Capitulo 68

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—¿Qué vio en las visiones? —Sus ojos me demostraron una sinceridad absoluta.

—Eso sí que no lo sé. Christopher no deja que nadie vea los dibujos de su cuaderno. Sólo cuenta vagamente lo que vio, a menos que los detalles sean de vida o muerte. Sólo ha compartido un dibujo suyo conmigo, pero fue hace mucho tiempo... Probablemente está en el baúl con las cosas que te regalé. —No presté atención a la mitad de esa oración, no me parecía importante. Ya había agarrado el picaporte antes de que terminara la oración, pero su voz me detuvo. —¿A dónde vas? —Él lo sabía a la perfección, pero al parecer, necesitaba una confirmación a sus pensamientos, para saber que no se equivocaba.

—A descubrir de qué se trataban las visiones. Tal vez haya alguna pista que nos sirva para saber qué diablos nos está ocurriendo. —Abrí la puerta impaciente, Richard me siguió al pasillo.

—No lo hay, ____. Si lo hubiera, Christopher me lo habría contado. —No lo creía. A pesar de que Christopher era una criatura desalmada, sabía que tenía una cierta debilidad por mi hermano que no le permitía hacerle daño. Christopher era capaz de ocultárselo a Richard, pero no a mí, porque yo claramente no le importaba.

—No perdemos nada con intentarlo. —Bajé las escaleras con agilidad y silencio, esperando que Christopher no escuchara que entraba a su habitación sin permiso.

—No, sólo ganaremos un Christopher malhumorado por días. —Respondió justo en el momento en que llegaba a la puerta de su habitación. —Espera, ____... —Dijo de repente, haciendo que me detuviera. —Hay algo más.

—¿Qué cosa? —Pregunté con impaciencia, él dudó unos segundos.

—Nada, olvídalo. —Richard hizo un ruido lleno de fastidio, sabiendo que claramente no me rendiría y lo dejé de ver cuando su cabeza no se asomó más desde lo alto de la escalera, luego, la puerta de su habitación cerrándose. Pasos arrastrados sonaron lejanos a mí, probablemente bajaría a la fiesta de Tris.

Abrí la puerta de Christopher intentando no hacer ni un mínimo sonido, y lo conseguí con éxito. Cuando entré, la luz estaba apagada, pero un tenue resplandor se escapaba de la parte inferior de una puerta a la izquierda de la cama de Christopher. Escuché con más atención, un sonido de lluvia incesante salía de la habitación. Probablemente se estaba bañando. Tardé unos segundos en adentrarme un poco más en su cuarto, porque el olor a él me había golpeado como una bofetada en la cara. Sin piedad. Sin contar, por supuesto, los recuerdos que azotaban mi mente, ésta vez con menos intensidad que en otras ocasiones. Un velador solitario en su mesa de luz alumbraba escasamente mis alrededores, y pegué un salto de dos metros cuando la gata de Christopher maulló en su cama, cómodamente acostada. Me obligué a mí misma a controlar los latidos de mi corazón, sabiendo que él podía oírlos y recordando las lecciones con Richard. Lo conseguí en una velocidad que me sorprendió. Caminé en puntillas de pie hasta una de las estanterías que contenían miles y miles de cuadernos, un poco maltratados y arrugados, pero perfectamente acomodados en fila. Saqué uno de entre el montón, para intentar ver qué fecha tenía, y agradecí al recordar lo neurótico que Christopher era cuando se trataba de sus cuadernos. Para cuando volví a meter el primero, y saqué el segundo, comprobé que estaban ordenados por fecha y casi me pongo a saltar de la emoción. Busqué los cuadernos con fecha de hace más o menos, unos siete meses, y lo abrí sin pensarlo dos veces, creyendo que probablemente me arrepentiría. Las primeras páginas eran de lugares que no me resultaban conocidos, y de personas sentadas en bancos en alguna plaza que no parecía de éste país, luego las cosas comenzaron a tornarse un poco más tétricas. Dibujaba cuerpos que yacían en el suelo, inertes, casi iguales a muchas de las personas que aparecían en las páginas anteriores. En la última hoja, había dibujado con sumo de detalles, el rostro de un hombre que llevaba un cuchillo en una mano, y que tenía el rostro ligeramente manchado con sangre. Me dieron escalofríos mientras volvía a ponerlo en el hueco que había dejado en la estantería, y sacaba el que le seguía. Al igual que el primer cuaderno, al principio, las hojas estaban empapadas con dibujos de carbonilla negra de paisajes que no parecían ser visiones, sino más bien cosas que veía en su día a día. Luego, y casi ni me había dado cuenta hasta que pasé las páginas unas cinco o siete veces para estar segura, una forma humanoide poco nítida, comenzaba a aparecer en los costados de los dibujos, hasta tomar cada vez más protagonismo: sentado en un banco, observando el agua que caía de unas gigantescas cataratas, parado en el filo de un abismo que parecía tener metros y metros de altura. Cuando llegué al final del cuaderno, el corazón volvía a latirme con fuerza y con ganas de sacármelo del pecho para aplastarlo y que dejara de hacer tanto ruido en mis oídos, observé casi con impresión, mi propio rostro, devolviéndome una mirada perdida y triste del otro lado de la página. Lo cerré de inmediato, sin darme cuenta del ruido que estaba haciendo. Con miedo, y con las manos temblorosas, me animé a tomar otro libro para inspeccionarlo. Desde la primer página me dieron ganas de vomitar. Era yo, no había dudas de que era yo. Era yo llorando en mi cama, era yo abrazada a Tris en el sofá, era yo tirada en el suelo observando el techo sin un propósito exacto. También estaba yo caminando en los pasillos de la escuela, comiendo en la cafetería, sentada junto a Marvin, hablando con Donnie, con Kyle Backster, con las amigas porristas de Tris, haciendo mi tarea mientras me alumbraba un velador, yo durmiendo. En todos los dibujos, mis ojos tenían una mirada perdida e ida que parecía querer decirme algo. Estaba dibujado a la perfección, incluso se podía ver las arrugas que se me formaban en mi nariz cuando veía a las hojas de cálculo sin entender absolutamente nada. Recordaba esa noche, claro que la recordaba. Esa misma noche había decidido no hacer mi tarea porque Richard había llegado al departamento con helado. Tris se había sumado a la fiesta y habíamos hablado toda la noche hasta que notamos que llegaríamos tarde a la escuela. Había reprobado el examen sorpresa de ese día por su culpa, pero a pesar de eso, no lo cambiaría por nada. Casi con desesperación, y con bastante miedo de saber qué otras cosas me esperaban en los demás cuadernos, decidí que dejaría mi investigación en ese mismo instante, temiendo que Christopher me hubiese dibujado mientras me duchaba o algo parecido. Finalmente, y recordando a qué había venido, busqué entre los cuadernos aquel que tenía la fecha anterior a antes de que volviera y me sorprendí al notar que había un pequeño hueco que hacía que los libros de adelante se inclinaran un poco hacia atrás. ¿En dónde mierda lo había dejado?

____ soltó un maullido que sonó raro en mis oídos, y cuando me volteé a verla, descubrí que se estiraba con felicidad sobre un cuaderno abierto que asomaba un claro dibujo hecho con carbonilla. Tenía que ser ese. Intentando planear una estrategia eficiente que sirviera en el momento, me acerqué con cautela a la gata que observaba hacia otro lado mientras se lamía una de sus patas, pero para cuando mis dedos casi habían rodeado las hojas del cuaderno, una de sus zarpas peligrosas me rozó el dorso de la mano dejando unas cuantas líneas rojas. Me ardió como nunca nada en la vida. Me contuve de lanzar improperios mientras la gata maullaba descontenta y furiosa, los pelos de su lomo se erizaban y tomaba una postura defensora alrededor del cuaderno.

—¡ERICK! ¡DEJA A ____ EN PAZ! —La voz de Christopher me aceleró el corazón, y ésta vez ya no me importaba que pudiera oírlo, porque la lluvia de la ducha se había apagado y los ruidos que se escuchaban dentro del baño me revolvían el estómago. En una idea descabellada e idiota, volví a acercar mi mano a la gata, que arañó nuevamente, pero ésta vez, sabiendo lo que me esperaba, decidí aguantarlo por unos segundos mientras rodeaba el cuaderno entre mis dedos con victoria. Apenas lo sentí allí, me largué a correr hasta la puerta, pero ya era demasiado tarde, la luz del baño del cuarto de Christopher inundaba toda la habitación, lo cual significaba que la puerta estaba abierta, y por lo que veía, su sombra se proyectaba en todo el piso. —¿Pero qué...? —Preguntó sorprendido, sabiendo que no había escapatoria, oculté el cuaderno en mi espalda, esperando que no lo viera y me giré hacia él.

Casi me desmayo.

Sólo traía una toalla azul alrededor de la cintura, que estaba incluso más baja de lo que debería estar. El torso de su cuerpo estaba mojado y las gotas de su cabello empapado caían al suelo ensuciándolo todo. La gata se bajó de su cama y caminó hasta su amo mientras se sentaba a su lado obediente. Ambos me observaban con ojos filosos, esperando una explicación. No podía hablar, no podía formular una oración, y mis ojos intentaban mirarlo fijamente a la cara, para no enfocarse en lo que había debajo. Era imposible, y él lo sabía, porque noté que sonrió.

—Pensé que tal vez Zabdiel estaba aquí, ahora veo que me equivoqué, lo siento. —Tomé el picaporte pero su boca produjo un ruido que me hizo detenerme.

—Estás mintiendo. —Comentó, la sonrisa de su rostro estaba claramente controlada. Intentaba no sonreír demasiado porque sabía lo mucho que me fastidiaba saber que era feliz a expensas de mis desgracias, pero igual sonreía porque quería verme irritada al saber que disfrutaba de la situación. —¿Qué tienes allí?

—Nada. —De todas las mentiras que había dicho en mi vida, y vaya si eran muchísimas, nunca jamás ninguna había sonado tan poco convincente como esa. Era casi como si lo estuviera haciendo a propósito. Mi cerebro parecía no querer pensar.

—¿Ah, sí? —En su cara pareció cruzar un evidente pensamiento maligno que me haría la vida imposible. Cuando menos lo esperé, noté que la toalla que sostenía en su cintura caía al suelo sin permiso, y en un acto reflejo que fue idiota, me di vuelta, sin querer mirarlo desnudo. ¿A quién le iba a mentir? Había visto más de lo que debería. Escuché sus pasos acercarse a mi cuerpo, y luego el cuaderno que antes había sostenido con tanta satisfacción, había desaparecido de entre mis dedos en un instante, sin importar qué tan fuerte lo había sostenido. La cara de Christopher apareció en la parte izquierda de mi cabeza mientras el corazón me latía como loco. Estaba paralizada. —No vuelvas a meter tus manos en las cosas que no te corresponden, ¿quedó claro? —Su mejilla rozaba un poco con la mía, y sentí cómo en un milisegundo sus labios se apoyaron contra el lóbulo de mi oreja. Salí de la habitación antes de que siguiera humillándome.

No me importaba si la próxima vez que entraba a su habitación Christopher me estaba esperando desnudo tirado en su cama junto a un montón de maniquíes terroríficos, conseguiría ese cuaderno cueste lo que cueste.














Uy Christopher, yo también quiero ver 7u7

JAJAJA okno

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Gracias por leer :)

Nos vemos pronto ^^

Christopher IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora