Nuevo ingreso a una buena academia, estás preocupada por lo difícil que podría ser este nivel o como te adaptarás a el pero... hay alguien, alguien que te hizo sentirte cómoda en todo momento; un profesor, Kyojuro Rengoku, maestro de historia. Él te...
Te recostaste sobre tus brazos mirando a la nada, estabas pensando en lo que sucedió el día anterior y en las palabras de Rengoku. Cuando suspiraste Shinobu te tocó haciendo que te asustaras. Todo tu rostro estaba rojo, la de ojos morados se acercó mucho a tu cara; su expresión tranquila y esa mirada analizándote te hicieron sentirte extraña.
—¿Por qué estás así? —preguntó una vez se alejó.
—No dormí bien, tengo muchas cosas en mente —reíste nerviosa.
—¿Hiciste la tarea de historia? —preguntó ella, la miraste con terror.
¿Había tarea? Fue la pregunta que pasó por tu cabeza, no, no había tarea, no la recordabas.
—No bromees —dijiste preocupada.
—No lo hago, ¡recuerda! No la hiciste —afirmó al ver tu cara. —¿Te la paso? Puedes aprovechar y copiarla rápido.
Una idea pasó por tu mente, sonreíste de una manera tan extraña que Shinobu se alejó de ti. Cuando te diste cuenta de esto, te disculpaste con ella riendo de manera nerviosa. Ella suspiró, parecía que te llevabas mejor con Kyojuro e incluso podía ver tu gusto hacia el rubio, sin embargo sus trucos no funcionaban. No sabía que más decir o hacer pero te hizo una pregunta que logró causarte un gran sonrojo. Confirmando sus sospechas.
—¿Estabas con... Rengoku-san ayer? —murmuró en tu oído para que nadie escuchara.
—Eh, fue por flores —respondiste desviando la mirada.
—¿No hablaron?, ¿convivieron? Algo por el estilo —preguntó sentándose en la banca de al lado.
—Un poco sí... —respondiste mirándola.
Ella suspiró, el ser chismosa e intentar juntarlos no estaba sirviendo de nada. Sólo estaba quedando como mala persona y ninguno le decía nada al otro, seguirlos presionando no les beneficiaría en nada; sólo queda dejarles a ustedes dos el trabajo. Pensando tantas cosas encontró la respuesta a lo que antes habías mencionado, y cuando no quisiste que te pasara la tarea. Su sonrisa se hizo más grande mientras su mirada se posaba en ti, revolvió tu cabello mientras soltaba unas risitas. Tu mirada expresaba confusión en su totalidad, las dos estaban actuando tan extraño por el mismo propósito que se confunden mutuamente. Reíste junto a ella ignorando lo extraño de la situación.
—El amor es extraño, ¿verdad? —preguntó.
—Ni lo digas.
Volvieron a sus lugares en cuanto Sanemi entró al aula.
Al pasar el rato llegó la última hora, Kyojuro entró por la puerta con ese porte elegante y masculino. Tragaste saliva haciéndote pensamientos inapropiados al imaginar algo entre los dos. Se nota en tu cara lo rara que te encuentras y pese a ello, no preguntó nada al verte. Después de decirte tan directo: te quiero. Y no en cualquier momento ni lugar, lo dijo frente la tumba de su madre y cuando justamente necesitabas a alguien que lo dijera. No fue sólo eso, también el abrazo, lo avergonzado que se sintió y el hecho de verte llorar sólo confirmaron mucho más sus sentimientos. Aprovechando esa fachada de profesor no dejaba de echarte el ojo, y pese a que se encontraba extraño también, intentó mantener su típica faceta de hombre confiable.
—¡Buenos días muchachos! Hoy tendremos mucho trabajo así que saquen su cuaderno y libro y ponganse a escribir.
Todos se quejaron con justa razón. Era raro que Kyojuro llegara (aunque con esa energía) se veía algo sombrió.
Alguien levantó la mano.
—¿Hará algún tipo de examen o así?
—No para nada —respondió mientras buscaba entre su libro. —Pero quiero terminar un par de temas para poder empezar con su proyecto.
Respondió y no les ayudó en nada a tus compañeros.
Le pidió a uno de tus compañeros buscar una página y empezar a leer, así en seguida hasta llegar a ti. Ibas a leer pero entonces dijo que pararas. Comenzó a escribir unas preguntas en el pizarrón y pidió que las copiaran. «¿Se tomó muy en serio lo de dejar más tarea para pasar más tiempo juntos?...» Te preguntaste mientras empezabas a escribir. Él te habló, en un tono no tan alto para que todos pudieran escuchar.
—Este tema lo repasamos, ¿recuerdas? Es un tipo de evaluación para ti, así que esfuerzate.
Asentiste con una sonrisa mientras empezabas a escribir.
Eran 4 preguntas pero la lectura muy larga y extensa, al parecer la analizó muy bien antes de hacer esto. Tardaste toda la hora y con suerte respondiste todas las preguntas. Sonó la chicharra de que podían salir, Kyojuro les habló antes de que tus compañeros se levantaran. Terminó de guardar sus cosas y mientras se colgaba su maletín al hombro, habló.
—Necesito sus actividades para calificarlas ya —entendiste lo que quería dar a entender. —Necesito la ayuda de algui...
Levantaste la mano de inmediato.
—¡Yo le ayudaré! —él sonrió cuando te vio.
Te levantaste, tomaste tu cuaderno y comenzaste a recorrer todo el lugar, tomando los de tus compañeros también. Dejaste los libros sobre el escritorio.
—Pueden irse ya —dijo el rubio mientras se acercaba a ti.
Dejaste los libros para poder ir a guardar tus cosas, colgar la mochila en tus hombros y después volver a agarrar los cuadernos. Rengoku te ayudó con la mitad de estos mientras se dirigían a la sala de profesores, en el camino se pusieron a hablar. Hablando de una manera cómoda, como la del día anterior y con más confianza después de lo que había pasado. Ya no podías negarlo, Kyojuro no sólo es atractivo si no que también un buen hombre.
—Después de lo que dije ayer, me siento muy feliz por estar a tu lado —dijiste con alegría.
Kyojuro sonrió.
—Brindarte esa confianza me hace sentir realizado —respondió. —Que seas capaz de confiar en mí es muy tierno de tu parte...
Se calló de inmediato, estaba comenzando a decir cosas de más y eso sólo le perjudicaría. Pero arreglaste las cosas antes de que todo terminara mal.
—¡Estar con usted también es muy lindo! Me alegra el tipo de persona que es y también me parece atracti... —se detuviste. —Me parece muy afectivo de tu parte.
Él comenzó a reír.
—Realmente eres muy linda —te miró y cuando llegaron a la sala de profesores, abrió la puerta. —No te vayas aún, por favor espera un momento.
Asentiste.
Entró y luego de unos minutos, salió con un papel.
—Conservalo sólo tú. —te guiñó el ojo. —Nos vemos, ve con cuidado.
Te despediste también, comenzaste a caminar y mientras abrías el papel.
Es su número de celular...
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