CAPÍTULO 10

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Alex se levantó temprano y extrañamente no estaba de mal humor.
Mientras se duchaba pensó en lo jugoso que sería el día. No le emocionaba conocer a personas nuevas, ni tampoco la idea de tener una publicista encargándose de su vida pública y de guiarla para no meter más la pata con sus excesos, pero lo que sí la hacía sonreír de forma recurrente era pensar en lo molesta que seguramente Piper estaría al verla coquetear con las posibles candidatas, porque ella había solicitado que fueran exclusivamente mujeres y de ser posible, rubias.
Por supuesto que no tenía por qué estarlo, pero dada la reacción que tuvo cuando Alex le mencionó que quería una publicista guapa, estaba casi segura de que la rubia iba a echar fuego por los oídos cuando viera lo fácil que era para Alex coquetear y atraer la atención de los demás.

No se quería ver de forma muy especial, aunque sabía que, arriesgándose a sonar narcisista, ella siempre lucía increíble, así que decidió que era buena idea llevar un vestido.
Casi nunca se ponía ese tipo de outfits, pero su hazaña de ese día lo merecía y ella quería sentirse muy segura de llamar la atención más de lo normal.
Fue difícil entrar en el apretado vestido pegado, pero lo consiguió después de un rato. Se miró al espejo sonriendo y destilando aprobación, había hecho una buena elección de ropa y ella lo sabía.
Era un vestido de cuero sintético completamente ajustado a su figura, con un escote estilo corsé pronunciado casi hasta su ombligo, simplemente era perfecto.

Condujo hasta el edificio de Red al que ingresó sin más demora, y tal y como lo imaginó, se ganó las miradas de todos y el placer de ver a dos que tres estúpidos chocar en las paredes o tirar algunos papeles por estarla mirando.
Casi podía jurar que uno de ellos había derramado el café hasta quemarse la mano, pero no quiso ser tan indiscreta mirándolo fijamente mientras pasaba por ahí.
Cuando llegó al piso de Red y antes de entrar a cualquier oficina, preguntó por la abogada Chapman, y la asistente de la jefa le dijo que aún no había llegado, así que decidió llevar su plan malvado a otro nivel, y arriesgándose a subir el número de accidentados, volvió a bajar hasta el estacionamiento y se sentó recargada en la barda que dividía el espacio del edificio contiguo.

Aguardó un momento que se le hizo eterno, y de pronto un auto elegantemente blanco se apresuró por la entrada hasta uno de los espacios de estacionamiento con especial lentitud.
Sonrió por lo bajo mientras plisaba un poco su vestido sintiéndose extrañamente nerviosa, como no se había sentido en mucho tiempo.
Era tonto afirmar que ese era el auto de Piper, pero casi estaba segura de que lo era, pues tenía todo su estilo y solo alguien como ella conduciría un auto así, le quedaba a la perfección.
Apoyando el tacón de su zapatilla negra en los ladrillos Alex miró hacia el auto con seriedad que destilaba una sensualidad irresistible y precisamente ella estaba en lo correcto: Piper era quien estaba bajando del vehículo.

Cuando Piper la vio, al entrar al estacionamiento su corazón comenzó a latir con rapidez. No podía evitar notar que Alex era bellísima, y el hecho de jamás haberla visto con vestido aumentaba su nerviosismo, aunque por supuesto, no iba a dejarla que lo notara.
Bajó del auto con las manos sudorosas y trató de hacer como que no la había notado queriendo pasar de largo por donde ella estaba, pero claro que Alex no iba a permitir eso.

— ¡Hey! ¡Abogada! — le gritó arqueando una ceja en su dirección y con una sonrisa que Piper podía jurar, que era la que un demonio luciría perfectamente, porque le daba miedo y al mismo tiempo la atraía tanto.

— Oh, Alex... Buen día, no te vi... — y como metales atraídos hacia un imán, sus pies comenzaron a avanzar hacia la pelinegra que lucía más bien conforme se acercaba a ella.

 — y como metales atraídos hacia un imán, sus pies comenzaron a avanzar hacia la pelinegra que lucía más bien conforme se acercaba a ella

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