hacer y por un extraño impulso, pensó que lo mejor era tratar de librarse de aquella situación, sin dejar a Terry al descubierto.

—yo... —solo pudo musitar unas palabras— yo pensé que no había nadie cerca y... vine, vine a, a dar una vuelta. Sí! Eso! Solo quise tomar unas fresas —no se atrevía a voltear y dar la cara, el pánico se apoderaba de ella y fue entonces que con la intención de huir, comenzó a caminar en otra dirección— no pensé que te molestara, pero ya me voy.

—viniste sola? —se apresuro en detenerla, tomando su mano— yo te llevo

—no es necesario —su incomodidad era palpable y con movimientos débiles, trato de zafarse

—estas lejos del hogar y ya es muy tarde. Como llegaras? Caminando?

En cuanto Terry noto que su pecosa comenzaba su marcha, se levanto e inicio a caminar tras ellos, a prudente distancia y sin ser visto; pero sin dejar de pensar en aquella frase que le intrigo demasiado "que sorpresa volver a verte por aquí"

Mientras más pensaba en ello, más enfadado estaba, al grado en que se sintió un mal tercio, por lo que lo más apropiado era retirarse, dejarlos solos. Pero el forcejeo de Candy, la angustia y hasta el posible miedo en su mirada, fueron más fuertes que su determinación.

—imbécil! Que no entiendes! Suéltala! —grito, jalándolo con todas sus fuerzas, haciendo tropezar y caer— no vino sola, no insistas en llevarla, que para eso estoy yo!

—que haces tú aquí? —sorprendido y molesto, se levanto de inmediato

—que no es obvio? —enfatizo con su clásico tono jactancioso y volviéndolo a empujar, pero ahora de frente— vengo con ella!

—Terry, por favor! —rogo la rubia— vámonos! Vámonos!

—Candy, ahora no! —Sentencio, dando el primer golpe— estoy un poco ocupado —apenas termino la frase, recibió el correspondiente puñetazo.

Así, la pelea había comenzado. Albert creía que este ataque era una nueva represalia a lo ocurrido meses atrás, el Orlando; pero aunque algo había de eso, desconocía toda la verdad.

Las suplicas de la ojiverde eran en vano, ninguno parecía escucharla, sin embargo, el ver que su prometido había comenzado a sangrar, le hiso reaccionar de manera extrema y arriesgándose ella misma. Tan fuerte como pudo, empujo a Terry, de modo que se sitúo entre ellos.

—basta! —Grito con los ojos cerrados, pues no creyó que Albert lograría frenar su golpe, pero lo hizo— no sigan —había contenido la respiración— por favor —suplicante, miraba al rubio— ya nos vamos, no es necesario esto.

—quítate Candy! —el castaño trato de apartarla de manera brusca, pero ella insistía y solo por no hacerle daño, él se contenía.

—Terry, esto no tiene sentido. Vámonos, por favor

—pequeña —respirando con un poco de dificultad, el rubio gruño en su defensa— el empezó. Además, no entiendo porque lo trajiste.

—el empezó, pero tu seguiste, y no tengo porque darte explicaciones de mis actos —volteo a Terry— me voy, depende de ti, si quieres seguir peleando y regresar solo —desvió la vista de la ceja abierta que lucía el actor y dio algunos pasos atrás

—esto no se quedara así!

Sabía que Candy lo haría; por eso lo amenazo, antes de tomar a la chica de la mano y salir de ahí, sin rumbo fijo, hasta que totalmente confundido y suponiéndose perdido, aun enfadado y sin aceptar que no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo; puso atención al lugar por el que caminaban. No fue sino hasta que vislumbro el rio, que se enfilo a este, se detuvo ahí y se lavo la cara.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora