Capitulo 3

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No sabía exactamente lo que había hecho para encontrar el jeep, pero en el momento en el que caí en el asiento del conductor, mis lágrimas no pudieron aguantar más, y se desbordaron de mis ojos sin pedir permiso. Apreté con fuerza el volante, y apoyé mi frente en él, mientras sentía que de a poco la respiración empezaba a faltarme, y que mi garganta se cerraba un milímetro por cada sollozo que se escapaba de mi boca. Arranqué el motor con las llaves de repuesto que tenía guardadas en un compartimiento del auto, porque las mías las tenía en el bolso que le di a Johann cuando nos separamos en la fiesta.

—No vale la pena que sigas llorando. —Miré al asiento del copiloto, en donde la imagen de Christopher me atormentaba.

—Sal de mi cabeza. —Susurré, mientras apretaba el acelerador hasta el fondo y miraba al frente, ordenándole a mi cerebro que dejara de crear las imágenes de Christopher que venían destruyendo mi paz desde hacía meses.

—Sácame tú. —Dijo en mi oreja, mientras sentía, falsamente, que acariciaba mi brazo. Los escalofríos hicieron que casi me saliera del camino y chocara contra un árbol, pero en cuanto recobré el control, aceleré aún más, esperando llegar a casa en cuestión de segundos. La imagen de Christopher que proyectaba mi cerebro, desapareció del auto, y en cambio se posicionó a unos metros en la carretera. Aceleré al máximo, sin piedad alguna, mientras atravesaba su cuerpo que se había vuelto humo en el momento en que lo había tocado con mi auto.

Llegué al departamento a los tropezones, y subí a mi piso viendo imágenes de Christopher por todos los rincones del pasillo. En cuanto entré al departamento, un silencio sepulcral invadió la atmósfera, y mi rodilla lastimada no pudo soportar el dolor, haciéndome caer el piso. Escuché un ladrido que venía directo de mi habitación, y luego Blaze apareció, agitando su cola, contento de verme. Se sentó a mi lado, lamió mi cara e intentó chupar mi herida, pero no lo dejé. Acaricié su pelaje mientras se acostaba junto a mí. Mire el reloj de mi teléfono, que marcaba que eran las tres de la mañana. No contesté las quinientas llamadas perdidas que tenía de Tris, ni las trescientas de Johann, ni las mil de Richard. Ni siquiera las de Christopher, que habían sido ante de nuestro encuentro.

—¿Qué se siente volver a verme? —su voz sonaba en mi cabeza, porque sabía que estaba ahí dentro, pero sus labios se movían, haciendo parecer que era el verdadero, de carne y hueso, frente a mí. Torturándome. Me hice una bolita junto a Blaze, y lo abracé mientras seguía llorando. —¿Qué se siente saber que todo lo que amabas se te escapa entre los dedos como agua? —mordí mi labio, tragándome los sollozos, mientras Blaze daba pequeños ladridos y lloraba como si estuviera pidiendo que me detuviera. Tomé mi cabeza y cerré mis ojos con fuerza, intentando hacer que desapareciera para siempre. —Yo, Zabdiel, Erick, Joel… Yoandri.—Grité intentando ahogar mis propios pensamientos. —Porque está muerto, lo sabes, ¿no? — Me arrastré por el suelo ya que me resultaba imposible levantarme, e intentaba no observar su figura que me seguía a cada centímetro que daba. Me tomé del sofá, y con toda la fuerza que me quedaba mientras las lágrimas nublaban mi vista, me levanté. —Sabes que está muerto por tu culpa. —Tomé la lámpara que se encontraba en una mesa junto a mí, y se la aventé con tanta fuerza, que hasta creía que había sacado el enchufe de la pared. El objeto le atravesó el estómago, lo cual lo hizo reír. Caminé sosteniéndome de las paredes hasta el baño. —Tú lo mataste. —Cerré la puerta con fuerza, y tomé mi teléfono mientras buscaba entre mis contactos el nombre que tanto extrañaba pronunciar. Lo marqué, mientras los ladridos de Blaze me volvían loca, y sentía como arañaba la puerta.

—Hola. —Su voz sonaba adormilada, pero al mismo tiempo en alerta. Como si no se esperara ver mi nombre en su identificador de llamadas, y supiera que estaba en problemas. La puerta temblaba bajo los golpes del Christopher de mi imaginación, y luego de unos segundos, todo el baño acompañaba sus sacudidas. Me estaba creando mi propio terremoto personal. Grité mientras el miedo que me helaba la sangre hacía que las lágrimas siguieran saliendo de mis ojos.— ¡____!

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora