Capitulo 67

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Era como si el sistema que me permitiera respirar, hubiera dejado de funcionar por unos cuantos segundos. Richard no se dio cuenta, por supuesto, ¿quién lograría darse cuenta de algo parecido? Sólo yo notaba que el pecho se me estrujaba y las piernas me temblaban. Él aún lloraba, escuchaba su respiración irregular a pesar de que no podía verlo. Que no corriera oxígeno por mi sistema, hizo que se me nublara la vista. Finalmente, tomé aire tan profundo como pude, casi como si fuera la última vez que lograra hacerlo, y mis piernas terminaron de ceder, mientras caía en la cama a pesar de que no quería.

—¿Me... Yo... Estoy muriendo? —Preguntó una voz lejana, que no parecía en absoluto mía, a pesar de que sí lo era. Richard no contestó, parecía como si una daga le fuera a clavar directo en el pecho si la palabra "sí" salía de sus labios. —¿Cómo es que esto sucedió? —Parecía querer explicarme, pero algo en su garganta no se lo permitía, los dos estábamos igual.

—No lo sé con exactitud... Es algo que jamás había visto en toda mi vida. —Abrió la boca pero volvió a cerrarla rápidamente, otra lágrima cayó de sus ojos, pero la limpió con rapidez, no sabía por qué. No sabía si era porque tenía ganas de hablarme, pero las lágrimas no se lo permitían, o si simplemente le daba vergüenza que su hermana menor lo viera llorar. Finalmente, después de unos segundos, terminó por hablar: su voz ronca me decía que lo que sea que le impedía contarme lo que quería, seguía allí, impidiéndoselo. —En situaciones normales, ya deberías haberte convertido... Pero algo anda mal, porque no es así. No sé si tu humanidad es tan fuerte que todavía sigue luchando, o si simplemente tu cuerpo sabe que no podrás sobrevivir al cambio... Pero estos ataques que te ocurren, las lagunas de tiempo que hay en tu cerebro, el hecho de que te despiertas cubierta de sangre que no tienes ni idea de dónde salió, sí ____, lo he notado. —Dijo, cuando observó mi cara de sorpresa. —Tris ha estado muy preocupada además, y con alguien debía saber qué era lo que estaba ocurriendo. Me lo ha contado. Eso y mucho más. —Tomó mi brazo de repente, no pude detenerlo, tampoco era como si hubiese podido. —Estas marcas... Nunca me habías contado de éstas marcas. —Señaló a las cicatrices blancas que me habían quedado sobre la piel, agradecí porque esa vez no tenían alrededor ningún color violeta o verde que delatara que a pesar de que la piel había cicatrizado, claramente la herida interna no lo había hecho.

—No quería que te preocuparas. —Repuse rápidamente, mientras bajaba la manga de mi campera para cubrirlas nuevamente, Richard se tomó la cabeza, nunca antes lo había visto tan cansado como en ese mismo instante, hasta parecía incluso unos años mucho más grande que usualmente. Era notorio, su cara de adolescente de quijada ancha era muy difícil de ocultar, salvo por ese momento.

—Me preocupo, siempre me preocupo, estés junto a mí, o a un millón de kilómetros, siempre me preocuparé. —Comentó, mirándome a los ojos. —¿Qué son esas marcas? —No parecía enojado como antes, ni siquiera parecía molesto, solo cansado. —¿Acaso Mason te las hizo?

—¡No! —No sabía por qué tenía una extraña necesidad de defenderlo. —No, claro que no. — Toqué mi muñeca por sobre la ropa instintivamente. —Fue... Un vampiro, uno de los que estaba en el depósito. Lo conocía de antes, mataba chicos antes de venderles droga para alimentarse. Pero ahora me doy cuenta que él no era el que los mataba, simplemente era el encargado de secuestrarlos. —Nos quedamos callados por unos segundos.

—¿Te lo hizo con las garras? —No sonaba curioso ni nada parecido, tan solo esperaba una respuesta, como si lo único que esperara hacer, fuera escuchar mi voz contándole algo, lo que sea. Asentí con la cabeza sin atreverme a mirarlo, me lo había advertido más de una vez: "Siempre cuídate de las garras". —¿Cuándo? —No lo recordaba, para ser honesta.

—Hace mucho tiempo, no lo recuerdo con exactitud. —Richard se quedó callado.

—¿Dirías que fue antes de que los ataques comenzaran a ser mucho más frecuentes? —Lo miré interesada, casi sabiendo a dónde se dirigía y asentí con la cabeza.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora