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A veces los pensamientos de Evie Kirstein se perdían entre el pasado y el pasado recontando todos los sucesos que la llevaron a pararse en el presente como la oficial al mando de la legión de reconocimiento y con un pequeño niño dependiendo de ell...

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A veces los pensamientos de Evie Kirstein se perdían entre el pasado y el pasado recontando todos los sucesos que la llevaron a pararse en el presente como la oficial al mando de la legión de reconocimiento y con un pequeño niño dependiendo de ella no sólo como apoyo económico, si no que también como pilar emocional en su corta vida.

Muchas veces Evie pensó que terminaría como su madre, residiendo en la ciudad subterránea y viviendo a base de violaciones diarias únicamente para darle algún trozo de pan añejo a sus hijos o hasta llegó a imaginar que su vida sería como alguna prostituta del burdel dónde su madre "trabajaba", siendo obligada a abortar casi todas los meses y muriendo por alguna infección sin tratar en las condiciones más inhumanas.

Nunca, ni en mil años, imaginó que podría salir a la superficie, mucho menos que se casara y que tuviera el honor de criar a un lindo niño en un hogar lleno de contención y cariño. Una sonrisa tonta brotó de sus labios pensando en los bonitos ojos de su hijo que la miraba como si ella fuese un ser celestial y tomó el cigarro que llevaba consigo para darle una profunda calada sin quitar la mirada del cielo azul que era tan similar a su mirada, la de su padre biológico y también de su hijo. Al parecer los genes Smith eran bastante dominantes.

—Pensé que ibas a dejarlo, cariño.-Comentó una suave voz aterciopelada que conocía como si fuera la propia y es que despertaba cada día junto a ese hombre y reconocía a la perfección cada cambio en su tono de voz.

Evie se giró levemente para mirar la alta figura de quién se había convertido en su esposo y le regaló una pequeña sonrisa cansada, la misma mueca que estaba en sus labios cada vez que caía en el pequeño vicio de esos cigarros artesanales provenientes de Mare. Había salido al exterior del restaurante para fumar un poco, pero al parecer su esposo había reconocido la expresión en la mayor y no evitó ir detrás de ella, en cierta parte lo agradecía.

—Nunca dije que lo haría, sólo que no volvería a fumar delante de Erwin y lo cumplí, él está ahí dentro con Mikasa.-Comentó con cierta diversión que no llegó a sus cansados ojos decorados por unas marcadas ojeras que rompían un poco más el corazón del castaño que estaba acostumbrado a ver el lado más frágil de su esposa, pero en ese momento sus ojos demostraban una angustia que no había visto desde que perdieron a su pequeña hija.

—Algo te ocurre y quisiera saberlo.-Murmuró el castaño pasando uno de sus brazos por la delgada cintura de su esposa mientras que la otra descansaba en la mejilla de la azabache.

—El doctor dijo que no podré tener más hijos.-Confesó la más baja con una sonrisa sin gracia, casi como si le doliera decirlo nuevamente, pero él era su esposo y debía saber porqué se encontraba tan inestable emocionalmente.

La azabache no quiso sentir la mirada del más alto sobre ella por esa razón se separó levemente de su esposo para girarse totalmente y dar una segunda calada a su cigarro sintiendo como el tabaco contaminaba sus pulmones al mismo tiempo que quitaba un poco del estrés y angustia que sentía en su interior desde hace meses. Parecía una enorme bestia sin rostro que se llevaba consigo todo trozo de felicidad que adquiría y quería eliminarlo cuánto antes, después de todo tenía a su hijo y todos sus amigos, ellos dependían que ella estuviera totalmente cuerda pero lo veía cada vez más lejano.

Blue swan; Reiner Braun & Jean Kirstein. [#2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora