38. El juicio de Rosé

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El aire era cada vez menos en los pulmones de la princesa, su corazón latía con fuerza del miedo que sentía, con la ayuda de Jisoo se levantó rápidamente, le pidió que le avisara a Chanyeol y a Sunmi lo que había ocurrido mientras pensaba que podía hacer. No podía permitir que ocurriera lo mismo que hace un año, no estaba dispuesta a tener que pasar por lo mismo una segunda vez, había sufrido ya lo suficiente.

Salió de la habitación tratando de tomar más fuerza para volver a la suya en donde la esperaba Jihyo expectante por todo el alboroto de hace unos minutos, la princesa camino hasta su mesita de noche en donde yacía una bandeja con un poco de pan y un vaso de agua, lo tomo con furia y lo comió rápidamente. De uno de los muebles saco su daga, regalo de su mismo padre, miró el artefacto con furia y lo guardo entre su vestido.

Una vez lista soltó un hondo suspiro tratando de calmarse, estaba a la espera de sus hermanos para ver que podían hacer pero la espera se volvió insostenible luego de unos minutos, salió de su habitación sin más en dirección a la sala del trono, la última que vivió esta situación estaba allí obligadamente viendo directamente a Irene siendo esa la última vez que pudo hacerlo, era más pequeña y más débil en ese entonces, y todo el coraje que guardo renacía por su sangre hirviéndola. Como si fuera la medicina perfecta, el trozo de pan que acaba de comer le subió la energía, y la angustia y temor del momento se convirtieron en furia.

No iba a soportar ver a su padre riéndose en su cara nuevamente, tampoco las miradas de lastima de los sirvientes, ni la falsa compasión de todos tratando de enterrar lo que ocurrió.

Aceleró su paso llegando a las puertas de la sala del trono en donde los guardias no le permitieron entrar por órdenes del rey. Jennie sabía lo que estaba haciendo, el hombre sabía que su hija ya no era la misma idiota que rompió hace un año, esta vez era muy distinto.

— Déjenme entrar— pidió la morena pero los hombres no se inmutaron. La princesa envuelta la capa frívola de siempre se acercó peligrosamente a uno de los tipos colocándose de puntillas para ver su rostro. —Abre la puerta— volvió a pedir.

—El faraón no quiere que usted...— el hombre se calló al sentir un metal frio sobre su cuello, la daga de plata era fuertemente sostenida por Jennie, entre toda su desesperación estaba dispuesta a hacer lo sea para ayudar a Rosé. El hombre alzo sus manos con temor. —¡No puedo hacerlo princesa! ¡Son órdenes de su padre!

—¡Solo abre la maldita puerta! — ladró la princesa al ver la negativa del hombre, pero este se mantuvo en su posición así que la daga fue cambiada del cuello del tipo al cuello de Jennie. —¡Abre la puerta o te juro que me corto la garganta frente a tus ojos! — grito con aún desesperación. El hombre abrió sus ojos con sorpresa, miro a su compañero de la derecha en busca de ayuda a lo que el hombre solo abrió la puerta sin protestar.

Al ver el interior pudo ver todo el escenario de nuevo, su padre en el trono con un rostro de enfado, su madre a su lado tratando de mantenerse fuerte y Rosé a los pies del trono, arrodillada mientras suplicaba clemencia al rey. Los sollozos de la menor eran tan fuertes que terminaron por destrozar el corazón de Jennie.

—¿¡Qué haces tú aquí!? — pregunto el rey en dirección a la morena, Rosé y la reina se voltearon a ver a la princesa. —Pedí exclusivamente que no te dejaran entrar— dijo con tono de enfado. Jennie trato de mantenerse firme y se adentró a la sala con la daga aún en sus manos, una vez frente a sus padres cayó de rodillas a un lado de Rosé, le dio una corta mirada, una que fue suficiente para romperle el corazón.

Las muñecas de Rosé ya estaban rojas con todo el forcejeo que ha hecho tratando de quitarse la cuerda que la apresaba, su cabeza estaba libre de peluca, su rostro complemente manchado con kohl debido al llanto y sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar, Jennie sintió las lágrimas salían involuntariamente de sus ojos.

The Nile River; CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora