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El tiempo dentro de ese dirigible había pasado de una manera bastante extraña desde el momento en el que confirmaron la muerte de Sasha Blouse por manos de una niña marleana que estaba completamente cegada de rabia gracias a toda la masacre de la ...

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El tiempo dentro de ese dirigible había pasado de una manera bastante extraña desde el momento en el que confirmaron la muerte de Sasha Blouse por manos de una niña marleana que estaba completamente cegada de rabia gracias a toda la masacre de la que tuvo que ser testigo a tan corta edad.

Había llegado la hora dónde todos debían descansar, era obvio, pero aunque cada uno se encerrara en su pequeña habitación no podían dejar de pensar en todo lo que había ocurrido en solo unas cuántas horas, tampoco podían dejar de pensar en el pobre Connie que se había quedado junto al cadáver de su mejor amiga, sin importarle la insistencia de Jean en que debía dormir un poco, pero cuándo el castaño le ofreció quedarse a su lado simplemente recibió una negativa por parte de su mejor amigo quién le dijo claramente que debía estar solo.

Por esa misma razón Evie tomó a su querido esposo de la mano, después de dejar un suave beso en la frente del Springer, y no dudó mucho en arrastrarlo para que descanse un poco después de tanto estrés y tristeza. Jean no se había negado cuándo su esposa le comenzó a quitar todo el hierro que tenía encima, tampoco cuándo le quitó el traje y le puso algo de ropa cómoda para que pudiera dormir unos minutos. Era normal para ellos tener ese tipo de cuidado con el otro y a la larga dejaron de sentirte cohibidos por el acercamiento, era una situación demasiado extrema para eso.

Y allí estaban, Evie recostada sobre la pequeña cama del camarote vestida con ropa de civil y Jean con su cabeza descansando en el vientre plano de su esposa, sintiendo las suaves caricias que la azabache le estaba brindando en su cabello. El dolor era palpable en esa habitación y los dos sentían que en cualquier momento romperian a llorar, pero Evie intentaba apaciguar un poco de toda la angustia que habitaba en su querido esposo.

—Llegaremos por la mañana, debes descansar un poco.-Murmuró la azabache escondiendo sus dedos dentro se los castaños cabellos de su esposo y el menor no pudo hacer más que aferrarse con fuerza a la cintura de la más baja, intentando recuperar algo de compostura luego de llorar por horas y horas.

—No puedo cerrar mis ojos, no dejo de verla.-Soltó el más alto rompiendo un poco más del pobre alma de Evie.

La azabache sentía mucho pesar dentro suyo y la culpa volvía a tocar su puerta como si fuese algún viejo amigo en busca de una nueva visita. Porque no era nada nuevo sentir culpa, no para Evie, ella todavía tenía muchas muertes que pesaban como mil piedras en su espalda y, para su pesar, la de Sasha se sumaba a una larga lista que rompía su corazón a medida que el tiempo pasaba.

—Es mi culpa, lo siento tanto.-Murmuró con pesar intentando no mirar el rostro de su esposo, porque si lo hacía estaba segura que se rompería en mil pedazos y eso era lo último que quería.

La última vez que Jean la vió llorando fue cuándo había perdido a su hijo. Eso había ocurrido hace tres meses y era un dolor demasiado reciente como para pensar en ello sin sentir el corazón pesado. Existían asuntos entre Jean y Evie que ya no tocaban, no porque no sintieran la confianza suficiente, si no porque estaban seguros que todavía no podrían ser capaces de sentir el dolor profundo de todas esas heridas sin cerrar que abundaban en sus corazones.

Blue swan; Reiner Braun & Jean Kirstein. [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora