Capitulo 16

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Salté en mi lugar unas cuantas veces y exhalé rápidamente, intentando que mi respiración se acelerara al instante. Tomé mi botella de agua y la esparcí por la mayor parte de mi cuerpo, intentando crear la ilusión de que había sudado. Y luego, corrí el pequeño tramo que quedaba desde el taller hasta la casa de los Vélez. Richard me estaba esperando, como siempre, con uno de sus pantalones anchos oscuros, y una camiseta deportiva gris. Sus brazos cruzados no me indicaban que estaba muy feliz, y en cuando llegué a su lado, me tomé de las rodillas y fingí que intentaba recuperar el aire.

—Es duro correr, ¿cierto? —Dijo, con casi una sonrisa en su rostro. Agradecí con cada fibra de mi cuerpo, que fingía estar cansado, que el tema de ayer hubiera quedado en el olvido.

—No... Tienes... Idea. —Respiré profundamente durante unos segundos, mientras observaba que él se sentaba en el césped de la parte delantera de la casa de los Vélez.

—Hagamos unos ejercicios de respiración, entonces. —Me senté de frente a su cuerpo, pero sin tocarlo. Me crucé de piernas, y antes de que pudiera terminar de exhalar profundamente por tercera vez, Richard ya estaba hablando. —Cierra los ojos. —Me pidió, con una voz tranquila que me indujo a hacer lo que me estaba pidiendo. —¿Qué te conecta con la realidad, ____? —Tragué saliva mientras que mis manos se apoyaban en el suelo.

—El césped. Aún está frío por el rocío de la mañana. —Mi voz era un leve susurro que solo Richard podía escuchar.

—¿Y qué más? —Su voz cada vez era más neutra y tranquilizadora, intentando no molestar en mi cerebro. Agudicé mi oído, mientras mis dedos aún acariciaban el césped intentando conectarme lo más que podía con todo lo que había a mi alrededor.

—Las aves. —Agudicé aún más mi oído, oyendo a la perfección el canto de los pájaros. —Un ave pequeña está buscando a su madre. —Su canto sobresaltaba sobre los demás, porque aún era demasiado pequeño como para cantar igual que los pájaros que lo rodeaban. Presté más atención, intentando buscar la respuesta de su madre, pero un sonido aún más fuerte y grave retumbaba en mis oídos y tapaba a los demás cantos de las aves.

—¿Qué sucede? —Al parecer, Richard había percibido que algo había cambiado, porque su voz tenía un dejo de preocupación que me resultaba obvio ya que antes había estado hablando de una manera tan calmada que el cambio repentino de su tono me desconcertó.

—Tú. —Mis cejas se juntaron y casi sonreí.

—Recuerda que tu cerebro es capaz de crear presencias, ____. No debes confiar en lo que puedes ver. —Negué con la cabeza, aún sintiendo el césped bajo las palmas de mi mano, y escuchando a la perfección ese sonido grave que sonaba como un tambor, con los cantos de los pájaros de fondo.

—No es eso. Es tu corazón. —Sonreí sin poder creer lo que estaba sucediendo.

—¿Puedes escuchar los latidos de mi corazón? —Preguntó Richard, incluso más desconcertado que yo.

—No solo puedo escucharlos. Es como si pudiera sentirlos. —El silencio hizo que los pudiera escuchar con más cuidado. Su corazón latía con tranquilidad dentro de su pecho, hasta podía escuchar a la sangre bombeando por su cuerpo. Pero no era como si fuera un sonido lejano, absorto a mi presencia, como las aves. Era como si se encontrara dentro de mí, aunque estaba cien por ciento segura de que no se trataba de mi corazón, porque tenía la presencia de Richard impresa por todos lados. De repente, los latidos se hicieron más rápidos, y en un instante dejé de escucharlos, justo en el momento en que Richard  me sacudía por los hombros. —¡Hey! ¿Por qué hiciste eso? —Borré cualquier rastro de sonrisa que pudiera quedar en mi cara, y mis ojos se clavaron en los suyos, que me observaban preocupados desde las alturas, ya que se encontraba parado.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora