59. Espontaneos Encuentros

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—No podría quedarme aquí —pretextaba Candy-. Esta casa es demasiado grande para mi sola.

—Ya se lo pedí a mi hermano; pero no quiso. Tal vez si tú te mudas aquí y le insistes, termine por aceptar.

—Pero Archie... —recordó la charla pendiente con Albert y la amenaza de Peter; después de todo, tarde o temprano necesitarían mudarse y ella tendría que comenzar a reducir sus gastos, igual que ellos—. De acuerdo; hablaré con él.

—Gracias —el muchacho se levantó y fueron al salón principal, en busca del abrigo que manaba de la chimenea.

Pronto sería hora de dormir y solo esperaba poder hablar con el rubio. Uno a uno todos comenzaron a marcharse y al ver la intención de Albert, se despidió antes de que él lo hiciera. Desde su recamara espiaba al pasillo hasta que unos minutos después, lo vio y salió en su encuentro.

—Se te olvido algo; pequeña?

—Sí. No. Sí... —titubeó—. Lo olvidaste?

—Qué?

—Necesito decirte algo.

—Dímelo.

—Aquí no —reviso el pasillo antes de hacer la sugerencia—. Vamos a tu recamara.

Estaba demasiado tensa, era notorio. Debía ser algo de importancia, de lo contrario no habría insistido así. Sabía que no era por Terry; ese asunto había quedado aclarado; pero entonces que era lo que le preocupaba?

—No sé cómo explicarte —balbuceó—. Es que... otra vez estoy afectando a otros; a Stear y las chicas. Y ellos no tienen nada que ver.

—Ahora que sucedió?

—Es Peter —sin entender, espero a que continuara—. Él me amenazó con hacer que me despidieran y...

—Por qué? —le quitó la palabra

—Porque no quiero salir con él. Y si supieras el tipo de rumores que está esparciendo sobre mí —oculto el rostro—. Y ahora otros médicos se me han acercado con la intención de que yo...

—No lo digas —detuvo su explicación; sin duda estaba metida en muchos más problemas de los que había imaginado.

—Eso no es todo.

—Hay más? —abrió los ojos de par en par.

—Sí —tomó aire, dándose el valor de continuar—. También dijo que mis seres queridos sufrirían lo mismo y que en ningún lado encontraríamos trabajo, hasta que yo me disculpara con él. No pensé que de verdad pudiera hacerlo, pero Anne Marie fue la primera; la despidieron sin razón. Creo que esta semana será Maggie quien quedara desempleada y la próxima sin empleo seré yo.

—Sabía que nada bueno vendría de ese sujeto —hablo después de unos minutos de meditación—. Qué piensas hacer?

—Yo? —no lo sabía, por eso había acudido a él; en busca de un consejo o de su ayuda—. No sé. Tengo las manos atadas y creo que quizá lo mejor es ceder.

—Eso nunca! —el tono autoritario apareció—. Prefiero que vivas en la calle y no que te humilles ante un bastardo como aquel!

—Qué me sugieres que haga? —le había parecido un comentario exagerado, pero al menos la apoyaba.

—Por lo pronto, debes hablar con Stear; necesitan estar prevenidos. Mientras tanto, déjame pensar. Pero si es necesario, soy capaz de abrir una clínica aquí.

Candy sonrió y agradeció, se despidió y regreso a su habitación. Al menos tenía el apoyo y tratarían de encontrar una solución. Sería difícil, pero sabía que no estaría sola en eso y que a veces era bueno pedir ayuda.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora