Capitulo 60

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Mi problema no era que me distraía con el más mínimo movimiento de una mosca que pasara volando a mi alrededor, mi problema era que las cosas me parecían muy poco interesantes como para que me importaran. Donnie estaba convencido de que sólo era la depresión del último año.

—Te estás dando cuenta que todas las cosas que hiciste todos estos años no sirvieron para nada, entonces no le ves el caso a seguir esforzándote. —Me dijo cuando le planteé mi problema. Pero Marvin pensaba muy distinto.

—Son nervios. Estás a un punto de que tu futuro se convierta en el presente, y no tienes idea de qué hacer. —Y por supuesto, ninguno tenía razón. Mi problema no eran los nervios y menos aún desmerecer el trabajo que le había dado a la escuela. Mi problema era aún más grave y profundo, a pesar de que no tenía idea de cuál era con exactitud.

Mi cabeza reposaba en la tranquila oscuridad de mi casillero, no me importaba que los que pasaban por los pasillos pensaran que tenía complejo de ñandú. Me tenía muy preocupada saber que las cosas cada vez me importaban un poco menos. No sabía si era porque estaba aburrida, si simplemente eran problemas de adolescentes con hormonas alborotadas, o como Tris me había dicho, la escuela no era lo mío. Metí un brazo con cuidado y saqué un libro de entre el montón. Ni siquiera sabía si era la asignatura correcta, pero, y como era predecible, no me importaba.

Recordé que la profesora Guinea me había pedido que llegara a la clase unos diez minutos antes para poder hablar de las notas del examen para el cual no había estudiado, y saqué mi cabeza pensativa del casillero. ¿Y si volvía a reprobar? Richard no estaría muy contento cuando se lo comunicara.

—____, ¿podemos hablar un momento? —Casi inmediatamente, mi cerebro reconoció su voz y corrió rápidamente a esconderse en aquel lugar oscuro y antes tranquilo que estaba hecho de metal.

—No puedo, estoy ocupada. —Zabdiel bufó a mi lado como si estuviera harto de mi actitud y eso que sólo había dicho cuatro palabras.

—Deja de actuar como una niña. —Su voz sonaba más apagada de lo normal.

—Por si no lo has notado, soy una niña. —La oración repiqueteó en las paredes del casillero unas cuantas veces antes de salir, y me pregunté si esa voz aguda y silbante era la mía. Debía sonar insoportable cuando gritaba.

—Sabes a lo que me refiero. —Claro que sabía a lo que se refería, pero, ¿acaso yo tenía que ser la razonable y la comprensiva? ¿Qué tan injusto era eso? Mi cabeza salió de las tinieblas que habitaban mi casillero y el dulce olor a libros fue reemplazado por el aroma artificial de algún desodorante que usaban para limpiar el piso en la escuela.

—¿Y qué esperabas Zabdiel? ¿Que no me enojara? ¿Que todo siguiera igual? ¡Lo investigaron como si fuera un maldito espía de la CIA, por el amor de Dios! ¡Me sorprende que no descubrieran qué papel higiénico usa en el baño! —Sus ojos no podían mantenerse fijos en mi cara, así que observaban el piso, sus cejas parecían no entender cuál era el olor artificial que nos rodeaba. Por supuesto que era pino.

—Doble hoja, cincuenta por ciento algodón. —Su respuesta pareció ser automática, casi sin pensarlo. Pero al escucharse, me miró directo a los ojos como si supiera el error que había cometido. —¡Sólo lo sé porque vive en nuestra casa! —Cerré la puerta del casillero de un manotazo, Zabdiel cerró los ojos, asustado por el repentino sonido, mientras el movimiento de la puerta de metal hacía que mi cabello se moviera.

—Me voy. —Dispuesta a marcharme, abracé mis libros y di un paso enfadada, pero Zabdiel me tomó del brazo e hizo que me detuviera.

—No te enfades. —Como si me lo estuviera haciendo tan fácil. —Pensé que era lo correcto. — Mi brazo hizo un movimiento extraño y Zabdiel tuvo que soltarme.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora