Capitulo 23

1.6K 251 111
                                    

Saqué las llaves del contacto del auto con las cejas fruncidas al notar que Richard no se encontraba en el jardín frontal de la casa de los Vélez. En cambio, Christopher sí estaba, con unos pantalones de gimnasia y una camiseta musculosa que dejaba ver a la perfección sus ejercitados brazos y su muy acentuada clavícula. Sus ojos me escanearon de arriba abajo al cerrar la puerta del jeep, su antiguo auto. Decidida a no hablarle, pasé junto a él en las escaleras de piedra que daban a la puerta frontal de la casa de los Vélez, pero su mano me detuvo de seguir caminando.

—Richard no está. —Tomó unas vendas que se encontraban junto a él y comenzó a enrollárselas en las manos y las muñecas. Me dieron escalofríos al sentir su piel rozar con mi tobillo y agradecí que él la sacara lo suficientemente rápido como para no notar que había temblado.

—Eso no es posible. Íbamos a entrenar hoy.

—Sí es posible, y como Erick no puede tomar su lugar, yo tengo que hacerlo. —Tomé una pose furiosa y me crucé de brazos mientras lo veía pararse y mirarme directamente a los ojos.

—¿Entonces estoy atrapada aquí contigo? —Se alejó un poco de mí y movió sus dedos, comprobando que las vendas estaban perfectamente ajustadas.

—Te equivocas, yo estoy atrapado aquí contigo. —Revoleé los ojos mientras me alcanzaba un par de vendas para que yo las usara y se colocaba un par de guantes de boxeo en sus manos. —Vamos a trabajar en combate cuerpo a cuerpo porque das asco. —Pero qué sinceridad, ¿acaso no podía haber sido así de sincero antes, cuando dijo que me amaba? —Richard tiene demasiado miedo de lastimarte. Yo no. —No, claro, si ya lo había hecho. —Vamos. —Me acerqué a él rápidamente mientras me colocaba las vendas y seguía reprochándole a Christopher en mi cabeza todas las cosas que decía, no tenía ganas de hablar con él en lo más mínimo.

—¿Por qué tú tienes guantes y yo no? —Pregunté mientras me posicionaba frente a él y me ponía en guardia.

—Así no te marcaré el bonito rostro cuando te golpee. —De manera desprevenida, su puño se estrelló contra el costado izquierdo de mi torso, y me hizo doblar del dolor, además de que me había dejado sin respiración. —Regla número uno... —Dijo mientras me alejaba de él intentando reponer el aire. —Nunca te distraigas. —Me paré derecha mientras sentía que de apoco el aire volvía a entrar por mis pulmones y fulminé con la mirada a Christopher a medida que se acercaba a mí, aún en guardia. —Regla número dos, nunca tengas piedad. —Pero qué fácil era todo esto para él. Me acerqué lo suficiente como para tirar un puñetazo a su rostro, pero lo esquivo con astucia y plantó el guante derecho en mi cara, haciéndome trastabillar una vez más. Sentía como si me hubieran sacado una muela sin anestesia. La neblina que cubría mi vista comenzó a disiparse al tiempo que tocaba mi labio y limpiaba la sangre que había salido de él. Con completa irritación y enojo, volvía acercarme a él corriendo, decidida a golpearlo, pero esquivó todos y cada uno de mis puñetazos, y terminó plantando su guante en mi estómago, logrando que cayera al suelo, completamente rendida. —Regla número tres, piensa antes de golpear.

—No quiero... Seguir. —Me arrastré por el suelo, completamente rendida, convencida de que cada segundo que pasaba Christopher disfrutaba un poco más de lo que estaba sucediendo. Las pequeñas piedras y el césped del patio delantero de los Vélez se clavaban en mis rodillas y me hacían picar la piel mientras me alejaba todo lo que podía del cuerpo de Christopher, que se acercaba a mí sigilosamente, aún en posición de guardia.

—Que raro... ¿Una Moore rindiéndose? Bueno, no te pareces tanto a tu hermano después detodo. —Sus dientes brillaron detrás de los guantes y sus cejas se juntaron casi formando una sola. A pesar de que intenté ponerme de pie, se me hizo imposible. Sentía que en cualquier momento escupiría un pulmón junto con un par de costillas que no parecían estar en el lugar adecuado. Volví a arrastrarme por el piso intentando recuperar aire, mientras la sombra grisácea de Christopher se acercaba con más velocidad. —Tal vez sí te pareces a tu hermano después de todo, Yoandri siempre ha sido un cobarde. —Mi cuerpo se paró en seco mientras él seguía avanzando. Un relámpago de ira se apoderó de mí y antes de que pudiera detenerme, mi pierna derribó a Christopher con un solo movimiento y me paré de un salto, posicionando mi pie en su garganta, aplastando sin piedad, dispuesta a matarlo si volvía a mencionar a mi hermano.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora