Había olvidado lo enfermizos que podían ser los susurros en los pasillos del instituto Oak Hills. Pero a pesar de que me molestaban, ya me había acostumbrado en gran parte. Cuando Christopher se había ido, y mi relación con los Vélez se había cortado temporalmente, la escuela había estallado en rumores que se apaciguaron cuando Tris, en un intento de animar mi espíritu, me presentó a las chicas del escuadrón de las porristas, y al resto del equipo de fútbol. También a sus grupos de estudios, y a sus compañeras de clases que no compartíamos. Tris estaba negada a que mi vida social terminara con un rompimiento doloroso, y luego de unas semanas de odiarla por intentar que hablara con alguien, la entendí.
Mi vida estaba girando en torno a Christopher y sus hermanos, sin contar con que Richard ya se había acercado a mí y me había planteado las ganas y la necesidad que sentía de recuperar el tiempo perdido, y a pesar de que mi cuerpo necesitaba tiempo para relajarse, mi cerebro para pensar en mis próximos movimientos, y mi corazón para sanar todo el dolor que sentía, a la larga, se lo terminé agradeciendo a Tris. Sus amigas no paraban de preguntarme si los Vélez estaban solteros, si eran homosexuales y por eso no habían estado con ninguna chica del colegio, si eran igual de odiosos como todo el mundo pensaba o si simplemente era una fachada para mantener a todo el mundo lejos. Y aunque me hubiera encantado desenmascararlos para que al día siguiente un millón de personas intentaran acercarse a ellos con intención de comenzar una amistad, me había detenido a tiempo, y simplemente había respondido que no quería hablar de ellos. Ya había desmentido los rumores de que eran exconvictos, asesinos y extraterrestres, pero la cosa se había vuelto difícil cuando me habían preguntado sobre Christopher. No era como si mentir sobre nuestra historia fuera tan difícil, ellos nada más sabían que habíamos estado juntos, pero la verdad, era que no quería hacerlo. Muchos de ellos me caían bien, algunos tal vez no tanto, pero no podía culparlos, estaba pasando por un momento de dolor muy grande en el que cualquier persona que se me acercaba a hablarme con intención de una simple amistad era comparada al instante por mi cerebro con cualquiera de los Vélez. Las bromas de Trent no eran tan divertidas como las de Erick y Joel, así que no me reía. Los ojos de Kyle no me cautivaban tanto como los de Christopher, así que no sucumbía ante su seducción. La confianza que Lisa emanaba no era tan grande como la que Zabdiel me había brindado la primera vez que hablamos. Así que no, no podía lograr conllevar una verdadera amistad como la que tenía con los Vélez, con Tris o con Johann. Salvo con Donnie.
Mi historia con Donnie había sido completamente diferente. Había estado evitando a Zabdiel por más de dos semanas, en las que él me había buscado en todos los lugares posibles que sabía que podía hallarme. Había corrido por pasillos, empujado gente, me había saltado clases e incluso había asistido a ellas con el simple objetivo de no ver su cara. Pero un día, en el que estaba demasiado distraída como para pensar, me salté la clase de gimnasia, y Zabdiel, sabiendo que solía hacer eso con frecuencia, me encontró en el que solía ser nuestro lugar, e intentó hablar conmigo. Obviamente que en cuanto mi nombre salió de sus labios me eché a correr sin detenerme un solo segundo, y sin mirar atrás. Y para cuando me detuve, no sabía en qué lugar de la escuela estaba, pero estaba sola, lo que me permitió tirarme al suelo y largarme a llorar como una bebé sin poder parar ni un segundo. Ahí apareció Donnie, que había estado oculto en la oscuridad más profunda de las tinieblas, y sin decir absolutamente nada, se sentó junto a mí, me tomó la mano y esperó hasta que dejé de llorar.
Me llevó hasta el estacionamiento sin decir ni una sola palabra, le dije cuál era mi auto y se quedó parado en el medio del cemento seco, observando como me alejaba. Nunca nadie me había inspirado tanta confianza como Zabdiel, pero Donnie se había acercado. Durante los siguientes tres días, él esperaba en la puerta de la escuela, observando entre la multitud, hasta que me veía, sonreía, y a lo largo de todo el día no me decía absolutamente nada, simplemente caminaba junto a mí, acompañándome a cada clase, despidiéndose con su mano al ver que me subía al auto. Al principio, Tris me había dicho que me alejara de él porque parecía un bicho raro, pero al final del día cuatro en el que no nos habíamos hablado, me subí a mi auto y cuándo él se volteó para irse luego de despedirse, le pregunté.
ESTÁS LEYENDO
Christopher II
FanfictionSegunda Temporada de "Christopher" -No vale la pena que sigas llorando. -Miré al asiento del copiloto, en donde la imagen de Christopher me atormentaba. -Sal de mi cabeza. -Susurré, mientras apretaba el acelerador hasta el fondo y miraba al frente...