Capitulo 77

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Al parecer, la alarma había sonado porque Janet había tenido la grandiosa idea de prender fuego toda la habitación para que no quedaran rastros del cuerpo de James. El problema había sido, por supuesto, que se había quedado encerrado en la habitación ya que, y la cito, "¿quién sabía que el fuego se propagaba tan rápidamente?". Pero gracias a los dioses, Richard había aparecido, ya que, después de perderme de vista entre la gente, alguien muy amablemente le había contado que había visto a Janet y "a la otra chica" subir hacia las habitaciones con un hombre. No hacía falta que me contaran su reacción, me la podía imaginar como una película de alta definición dentro de mi cabeza. Supuestamente Richard había corrido desesperado buscándonos habitación por habitación, y por eso se había tardado tanto, porque de otra manera, hubiera llegado en el momento en el que James me pedía que me quitara los zapatos muy amablemente. Pero de todas maneras, al abrir la puerta de la habitación de Janet y verla subida a la cama, desesperada mientras observaba cómo las llamas se esparcían lentamente por el suelo, Richard la había ayudado a salir de allí, justo en el exacto momento en que las alarmas sonaban y el agua se esparcía por los techos. Habían corrido al auto en donde Erick, muy silencioso y enojado, esperaba detrás del volante. Joel se había dormido al fin, probablemente por la cantidad de copas que había tomado, y Zabdiel simplemente observaba por la ventanilla, preocupado ante la desaparición de sus hermanos. Luego de un minuto en el que Richard discutía fuertemente con Zabdiel para poder volver a buscarme al edificio, yo abría la puerta y le gritaba a Erick que arrancara mientras Christopher se acomodaba en el asiento, casi aplastándome. Éramos siete en una camioneta, no importaba que fuera grande, todos estábamos incómodos.

Al llegar a la casa se desató una fuerte discusión entre Christopher y Richard que no parecía tener final; la casa vibraba bajo sus gritos, así que Gina y Jonathan terminaron por despertarse. Al parecer, Christopher parecía reclamarle algo a Richard y éste estaba furioso por tener que escucharlo siquiera hablar del tema. Yo estaba demasiado ocupada ayudando a Janet a sentarse en el sofá, al parecer tanta acción había abierto los puntos de su herida y Jonathan debía revisarla nuevamente para asegurarse de que todo estuviera en orden. Joel se había despertado en el momento en que Erick lo había bajado de su hombro para tirarlo en el sofá, y casi se había puesto a llorar a razón de los gritos de Christopher y Richard. Erick no había dicho ni buenas noches, simplemente corrió a su habitación escaleras arriba, e hizo como si nada estuviera pasando. Cuando lo vi irse fue como si me clavaran una navaja en el estómago. Finalmente los susurros nerviosos de Gina habían logrado calmar a los dos energúmenos que no dejaban de discutir, para finalmente dar lugar a la paz en la casa, junto con los susurros de Joel que seguía medio dormido. Los Vélez se habían ido cada uno a su habitación, no sin antes, por supuesto, dar un fuerte portazo para expresar lo furiosos que estaban. Salvo Joel, que se había quedado durmiendo en el sofá por el resto de la noche. Janet, al recomponerse lo suficiente, quiso retirarse de la casa de inmediato, pero Gina le ofreció una y otra vez que se quedara, cada vez más efusiva que la otra, hasta que dijo que sí, y como Tris no estaba, ella dormiría en nuestra habitación. La pijamada más divertida que había tenido jamás. La noche había empezado horriblemente y había terminado de la misma manera, ¿qué otra cosa se podía esperar? Y para poner la fresa sobre el postre, Janet se había despertado con muchísimas ganas de secarse el cabello a las nueve de la mañana.

- Eres realmente insoportable. - Tomé una almohada y me tapé la cara, esperando a que el ruido disminuyera. No sucedió.

- Y tú roncas cuando duermes. - Soltó. La repentina oración me había despertado en un santiamén.

- ¡Claro que no! - Janet sonrió, pude verlo a través del espejo. No era el día ni el horario para fastidiarme.

- Si creer eso te hace feliz... - Revoleé uno de los almohadones que yacían alrededor de la cama y se lo estampé en la parte de atrás de su cabeza. Antes de que pudiera decirle algo más para reprocharle el horrible aliento que seguro tenía, alguien llamó a la puerta.

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora