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La suave brisa del verano impactaba contra el delicado rostro de esa mujer de ondulado cabello azabache y cuerpo pequeño

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La suave brisa del verano impactaba contra el delicado rostro de esa mujer de ondulado cabello azabache y cuerpo pequeño.

El sonido de los pájaros que jugueteaban con las hojas de la copa del árbol que la cubría del sol era sumamente relajante, y la delicada respiración de la bebé que descansaba sobre su pecho era la perfecta canción de cuna para esa mujer que había perdido tanto en su vida terrenal. Una suave sonrisa partió los labios de la mujer sintiendo la caricia casi etérea que una mano bastante conocida dejaba en sus cabellos y no pudo evitar abrir sus ojos en ese momento.

El rostro de su padre fue el primero que vió cuándo sus enormes orbes azules se abrieron. Erwin Smith no había envejecido, su rostro seguía igual de joven que en el momento dónde la dejó y esa sonrisa tan tranquila no abandonaba sus labios mientras acariciaba los cortos cabellos azabaches de una de las únicas dos personas que había amado en su vida.

Evie no pudo evitar las lágrimas que se juntaban en sus ojos cuándo se percató que había una pequeña bebé descansando en su propio pecho, una bebé de suave cabello castaño que parecía bastante ajena a las lágrimas que caían por los ojos de su madre. La azabache sólo la acercó aún más a su pecho soltando pequeños sollozos que intentaba acallar, sabía que eso era un simple sueño, pero ahí estaba su hija, su preciosa Erika, y no podía aguantarse los deseos de tenerla abrazada de esa manera.

—Quiero quedarme con ustedes.-Murmuró apreciando como los enormes ojos de la bebé que tenía en brazos se abrían y dejaban ver unos preciosos zafiros brillantes idénticos a los que portaba su hijo mayor, su padre y ella misma. La pequeña Erika no tenía el mismo lunar que su hermano mayor, si no que portaba pequeñas pecas que manchaban su naricita y mejillas.

Erwin lanzó un pequeño suspiro al escuchar las palabras de su única hija y sólo pudo extender uno de sus dedos para acariciar la mejilla de la bebé que no dejaba de ver a su madre con curiosidad. La castaña sintió la caricia de su abuelo en su rostro y no evitó lanzar suaves carcajadas que iluminaron por completo el corazón de la cansada Evie.

Sabés que todavía no es tu hora, mi princesa.-Murmuró el rubio descansando su cabeza contra la de su hija, Evie estaba segura que si él tuviese su otro brazo la abrazaria contra su pecho mientras decía esas palabras, pero la azabache se conformó con descansar su propia cabeza contra el hombro de su padre para acercarse aún más.

La calidez del hombre que le dió la vida se sentía sumamente bien, era como una pequeña caricia a su alma rota después de tanto sufrimiento. A veces se culpaba a sí misma por no perdonar a su padre antes, quizá podrían haber pasado más tiempo juntos, pero era una adolescente tonta y sumamente emocional que toda su vida había alimentado el rencor hacia su padre biológico, pese a que su madre le decía una y otra vez que eso no era algo bueno, no pudo evitarlo y todo había terminado así, con poco tiempo y muchos arrepentimientos atorados en su interior.

Blue swan; Reiner Braun & Jean Kirstein. [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora