27. Camellos

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Aunque el anochecer causara miedo, para Jennie en ese entonces era todo menos eso, es más, era la mejor parte del día. Sus juntas nocturnas con Irene eran lo que la hacían perder el miedo de todas las divinidades existentes.

Los malabares que ambas tenían que hacer para lograr estar tranquilas y sin que las descubrieran eran varios, Irene no era nada más que una sirvienta por lo que su ausencia no era muy importante, a diferencia de la princesa.

Esa noche tal como la mayoría de las otras se juntarían en el Nilo a la luz de la luna para poder estar a solas. Jennie había terminado sus actividades y le había pedido a Joy que la cubriera por un rato. Tenía una gran sorpresa para Irene, y es que la Jennie adolecente de 17 años recién estaba comenzando a experimentar lo que era el amor realmente, sentía tanta felicidad que no podía creer que fuera real y eso también la aterraba.

Cuando llego al Nilo, la oscuridad hacia invisible el poder ver la tienda con claridad, apenas si se veía una pequeña lámpara con fuego, su sonrisa pareció amoldarse entre sus mejillas viendo como Irene movía sus manos para que la notase. La princesa corrió rápidamente hasta llegar a la chica en la tienda, solo estaban las dos puesto que los guardias tampoco se atrevían a salir de noche.

—¡Por los dioses! ¿Cuántos amuletos traes? — pregunto Irene soltando una risa al escuchar los ruidosos sonidos provenientes de Jennie.

—Es mejor prevenir que lamentar— se defendió la princesa quitándose su capa para sentarse en el piso con Irene.

—Yo apenas traje un solo amuleto— alego Irene mostrando una pequeña estatuilla de la diosa Sekhmet. Jennie abrió sus ojos con sorpresa quitándose un par de amuletos para entregárselos a la mayor, Irene rio ante el acto. —Muchas gracias, princesa

Jennie se sonrojo desviando la mirada hacia el Nilo, el cual solo era el sonido de la corriente con los reflejos de la luna por encima.

—¿Cuál era la gran sorpresa que me tenías preparada? — Pregunto Irene ansiosa. —He estado esperando todo el día, ya dímelo— insistió, Jennie soltó un suspiro dándole una sonrisa, metió su mano entre los pliegues de su vestido y saco dos anillos de oro. Irene abrió sus ojos y boca con sorpresa. —¿Q-que...

—Aún soy muy cobarde para pedirte que seas mi novia— la interrumpió la morena con la cabeza gacha. Irene examino ambos anillos, uno tenía su nombre y el otro el de la princesa. —...Aún me da miedo— admitió en voz baja. La mayor soltó un suspiro acercándose más a la princesa para acariciar su mejilla con su dorso.

—Sé que esto es muy difícil, tanto para ti como para mí. Pero Jen, por el solo hecho de estar aquí conmigo te hace una persona valiente— explico dándole una ligera sonrisa. —Así que no te preocupes, te esperare— dijo tomando uno de los anillos, específicamente el que tenía su nombre, para ponerlo en el dedo anular de la princesa. Jennie repitió el acto dejando su nombre adornando las finas manos de Irene.


Con el pasar de los días, la princesa ha tenido tiempo para pensar en cómo pedirle a Rosé que sea su novia, al no poder verla debido al horario ha tenido que pasar sus días con Sunmi quien no dejaba de recordarle que tenía que apurarse en pedírselo a la menor.

La conmoción se intranquilizaba al saber que la futura reina estaba en la ciudad, tanto autoridades como ciudadanos comunes estaban atentos a cada paso que daba Rosé, aumentando así su ansiedad y nerviosismo, acordándose también porque odiaba la idea de convertirse en la reina. No podría acostumbrarse a esto, ser observada a cada segundo e intimidada por millones de ojos que la miraban como si fuera una salvadora era demasiado para ella.

The Nile River; CHAENNIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora