CAPÍTULO 3

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El celular de Alex sonó una y mil veces en el buró justo al lado de su cama, y con fastidio lo levantó cayendo en cuenta de que de otra forma no dejaría de sonar.
Se estiró y jaló un poco su cobija que de un instante a otro sintió pesada, pues su acompañante estaba completamente desnuda aplastándola con su cuerpo dormido.
Alex bufó y salió de la cama tomando sus gafas y con el celular en el oído más molesta de lo que se había sentido esos últimos días.

— ¿Sí? — ella gruñó con la voz ronca de las mañanas.

— Señorita Vause... — los labios le temblaron de inmediato al igual que las rodillas. Piper recordaba la voz potente de Alex, pero justo en ese instante era aún más fuerte.

— ¿Quién rayos habla?

— Piper... — el silencio se hizo en la línea. — ... del bufet de abogados. — aclaró.

— ¡Oh! — se burló la pelinegra buscando una bata en el armario de la habitación para salir a fumar al balcón de la suite. — La rubia que quiere hacer que la banda siga en pie. ¿Qué pasa?

— Bueno... Llamaba para concretar esa reunión... — La rubia jugó con el cable del teléfono enroscándolo en su dedo mientras observaba por la ventana de su oficina.

— ¿Cuándo? — Alex se llevó el cigarrillo a los labios para encenderlo demostrando el poco interés que tenía por aquello.

— ¿Le vendría bien mañana?

— Dime una cosa, ¿es necesario que Zelda esté presente? Me gustaría verla lo menos posible, si no te molesta.  Ya suficiente es tener que compartir escenario con ella.— la pelinegra dio una honda calada a su cigarrillo y Piper hojeó su agenda, viendo que de hecho, tenía un día disponible más para citar a la vocalista.

— No... Pero de igual forma debemos darle solución a todo esto... Y no podemos solo ir usted y yo... Eso sería...

— Jamás dije que fuéramos a tener una cita. — Alex se rio. — Quiero saber más a fondo tus planes con eso del publicista, que me expliques a detalle.

—  Tenía varias opciones al respecto... Por supuesto que la de la última palabra sería usted.

— Mira, hagámoslo fácil. Primero, deja de hablarme de usted, que nuestras edades deben ser más o menos las mismas, y segundo, ¿qué te parece vernos mañana a las once? 

— Perfecto. 

— Bien, encuéntrame en el restaurante del Hotel Plaza, — Alex sonrió. — Once en punto, yo haré las reservaciones, ¿de acuerdo?

— Ahí estaré.

La llamada terminó sin que Piper lo supiera, pues solamente se hizo el silencio y cuando volvió la vista hacia el identificador de llamadas, el tiempo de la llamada en curso se había detenido, pues Alex había colgado la llamada sin siquiera despedirse, y aunque no era extraño ese gesto descortés viniendo de ella, la rubia no se lo esperaba.
Colocó el teléfono en la base para finalizar también por su parte la llamada y revolvió algunos papeles en el escritorio, eran a penas las diez de la mañana y su estómago ya resentía el no haber desayunado nada antes de salir del departamento.
Se enfocó en la pantalla de su computadora y comenzó a revisar algunos correos electrónicos con más y más trabajo que parecía no tener fin. 
Soltó un suspiro tratando de mentalizarse respecto a todo y no entrar en pánico anticipado por haber quedado de ver a Alex Vause al siguiente día, y aún así, no pudo evitar sentir cómo sus entrañas se contraían y ya no supo si era por el nerviosismo anticipado o porque no había comido nada, pero de cualquier forma no podía distraerse, necesitaba comenzar y hacerlo ya.
A penas se encorvó un poco sobre el teclado, la puerta de su pequeña oficina improvisada sonó.

LOVE HER MADLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora