24. Abu Simbel II

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Unas horas después de que Sunmi bajara del barco, llegaron a Abu Simbel sanas y salvas, durante ese rato tanto Jennie cómo Rosé se dedicaron a arreglarse como egipcias "normales", es decir, solo vestían de blanco y las pelucas estaba vacía en cuanto a joyas, el maquillaje también era distinto, pues una mujer egipcias no utilizaría sombras coloridas como acostumbran a usar la princesa y la futura reina. 

Si bien, para Rosé no fue un trabajo muy costoso, para Jennie si lo fue, y es que nunca antes se había separado tanto de sus joyas y de sus vestidos de lino caro, lo único que la reconfortaba era que podría estar a solas con Rosé.

Al llegar, uno de los remistas le entregó a Jennie un trozo de papiro con una dirección escrita, el chico le indico que eran un hostal en que tendrían que quedarse los días que estuvieran allí provocando que Jennie sonriera tontamente ante el gesto, su hermana realmente había planeado todo con lujo de detalle.

Aún no amanecía, de hecho aún ni empezaba a amanecer, el cielo seguía completamente oscuro, algo que estremeció un poco a ambas chicas que tendrían que caminar solas por las calles de Nubia sin la protección de los dioses. La princesa de hecho pensó en pedirle a los remistas que las fueran a dejar, pero sería muy sospechoso que llegarán con una especie de comitiva si son simples turistas.

Para Rosé en cambio, la oscuridad era lo que menos le importaba, se asombraba literalmente por todo lo que veía. Jamás había visitado Abu Simbel antes, solo lo escuchaba en las historias de su padre más nunca pensó que estaría allí realmente.

—¡Mira eso! — exclamó Rosé con exaltación apuntando hacia las casas, la arquitectura de estas era muy diferente a las de Egipto claramente. Jennie le respondió con una leve sonrisa mientras la seguía a penas, se había ofrecido a llevar las dos maletas enormes pero se había arrepentido luego de unos minutos caminando con ellas. —¿Quieres que te ayude? — preguntó la menor soltando una risa, Jennie negó rotundamente.

—Yo las llevo— respondió Jennie volviendo a tomar las maletas del piso. —No me molesta cargarlas, es solo que no cargaba una maleta hace...nunca he cargado una realmente— admitió, Rosé la miró con los ojos abiertos sin poder creerlo. —¿Qué? En el palacio hay sirvientes para todo, nunca me había tenido que preocupar por eso.

—Entonces te servirá para sacar músculos— le dijo la rubia para salir corriendo por la calle dejando a la princesa atrás.

—¡No me dejes sola! — le gritó la princesa tratando de apresurar sus pasos. —¡Rosé! — volvió a gritar, pero la chica estaba tan emocionada recorriendo las calles de Nubia que no le prestó atención. —¡Si la serpiente Apep me devora va a ser tu culpa y de tu maleta! — le gritó por última vez caminando lentamente.

—¡Apresúrate! — la grito Rosé desde unos metros alejados.

—¿Cómo es que tiene tanta energía a las cuatro de la mañana? — se preguntó Jennie soltando una risa.

Llegaron al hostal luego de unos minutos más caminando, al llegar las recibió un muy carismático hombre mayor que inmediatamente ayudó a Jennie con sus maletas. El tipo fue muy amable con ambas, les indico su habitación y les indico los horarios de la comida.

—¿Solo es una habitación? — pregunto Rosé. El hombre asintió.

—En la reserva solo pide una— le indico. —...Una habitación mediana, con una cama de tamaño medio— continúo leyendo la reserva.

—¿U-una cama mediana? — pregunto Jennie anonadada. Y es que jamás se había enterado que las camas tenían tamaños, su cama en el palacio era enorme. Rosé soltó una risa al ver el ceño confundido de la princesa.

The Nile River; CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora