Caí rendida en la cama, con la sonrisa más grande del universo, y dándome cuenta que esa era la razón por la cual Richard no dejaba que guardara el jeep en el garaje. Estaba feliz, estaba extasiada, estaba contenta. Nada ni nadie podía arruinar ese momento.
Completamente cegada por la felicidad, me acosté en la cama, pero calculando muy mal mi caída, terminé golpeándome la cabeza contra el baúl a los pies del colchón. La intriga de saber qué había adentro aún me consumía, y tuve que sentarme en el suelo sin poder esperar un solo segundo más para ver lo que se hallaba escondido detrás de la tapa.
Si antes había querido llorar, ahora mismo mi cara era una catarata interminable de lágrimas.
Richard había dejado todos y cada uno de sus recuerdos y objetos más preciados dentro de ese baúl. Desde un álbum de fotos muy antiguo, hasta joyas e insignias de sus vidas pasadas. Había cuadros pintados a mano y ropa antigua perfectamente doblada.
—¿____? ¿Estás llorando? —No pude contestarle, mis ojos estaban perdidos en esos tesoros invaluables que, si alguien me hubiera mostrado en otro momento de mi vida, no significarían absolutamente nada, pero que, ahora, eran completamente todo. Porque Richard los apreciaba, porque eran parte de su pasado. De nuestro pasado, a pesar de que no pudiera recordarlo. —Si estás llorando porque te llamé apestosa, juro que lo siento. No eres apestosa, hueles muy rico, a frutillas y coco, para ser exacta. —Tris me hizo reír mientras se sentaba junto a mí y me rodeaba los hombros con su mano. —Pero si estás llorando porque le dije apestoso a Johann, lo siento, él sí que huele a veces. —Negué con la cabeza mientras reía y me limpiaba las lágrimas.
—¿Qué sucede?
—Mira, son las cosas de Richard. —Tris tomó dudosa una foto que se encontraba suelta entre un par de recortes de diario y la sostuvo para que ambas pudiéramos verla. La reconocí al instante. Era la foto que hacía más de un año había encontrado en la habitación de Richard. Era una foto de mi familia. —Creo que esa... Creo que esa soy yo de pequeña.
—Claro que eres tú, mira esos ojos, siguen igual de grandes y brillantes desde la primera vez que te vi. —Sonreí cuidadosamente al notar que Tris pasaba su dedo por la foto suavemente, casi acariciándola. —Eres igual que tu madre. —Dijo en un susurro, al notar a la mujer que estaba parada detrás de mí. —Ojalá algún día pueda encontrar una familia tan bonita como esta. —Tris ya no sonreía, y su voz ya no sonaba comprensiva, sino triste y melancólica. Apoyé mi cabeza por encima de su hombro y respiré profundamente.
—No tienes que encontrarla, me tienes justo aquí. —Su cabeza se apoyó en la mía mientras sonreía y se limpiaba una lágrima estúpida que se le había escapado.
—Tienes razón, te tengo a ti. Y con eso me basta. —Tris me empujó con su hombro juguetonamente. —Y si en algún momento no me basta contigo, entonces Johann y yo tendremos unos hijos hermosos, que amaremos para siempre, y nunca jamás en la vida los abandonará. Te dejaré ser la madrina de uno si quieres, del más lindo, ¿qué dices?
—Suena como un buen plan. —Sonreí mientras veía que Tris se paraba en su lugar.
—Bien, ¿quién diría que un dibujo me haría llorar? Casi arruina todo el maquillaje que acabo de hacer. Hablando de eso, ¡TE COMPRARON MAQUILLAJE! —Junté mis cejas confundida.
—¿Es un dibujo? —Tris achicó sus ojos observando la imagen y asintió con la cabeza.
—Claro que sí, o al menos eso supongo, tiene una firma en lápiz aquí. —Tris me dio el trozo de papel y efectivamente tenía una firma.
—¿Franklin? ¿Quién es Franklin? —Ella se encogió de hombros, obviamente no lo sabía.
—¿Por qué no le preguntas a Richard? Yo estoy ocupada... Ya sabes... ¡MAQUILLAJE Y ROPA NUEVA! Tengo que ver si hay algo de tu talle de elfo que le entre a mi cuerpo de gigante, ya vuelvo. —Tris desapareció dentro del armario y sabía que no la vería por un largo tiempo. Lo más probable era que llegara a Narnia.
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Christopher II
FanficSegunda Temporada de "Christopher" -No vale la pena que sigas llorando. -Miré al asiento del copiloto, en donde la imagen de Christopher me atormentaba. -Sal de mi cabeza. -Susurré, mientras apretaba el acelerador hasta el fondo y miraba al frente...