7. Magia Nocturna

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Lemon

Te amo para amarte y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz.
George Sand

Pasaron seis largos, cansados y desolados días; los primeros fueron tranquilos, Candy había decidido que aún si no la aceptaban en Cleveland de todas formas se iría; por lo cual, había comenzado a empacar sus pocas pertenencias. Primero guardo algunos de sus libros, los que más ocupaba.

Al segundo día después de aquél confrontamiento, llegó un mensajero para entregarle una caja de chocolates y un pequeño ramo de flores; al leer la tarjeta y ver que el presente era enviado por Albert sólo suspiro y molesta, los hizo a un lado. No, aún no quería verlo, no quería saber absolutamente nada de él.

Los días restantes habían resultado ser una mezcla de mucho trabajo y esconderse del empresario, harta de recibir flores, chocolates, caramelos o cualquier cosa por el estilo y empacar lo poco que se llevaría. Llegando el séptimo día, Terry la esperaba, como ya se le había hecho costumbre; algunas calles adelante, casi hora y media antes de su entrada a trabajar, sólo para evitar encontrarse con Albert. Esa mañana en especial, llevaba consigo unsobre proveniente de Cleveland que, mientras caminaban, entregó a la rubia. Antes de llegar a la clínica, entraron a la cafetería de siempre; donde mientras desayunaban, ella leía la misiva recibida.

Alzando un poco la vista, clavando sus esmeraldas en aquéllos zafiros que con ansia esperaban a que ella hablara, dejó salir un pesado suspiro.

—No me digas... –habló imaginando lo que había en ese sobre– no te aceptaron...

—No Terry! –Sonrió– me quedan 5 días para presentarme...–terminaron su desayuno mientras se ponían de acuerdo respecto a lo que haría cada quien.

Debían darse prisa, para poder buscar un departamento y aclimatarse un poco a la ciudad y de ser posible ir conociéndola. Así que el fiel amigo Terry se en cargaría de conseguir los pasajes. Y ella, en cuanto llegó a la clínica se despidió del doctor Martin diciéndole que había vuelto a conseguir su empleo en el hospital Santa Juana, y previniendo que no fuera a decir nada, por si llegaban a buscarla; le pidió guardar el secreto, argumentando que era unasorpresa. Sin perder tiempo, de inmediato fue a la mansión Andrew, donde guardaba parte de sus ahorros y algunos recuerdos que deseaba llevar.

Desde esos días en que fue la función, no había vuelto a la mansión. El personal se sorprendió al verla a esa hora ahí; sin embargo, pretextando que era su horario de almuerzo y sólo había ido por algo que olvido la última vez, cubrió cualquier cabo suelto.

Presurosa subió a su alcoba, pero justo antes de entrar, una conocida voz le saludo.

–Hola Candy... –dijo aquel moreno, sin poder ocultar su alegría al verla– hace mucho tiempo que no coincidíamos...

Este engreído y oportunista joven había cambiado notablemente con ayuda del paso del tiempo. El haberse convertido en el principal obstáculo para la realización de sus planes; le ocasiono problemas con su amargada hermana, quien a partir de entonces también había comenzado a confabular contra él.

Gracias a algunos encuentros y furtivas charlas con la rubia; pero sobre todo, por una ocasión en que formaron un frente común contra ciertapelirroja; se habían hecho buenos amigos. Aún así, a pesar de todo, le seguían avergonzando todos aquéllos malos ratos que le había hecho pasar.

No obstante, aunque ya no albergaba ninguna esperanza, en su corazón aún guardaba un sentimiento hacia ella. Cabe destacar que dicho sentir, había madurado notablemente, pasando de ser el capricho de un joven mimado a un amor puro y bondadoso, pero que no por eso, dejaba de ser platónico.

Que Sople el VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora