Capitulo 13

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Entré al bar con la cabeza gacha, y me senté en la mesa del rincón que frecuentaba, donde tenía una amplia vista hacia las mesas de pool. Hubiera traído lentes de sol, para ser incluso más irreconocible, pero todos sospecharían de alguien que usa lentes de sol a las dos de la mañana. La puerta de la entrada se abrió, dejando ver a Matt Thompson, con su ropa desarreglada, y su escuálido cuerpo enclenque. Le pedí a la mesera una cerveza que sabía que no iba a tomar, y lo observé una hora, mientras jugaba al pool y apostaba alrededor de doscientos dólares. Era muy bueno, si tenía que ser sincera, y la mayoría de sus compañeros no querían jugar contra él porque sabían que perderían. Alrededor de las cuatro y media de la mañana, una chica de mi edad entró al bar. No era difícil darse cuenta que no encajaba allí, ya que llevaba un vestido lleno de brillos y unas zapatillas desgastadas. Matt la había visto al instante, y había fallado en su tiro por mirarla durante tanto tiempo. Escaneo su cuerpo de tal manera, que me produjo un asco interno ajeno a toda mi investigación. La chica se acercó a él, lo saludó, y le tendió un manojo de dinero. Preparada para que sacara la droga de su bolsillo y se la diera, me sorprendí al notar que tomaba su hombro y la dirigía hacia la puerta, gritándoles a sus compañeros que volvería en unos minutos. La chica se cruzó de brazos, e incómoda, lo acompañó afuera. Me levanté de mi asiento esperando el tiempo suficiente como para que nadie sospechara, y le pagué a la camarera en la barra, mientras acomodaba mi bolso y salía del bar con la mayor tranquilidad que podía, intentando no levantar sospechas.

Levanté el cuello por sobretodo, por si alguno de los dos se encontraba cerca, pero al mirar a mis costados, noté que ya estaban media calle delante de mí. De igual manera, me crucé hacia la acera de enfrente, y caminé con cuidado, intentando que mis zapatos no hicieran tanto ruido contra el pavimento. Las calles estaban desiertas, salvo por los autos que dormían fuera de las casas y por un gato que me seguía, intentando que le diera algo para que comiera. En cuanto maulló, Matt se volteó, y estuvo a punto de verme, pero me escondí detrás de un auto, saliendo de su vista de inmediato. Le mostré mis dientes al gato, que erizó el cabello y salió disparado hacia algún callejón. Desde mi escondite, noté que ambos se metían hacia un estacionamiento, la chica seguía rígida, sin hacer ningún tipo de movimiento, sabía que estaba asustada, era como si pudiera olerlo. Me apresuré a llegar a la puerta del estacionamiento, y cuando Matt la encerró, intentando besarla, me agaché junto a un contenedor de basura, teniendo una vista perfecta de lo que estaba sucediendo, incluso podía escucharlos. Preparé mi cuchillo, completamente segura de que aunque Matt no fuera el tipo que estaba buscando, no sería cómplice en un intento de violación. La chica lo alejó con cautela, y miró hacia abajo, su cabello corto cubrió todo su rostro.

-Solo quiero lo que te pedí. -Dijo, casi en un susurro. Agudicé mi oído, intentando recordar todo lo que Richard me había enseñado.

-Vamos linda, sé que lo quieres tanto como yo. -Matt se abalanzó otra vez, y cuando la chica intentó empujarlo, él la tomó de las muñecas con extremada fuerza, haciendo que un alarido de dolor saliera de su boca.

-Quédate quieta y todo será más fácil. -Aún luchando, ella logró empujarlo con el peso de su cuerpo, pero cayó de lleno al suelo. A pesar de que intentó levantarse, Matt ya la había encerrado entre sus piernas, y había tomado sus brazos, inmovilizándola por completo. -Te dije que te quedaras quieta. -Repitió, con su voz aún más pesada y enojada. Su boca se dirigió rápidamente a su cuello sin poder esperar más, y desde el lugar en que estaba, el reflejo rojo de sus ojos brilló como si fueran linternas en la oscuridad. Con el cuchillo en la mano, aceleré mis pies hacia ellos, mientras escuchaba que los gritos que la chica pegaba iban disminuyendo, y Matt no se despegaba de su cuello, se notaba desesperado. Mis pies intentaban ser como nubes golpeando contra nubes, y al parecer lo lograron, porque solo notó mi presencia cuando mi pie estaba a centímetros de estamparse contra el costado de su estómago. Matt salió despedido en el aire, en algún lugar de la oscuridad, y yo me apresuré para ayudar a la chica que se movía mareada de un lado a otro, sin poder mantener el equilibrio.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora