Capítulo 39

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Hay un silencio muy grande entre los dos adultos, se encuentran comiendo, si bien no es normal hablar tanto mientras comen, hay cierta incomodidad y tensión en el aire. La mujer se dio cuenta de la mirada de su pareja, fija sobre la comida, pensativo; no pudo evitar cuestionarlo sobre qué es lo que le sucede, esto provocó que llamara su atención.

—¿Qué es lo que tienes, Suma? Has estado raro, no he visto mucho a Himaru y ya casi no llegas a dormir.

El azabache ignoró su pregunta.

—Dijiste que _________ sólo se iría el fin de semana —dijo con firmeza. —Ha pasado poco más de dos semanas y no la he vuelto a ver.

Tana frunció levemente el ceño, dejó su tenedor sobre el plato de la comida.

—Es una adolescente, de seguro está en su etapa rebelde o su profesor la convenció de que vivieran juntos.

Se cruzó de brazos, el mayor la miró a los ojos, notó un leve nerviosismo de su parte, desvió la mirada. Él sabe qué es lo que sucede, sin embargo dentro de su corazón desea con todas sus fuerzas que ella lo admita, que muestre tan siquiera un mínimo signo de arrepentimiento; un suspiró salió de la boca del psicólogo al darse cuenta que sus esperanzas no lograrían nada. Luego de tanto silencio, la mujer tuvo que volver a hablar, busca sentirse segura, no salir de su zona de confort, y por supuesto no tener que dar ninguna explicación. No obstante, comienza a sospechar que sus deseos no se cumplirán.

—¿Por qué la duda?

—Bueno, ________ ha demostrado ser capaz de tomar decisiones de forma madura —respondió. —Sólo es un poco extraño que se haya ido el día de la cena.

—¿A dónde intentas llegar, Suma?

—¿Tuvieron algún problema?

—¡Claro que no! —una risa nerviosa salió de su boca.

Ahí fue cuando el optimismo de el azabache ante la situación se vino abajo. Respiró profundo, de verdad creyó que todo lo que había escuchado sólo fueron errores de una madre joven; a pesar de que era casi imposible justificar muchas cosas que hizo. Una sonrisa apareció en el rostro de el hombre, recogió su plato de comida casi vacío, Tana no dijo nada ante su acción. Luego de lavarlo, volvió a la mesa donde su compañera, aún sin quitar esa sonrisa buscó dentro del bolsillo de su chaqueta; sacó las llaves de la casa y las dejó sobre la mesa. El corazón de la mujer se aceleró, tragó saliva, previendo lo que sucederá después.

—Debemos terminar esto aquí, Tana —habló Susumaru con calma.

—¿Qué cosas dices? —exclamó levantándose de golpe de su asiento.

—Estoy diciendo que nuestra relación se acabó.

—¿Por qué?, ¿por qué tuve un problema con mi hija? Eres psicólogo, Susumaru, pero no es para que te metas en lo que no te interesa, menos con mi hija. —Exclamó.

—¿De verdad lo piensas así? —cerró los ojos frunciendo el ceño. —_______ ahora es de mi interés, me preocupo por ella y por todo lo que vivió contigo. Estoy orgulloso de que sea una buena chica pese a lo difícil que fue convivir junto a ti.

—¿Cómo te atreves a decir eso?, ¿quién de los dos te lo dijo? Haciéndose las víctimas, cambiando las cosas a su parecer...

—Por favor acepta tus errores por esta vez, Tana. Entiendo lo que pudiste haber llegado a hacer, pero las cosas que estás diciendo no están bien. Necesitas ir a terapia, fingir, manipular y victimizarse son rasgos malos pa-

—¡No me digas ninguna de tus tonterías psicológicas!

El hombre mayor suspiró, se dio media vuelta para después subir al segundo piso, ir a la habitación que compartía con su ahora ex pareja y tomar sus cosas que había preparado con antelación. Una vez abajo vio por última vez a la mujer que llegó a amar.

Profesor |Kyojuro Rengoku x lectora|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora